Monday, January 19, 2009

Fecal: raíces de su política religiosa

Fecal:
Raíces de su política religiosa
Edgar González Ruiz

A más de dos años de haber asumido la presidencia de México mediante el fraude electoral, con el apoyo de la jerarquía católica, de empresarios, y del ejército, Felipe Calderón (Fecal) se siente suficientemente poderoso para manifestar abiertamente sus convicciones conservadoras, contrarias al estado laico.
A la seguridad de Fecal contribuye el oportunismo de políticos, como los agrupados en la llamada “Nueva izquierda”, interesados en obtener beneficios acercándose a su gobierno, así como la manipulación cotidiana que llevan a cabo Televisa y otros medios para difundir las consignas oficialistas tendientes a hacer olvidar el origen ilegítimo de la presidencia de Fecal, quien pretende justificar la militarización del país mediante la infantil historia de la “lucha contra el narco”.
Por enésima ocasión se demuestra que eran mentirosas las consideraciones que en su momento difundieron muchos comunicadores y analistas vinculados al poder, para deslindar a los gobernantes panistas, y en particular a Fecal, de los proyectos de la extrema derecha.
En efecto, el pasado 14 de enero, durante su participación en el VI Encuentro Mundial de las Familias, evento organizado por el Vaticano y al que acuden personajes de la extrema derecha de diversos países, Fecal expresó clara y abiertamente su apoyo al conservadurismo católico que se opone al estado laico.
Fecal dio la bienvenida a los asistentes a la que llamó “la tierra de María de Guadalupe y de San Juan Diego”. El presidente espurio fue recibido por asistentes que corearon: “Nuestro Presidente católico…”, convicción que durante su discurso confirmó: “Sean ustedes bienvenidos –dijo– a esta tierra de María de Guadalupe y de San Juan Diego y también de los mártires de la persecución…”.
Recordó que su “santo patrono” es San Felipe de Jesús y su formación y educación se forjó con maristas, con las Misioneras del Espíritu Santo, las hermanas del Verbo Encarnado y las Guadalupanas del Plancarte. Las hermanas de la Asunción, añadió, “son ahora quienes educan a mis hijos”.
En el escenario principal las banderas de México y El Vaticano fueron colocadas detrás del atril desde el cual Calderón Hinojosa y los jerarcas católicos se dirigieron a los asistentes.
Con esas afirmaciones, Calderón se mostró fiel a sus raíces familiares y partidistas, que incluyen la idealización del movimiento cristero como parte de la lucha derechista contra el estado laico.

La oposición al estado laico y la reivindicación del conservadurismo católico es la tendencia prevaleciente en el PAN y en sus ancestros, como la Unión Nacional Sinarquista y como los Cristeros. Hay que recordar que el padre de Fecal, Luis Calderón Vega, uno de los fundadores del PAN, expresó en los años 60 exactamente los proyectos que Fecal está llevando a la práctica, desde el respaldo oficial al clero hasta el ataque sistemático contra la educación pública.

Raíces de Fecal
En 1964, el padre de Fecal, quien era feroz enemigo de los protestantes, publicó el libro El 96.47 por ciento de los Mexicanos (impreso por Fimax Publicistas, en Morelia), donde haciendo referencia a la cifra de católicos en el Censo de Población de 1960, Calderón Vega alegaba que la identidad mexicana es católica desde que “La Nación Mexicana fue bautizada en la Fe Católica Apostólica y Romana que trajeron los primeros franciscanos… precedidos por los conquistadores que, en nombre de Dios Todopoderoso y de sus católicas majestades, tomaron posesión de estas tierras” (p. 17).
Ciertamente, basta leer las Cartas de Relación de Hernán Cortes a Carlos V, para encontrar en la doble moral de ese criminal conquistador, en los asesinatos perpetrados contra los indígenas casi indefensos ante la superioridad militar de los españoles, y justificados por el supuesto designio de Dios, el espíritu abusivo que sigue animando a los panistas de nuestros días.
Asimismo, Calderón Vega defendía en su libro a los conservadores que trajeron a Maximiliano, recurriendo para ello a una retórica tramposa y visceral que perfectamente asimiló su hijo Fecal; leemos: “De ningún modo podríamos sumarnos al coro demagógico y farisaico de quienes califican de traidores a nuestros – de ellos y de nosotros- abuelos conservadores. No lo fueron. No había en sus propósitos ni interés ni desvergüenza sino ardiente patriotismo…” (p. 65)
En su libro, el padre de Fecal apuntó las ideas que han animado la política educativa de su hijo: oponerse a la educación laica y en general a la educación pública, estimular la educación privada, y fortalecer a grupos de la ultraderecha como la Unión Nacional de Padres de Familia; Calderón Vega lamentaba que pese a las convocatorias de los obispos, sólo un “porcentaje mínimo de los padres de familia de las escuelas particulares” cooperaban con ese grupo.
Según el padre de Fecal, los niños católicos mexicanos, a semejanza de lo que ocurría en Estados Unidos, no debería ir a escuelas públicas, sino asistir a instituciones regenteadas por el clero; también convocaba a los empresarios a no apoyar a instituciones de educación pública, porque las consideraba “demagógicas”, sino apoyar únicamente a instituciones privadas.
Por increíble que parezca, Calderón Vega se oponía abiertamente a la gratuidad de la educación, de la cual decía en su libro: “…el hábito de la gratuidad de la enseñanza en México ha frustrado muchos esfuerzos. La mentalidad pordiosera de muchos hombres de fortuna ha impedido la formación de una conciencia creadora y educadora. No les importa que los altos centros de estudios estén saturados de peligros para la conciencia moral y para la fe de los estudiantes…” (p. 122).
En fin, en la obra mencionada, Calderón Vega afirmaba lisa y llanamente que la Iglesia Católica es “la más alta autoridad del mundo y de la historia” (p. 134)

Más allá de las familias
Por otra parte, la actitud de Fecal en el Encuentro de las Familias, marca en la historia reciente una nueva etapa en el ataque al estado laico, pues en el pasado, tanto él como otros funcionarios panistas se habían sentido obligados a moderar o esconder sus tendencias confesionales. Cabe recordar que en inicio del sexenio de Fox sólo Carlos Abascal hacía alardes de mochería comparables a las declaraciones recientes de Fecal.
Fecal estuvo acompañado por su esposa, Margarita Zavala, de Norberto Rivera Carrera, del presidente del Consejo Pontificio de la Familia, Enrico Antonelli; y del titular de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Carlos Aguiar Retes, prelado muy proclive al protagonismo político, quien presentó a Zavala como alguien “querida por todo el pueblo”.
Fecal se dirigió a un auditorio conformado por cientos de personas provenientes de diferentes países, y de grupos como los Legionarios de Cristo, los Heraldos del Evangelio, y los Caballeros de Colón, Red Familia, el Foro Español de la Familia y Population Research Institute, organización fundada en EU por Steve Mosher, partidario de Bush, y que tiene actividades también en Perú, país donde la jerarquía católica tiene gran fuerza en las instituciones.
Añadió el mandatario espurio que “Los eventos que promuevan valores, independientemente de su religión, siempre serán bienvenidos, al igual que el Papa Benedicto XVI, a quien extrañamos y esperamos con los brazos abiertos”.
En el evento estuvo presente también el gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame, expresidente el grupo extremista Testimonio y Esperanza, e identificado como integrante del Yunque, mientras en Morelos, entidad donde se ha otorgado gran apoyo a la jerarquía católica, varios templos de esa religión ostentaban en sus altares las banderas de México y del Vaticano, con el pretexto de que era para resaltar la importancia del mencionado Encuentro.
A pesar de todo el alarde publicitario que la acompañó, dicha reunión no logró despertar el interés de la sociedad mexicana, simplemente porque en ella no ha prevalecido una cultura católica, sino valores liberales, como el respeto a las decisiones personales; en ese contexto nacional donde los valores familiares se refieren a la solidaridad, el apoyo hacia los más necesitados, la justicia, etc, resultan exóticas las nociones conservadoras del Vaticano que identifican la “defensa de la familia” con proyectos como encarcelar a las mujeres que aborten, rechazar el uso de anticonceptivos y el divorcio, estigmatizar a los homosexuales, y censurar las expresiones del erotismo y la sexualidad.
Precisamente, al calor del apoyo Fecal y pontificio a dicha reunión donde se promovió el puritanismo, las autoridades municipales de Guanajuato, encabezadas por el panista Eduardo Romero Hicks, trataron de prohibir los besos en la vía pública, decisión de la que rápidamente tuvieron que retractarse ante las protestas de la opinión pública que trascendieron incluso a la capital del país y que tuvieron lugar en el inicio de un año electoral crucial para los panistas.
Sin embargo, la jerarquía católica y el PAN tienen objetivos mucho más amplios que la infructuosa lucha legal y mediática contra el ejercicio de la sexualidad, y contemplan, por ejemplo, la imposición de la educación confesional y la penetración de la jerarquía católica en las diversas instituciones, incluyendo el ejército.
Por ello, como corolario del mencionado Encuentro de las Familias, a partir del lunes 19 de enero, en Querétaro, otra de las entidades gobernadas por el PAN y por ende, por la jerarquía católica, los activistas de la ultraderecha llevaron a cabo otro evento donde manifestaron abiertamente su oposición al laicismo.
En el Teatro de la República, sede de la promulgación de la Constitución Mexicana, el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, llamó a los rectores de universidades católicas y a jerarcas católicos a “evangelizar la educación y la cultura”, e hizo alarde de haber tomado la “sede histórica del laicismo", alegando que este no debe ser el del siglo XIX, sino que deben aceptarse los lineamientos clericales.
Ante el Secretario de Gobierno del Estado de Querétaro, Alfredo Botello Montes y el alcalde de Querétaro, Manuel González Valle, ambos emanados del PAN, llamó a “evangelizar” la educación y la cultura en nuestro país, y aludiendo al apoyo que el clero está recibiendo por parte de Fecal afirmó que "estamos en un nuevo momento del protagonismo de los católicos laicos competentes".
En el momento actual, la sociedad mexicana tiene que actuar directamente, al margen de políticos convenencieros y de “instituciones” controladas por un gobierno de origen fraudulento, para garantizar y defender el estado laico, por lo que es importante recurrir a las movilizaciones y protestas directas, sea en oficinas de la jerarquía católica o en las sedes del PAN, donde muchas veces, y en especial en la ciudad de México, los políticos de ese partido trabajan a puertas cerradas, sabiendo que no tienen las simpatías de la población.
La jerarquía y el gobierno federal tienen tal temor a esas protestas, que desde hace tiempo la Catedral está resguardada por policías federales que actúan por consigna de Perverto Rivera; sin embargo, el arzobispado y el episcopado, tienen otras oficinas donde se puede protestar.
Hay que hacer a un lado la manipulación de Televisa y de periodistas oportunistas o temerosos de perder su empleo, que tratan de dictar a la gente cuáles deben ser sus prioridades, y que por tanto evitan referirse al peligro teocrático que implica la continuidad del PAN en el poder; por ello, la lucha en defensa del estado laico es hoy en día, necesariamente, una lucha política y electoral contra el PAN.

El México cristero de Fecal

El “Méjico Cristero” de Calderón


“Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger la libertad que los gobernados tienen de practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueran sectarios de alguna”.

Benito Juárez


Por Laura Campos Jiménez

Desafortunada, por decir lo menos, resultó la apología religiosa que el presidente Felipe Calderón pronunció el pasado 14 de enero, durante la inauguración del VI Encuentro Mundial de las Familias, en donde violentó –de manera sistemática– la Constitución Política, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público y el carácter laico del Estado mexicano.

Durante su ingreso al citado evento, Calderón fue recibido por asistentes que corearon: “Nuestro Presidente católico…”, convicción que durante su discurso confirmó: “Sean ustedes bienvenidos –dijo– a esta tierra de María de Guadalupe y de San Juan Diego y también de los mártires de la persecución…”.
”.

Recordó que su “santo patrono” es San Felipe de Jesús y su formación y educación se forjó con maristas, con las Misioneras del Espíritu Santo, las hermanas del Verbo Encarnado y las Guadalupanas del Plancarte. Las hermanas de la Asunción, añadió, “son ahora quienes educan a mis hijos”.

Ante tales afirmaciones, en las cuales no existen dejos de ingenuidad o de ignorancia, comparto con ustedes las siguientes reflexiones.


El Méjico Cristero de Calderón

México es “tierra de los mártires de la persecución…”. Con esta frase sinarquista, Calderón dejó en claro no solo sus convicciones religiosas (las cuales trasladó a la esfera pública), sino que dejó entrever la agenda política de su gobierno en materia eclesiástica, en la cual estaría contemplada –en vísperas del Centenario de la Revolución Mexicana en 2010– una visión de la historia afín a los intereses de la jerarquía católica, en la que se incluiría la “heroicidad” y el “olor de santidad” de los citados beatos cristeros.

El discurso presidencial evidenció, de manera subrepticia, que en México sigue pendiente la absolución y reivindicación histórica tanto del movimiento cristero, como de sus líderes y de su proyecto de nación, el cual fue desvelado hace décadas por Vicente Lombardo Toledano en su libro La constitución de los cristeros.

En su panegírico discurso, el Presidente Calderón honró a personajes que en los años 20 lucharon contra el Estado laico, llamándoles “mártires…”; entre los cuales se puede documentar el caso del líder intelectual del movimiento cristero, Anacleto González Flores (1888-1927) –consagrado beato por el papa Juan Pablo II en 2005–, quien fue un enemigo declarado de Francisco I. Madero y de la Revolución Mexicana.

En efecto, el ahora beato se refería despectivamente al primero de ellos como el “enano de Parras”, mientras que a la segunda la consideraba como “…Una verdadera orgía de cafres […] La Revolución es una ebria, y su embriaguez es de barbarie, de salvajismo, de retroceso a la edad de las cavernas…”. En una de sus obras, El plebiscito de los mártires, Anacleto González escribe sobre la gran “trilogía” adversa al catolicismo: “El protestantismo, que hace esfuerzos desesperados por penetrar en todas partes, por llegar al corazón de las masas, por arrebatarnos a la juventud y por invadirlo todo, la masonería y la revolución que –según él– es una ‘aliada fiel’ de las dos”.

González Flores llamaba a la escuela laica un “extremo de ignominia, de decaimiento y de postración”, a la cual deberían oponerse los padres de familia, y hablaba de la educación oficial como de la “perversión de alma de la niñez y de la juventud”. Según el “mártir”, “...El contacto con la escuela laica, con los textos, con los alumnos, con los profesores, en fin, con la atmósfera envenenada de los establecimientos oficiales de instrucción, contrarresta todos los esfuerzos que se hacen en el templo, en el hogar y en cualquier parte para orientar a la niñez y a la juventud […] Y a pesar de esto, tranquilamente envían a sus hijos a las escuelas laicas”.

De acuerdo al historiador Moisés González Navarro, Anacleto estaba tan metido en la guerra, que se autoproclamó y fue reconocido jefe civil del movimiento cristero; “era el líder intelectual de los ‘fanáticos en armas’, redactaba proclamas y los proveía de parque, víveres y dinero, y en más de un combate se comprobó su presencia con las armas en la mano”. La filosofía de este beato, ciertamente, no era el pacifismo:

Cuando el Comité Episcopal aceptó la lucha armada, Anacleto no sería un elemento de discordia; todo lo contrario, se prestó a seguir dirigiendo la campaña, ahora en el plano bélico […] Se plegó a la orden de iniciar la defensa armada, no puso ningún pretexto para llevar adelante esta nueva etapa. Con relación al movimiento armado, era jefe.

“Los cristeros son también enormemente crueles: desorejan maestros, violan a profesoras delante de sus alumnos, vuelan trenes, fusilan civiles, torturan […] La guerra cristera es un episodio trágico y lamentable para el Estado y para la jerarquía católica, a la que los cristeros acusan de haberlos vendido”, señala Carlos Monsiváis en su más reciente libro. En este tenor, se puede tener una idea general de la mentalidad y el accionar en contra del Estado mexicano, por parte de los cristeros del siglo XX, a quienes honró con encomio el Presidente Calderón.

Sobre los episodios nada piadosos de los cristeros y los orígenes de esta revuelta de tintes religiosos, se pueden consultar las obras de escritores como Francisco Martín Moreno (México Acribillado, Alfaguara 2009) y Edgar González Ruiz (La última cruzada: de los cristeros a Fox, Grijalbo 2001; Los otros cristeros, BUAP 2004), quienes dan cuenta de la participación de la jerarquía eclesiástica durante este conflicto (1926-1929), y la barbarie y fanatismo con que se condujeron los soldados de “Cristo Rey” –quienes recibieron la bendición e impulso del papa Pío XI a través de la encíclica Iniquis Afflictisque, del 18 de noviembre de 1926 y en diversas cartas pastorales de los obispos mexicanos– en una de las etapas más aciagas de la historia de nuestro país.


“Si creen distinto, no son mexicanos”

“Bienvenidos a la tierra de María de Guadalupe…”, expresó Calderón a los asistentes al encuentro de familias. Definió, sin contrapesos, que México es “territorio guadalupano”, arropando el viejo discurso católico que pretende excluir de nacionalidad a quien no comparte esta religión y que siempre ha querido que se identifique mexicanidad con catolicismo.

Esta afirmación, de suyo, es discriminatoria y excluyente. Una de las funciones y razón de ser del Estado laico, “es la de proteger a las minorías religiosas, así como a aquellos individuos que, no siendo creyentes, desean hacer respetar su libertad de conciencia”. El acto en comento, por su propia naturaleza, es una falta de respeto del Presidente de la República a quienes no practican el catolicismo y rechazan recibir el tratamiento de ciudadanos de segunda por motivo de sus creencias. Vivimos en un país heterogéneo, democrático, laico, plural y secularizado, en donde resulta insostenible afirmar que para ser mexicano se necesita ser guadalupano.
México, en contraparte, es cada vez menos católico y así lo demuestran diversos estudios. Cada día que pasa, cientos de mexicanos abandonan el catolicismo tradicional y oficial y otros más abandonan totalmente las creencias religiosas. En el año 2000, el 88.73 % de la población dijo profesar el catolicismo, aunque cifras extraoficiales indican que cerca de 25 millones de mexicanos han dejado de serlo y han elegido otra opción religiosa o han dejado de ser creyentes. .
A nivel nacional, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) ha reconocido que tan solo 7 de los 89 millones de mexicanos que dicen ser católicos son practicantes (el 6.7% de la población), de acuerdo a un reciente estudio del Instituto Mexicano de Doctrina Social. En base a las cifras anteriores, es imposible hablar de una nación monolítica en términos religiosos y socio-culturales: El mito de un monopolio religioso en nuestro país, ha sido derruido.
El 3 de mayo de 2006, cerca de 200 albañiles recibieron por parte de Felipe Calderón – entonces candidato presidencial por el PAN– una camiseta estampada con su nombre y unas estampas de la virgen de Guadalupe, acompañadas del texto: “Mi oración por México”. Antes de retirarse del lugar, el político panista firmó y regaló imágenes religiosas como “recuerdo” de su visita. En una de esas “estampitas”, se leía: “A nombre de la morenita del Tepeyac, le dedico la presente estampita a…”.


El Doble discurso: las promesas incumplidas
El martes 21 de marzo de 2006, Felipe Calderón –siendo candidato presidencial– encabezó en Nezahualcóyotl la ceremonia del bicentenario del nacimiento de Benito Juárez, en donde hizo promesas al electorado que no habría de cumplirlas:
Traicionaría a Juárez quien pretendiera dividir la República en regiones, en creencias religiosas o en clases sociales. Falta a la memoria de Juárez quien siembra el odio de unos mexicanos hacia otros mexicanos por el simple hecho de no pensar igual que sí mismo […] El héroe oaxaqueño significa la separación de los asuntos de la Iglesia y del Estado. En pleno siglo XXI vemos que muchas naciones y muchos pueblos no alcanzan todavía esta valiosa separación y viven sumidos en odios religiosos y en violencia. Yo seré un presidente que gobierne para todos los mexicanos sin exclusiones y con absoluto respeto a los principios del Estado laico […] Gobernaré como él, respetando el Estado laico y los derechos de todos".
En esa ocasión, empeñó su palabra al advertir que “su gobierno mantendría inalterada la actual condición del Estado mexicano y que se empeñaría en impartir una educación pública laica”. Años atrás, sin embargo, en "Educación religiosa", un artículo que publicó en el diario unomasuno –justo cuando comenzó su gestión como diputado federal en la segunda parte del sexenio de Carlos Salinas–, Felipe Calderón exigía una reforma constitucional para garantizar la educación religiosa (católica) en las escuelas públicas, porque los católicos "han tenido que vivir una suerte de clandestinidad educativa, social y política". Inclusive Calderón proponía que el Estado apoyara económicamente la educación religiosa.
El 17 de noviembre de 2006, ante la CEM, Calderón (en su calidad de presidente electo) asumió el compromiso de "luchar" por que en el artículo 24 de la Constitución se cambie la frase "libertad de culto y de creencias” por “libertad religiosa". Cabe precisar que la “libertad” que exige al Gobierno Federal la jerarquía católica mexicana, incluye el acceso de ésta a los medios de comunicación, educación religiosa en escuelas públicas, asistencia religiosa en centros penitenciarios, de salud y asistenciales, subvenciones al clero, capellanías militares, entre otros.
El compromiso de Calderón, en consecuencia, no es con el Estado laico, la democracia y la pluralidad religiosa, sino con los intereses políticos de una jerarquía eclesial que, impulsada desde El Vaticano, pretende recuperar y ampliar sus antiguos privilegios, aún violando la ley, en un país laico, que vive un proceso irreversible de secularización.
Me queda claro, en conclusión, que el discurso presidencial del pasado 14 de enero, es la declaración formal de guerra en contra del Estado laico, las minorías religiosas y los derechos seculares de todas las personas. Es el pliegue de la derecha en el poder hacia la Iglesia católica institucional para gestionar e implantar la agenda política de la segunda. Ante esto, de manera resolutoria, millones de mexicanos decimos: No pasarán…