Tuesday, May 29, 2018

El Libro de Meade


 El libro de Meade: autoelogios y neoliberalismo a ultranza
                   Edgar González Ruiz

 

   En abril de 2018, la editorial Grijalbo publicó el libro de campaña de Meade, titulado El México que merecemos. Mi visión para transformar nuestro país con orden y rumbo.

   Lleva un prólogo de Luis Rubio,  quien desde hace décadas defiende las políticas neoliberales.

   Según Rubio  “Hoy se confrontan proyectos y propuestas tan contrastantes como las que los diversos candidatos han presentado: unos proponen revivir un pasado idílico, otros construir un futuro sólido apuntalado en lo que ya se ha construido y logrado…” (p. 11)

  En una entrevista publicada en diciembre de 1993, es decir, hacia el final del régimen de Salinas,  a unas cuantas semanas del surgimiento de la guerrilla zapatista en Chiapas y a pocos meses del asesinato de Colosio,  Rubio afirmaba que en las elecciones presidenciales del 94, contaría mucho la “popularidad” de Salinas de Gortari  y “en la medida en que las elecciones sean un referéndum sobre Salinas y este siga siendo popular, podemos prever que serán muy favorables al PRI”

  “…al mismo tiempo, tenemos un candidato mucho más débil en Cuauhtémoc Cárdenas, simplemente porque no está debatiendo en los términos que son centrales para la mayoría de los mexicanos hoy en día y que son los de la economía…”[1]

  En realidad, el lenguaje “de la economía”, es decir, del dinero, es el único que entienden promotores del neoliberalismo, como José Antonio Meade y sus apologistas.

  El libro de Meade promueve el afán de lucro y  la ambición como motivaciones de las personas y de las políticas públicas: que los jóvenes estudien para que consigan trabajos lucrativos y, así, puedan ser buenos consumidores, personas provechosas para el gobierno y para las empresas.

  Por eso, Meade propone para el sistema educativo mexicano “lograr que responda (sic) a las necesidades del mercado laboral en un mundo en constante cambio y cada vez más competitivo” (p. 132)

  Este es otro de sus perversos galimatías: “el nivel educativo (sic) también está fuertemente asociado con el desempeño (sic) de los mercados laborales, pues no sólo eleva la empleabilidad (sic) de los individuos, sino además incrementa las tasas de participación laboral y ocupación, lo que implica mayores horas de trabajo que se reflejan en mayores ingresos en la economía” (p. 127).

   La educación debe permitir a los alumnos, subraya Meade “adaptarse a los retos y necesidades de la economía global” (p. 133)

   En suma, para él la finalidad de la educación es, ante todo, económica y laboral, en lugar de buscar, en primer lugar, el mejoramiento intelectual, cultural y ético de las personas; no quiere una sociedad más culta, más libre y más justa, sino una con más acumulación de riquezas.

  Propone establecer guarderías para los adultos mayores, para que sus familias no abandonen sus negocios: “…habilitar… casas de día para los adultos mayores. De esta manera se facilitará la incorporación de las mujeres a un empleo de tiempo completo” (p. 192).

  Es decir, el objetivo no es cuidar de los ancianos, porque ya han trabajado toda su vida y porque encarnan la sabiduría y experiencia de la sociedad, su memoria histórica, sino hacerlos a un lado para que sus familiares puedan dedicarse a las actividades económicas.

  Meade no es partidario de los programas asistenciales, pues según él, busca que las personas “eliminen su dependencia de los programas sociales y reafirmen su autoconfianza” (p. 82) ; “que reafirmen su autoconfianza”, una frase tramposa para negar o regatear  la ayuda económica a quienes la necesitan.

   Según Meade, el cuidado de la salud obedece también a razones económicas: “La mala salud cuesta mucho tanto a las personas como al Estado. Por ello, debemos todos juntos impulsar nuestra salud” (p. 74)

   Que las familias tengan casas cómodas y con buenos servicios, para fomentar las inversiones inmobiliarias y el comercio:  “Las familias mexicanas requieren viviendas dignas en ciudades articuladas, funcionales y con servicios públicos para atraer y retener la inversión y el talento que generen riqueza” (p. 81)

  Desde luego, si la inversión y el dinero van antes que las personas, finalmente sus necesidades de vivienda cómoda se subordinarán a los intereses de los grandes negocios.

  Meade propone que las mujeres accedan cada vez más al mercado laboral, para beneficiar, finalmente, a los intereses económicos, y que incluso los discapacitados se pongan a trabajar, para el bien de las empresas, en lugar de que el gobierno los proteja.

   Leemos: “debemos entender como una obligación del estado mexicano que las personas con alguna discapacidad sean incluidas a plenitud en la actividad económica y social del México actual” (p.88)

   Dicho en otras palabras: el gobierno tiene la “obligación” de poner a trabajar al máximo a los discapacitados, para cobrarles impuestos y para beneficio de las empresas.

  En suma, según Meade, lo que vale no es la persona, es el dinero. La gente es simplemente “capital humano”.

  De acuerdo con la visión del candidato, el gobierno debe cumplir eficazmente su función policiaca, pues su razón de ser es, ante todo, velar por la propiedad.

  Leemos: “…la razón del Estado, su función principal, es la de proveer un orden básico que proteja la vida y la propiedad de las personas, México no puede perder más tiempo para construir un Estado fuerte, capaz de proteger a la gente del crimen y de los criminales” (p.36)

  Evidentemente, en esta idea fascistoide de un “Estado fuerte” que establezca un “orden básico”,  y que proteja a la sociedad de los “criminales” no se incluye a los criminales de cuello blanco,  como son algunos empresarios y funcionarios que cada día perjudican a la ciudadanía.   

  Las ideas de Meade sobre el llamado problema de la inseguridad apuntan hacia soluciones ingenuas y sangrientas, como la supuesta guerra contra las drogas, desatada por Calderón durante su sexenio. (Vid. pp. 33-57)

  Una idea en la que Meade insiste obsesivamente es convertir a México en una “potencia global” del siglo XXI, una superpotencia. Esta propuesta aparece en muchas páginas del libro, tan solo en una de ellas la encontramos expresada dos veces:

   “Aspiro a alcanzar un México que sea una de las 10 mayores economías del mundo…” (p. 20)

   “Quiero ser presidente para transformar a nuestro país, para llevarlo a ser una de las potencias globales del siglo XXI” (p. 20)

  Y hasta aparece expresada dos veces en un mismo párrafo:

   “Aspiro a transformar a México en una potencia global… podemos ser una de las 10 economías más grandes del planeta” (p. 102)

   Al mismo tema está dedicado específicamente un capítulo del libro “México como potencia global” (pp. 153-166)

   Ahora resulta que lo que necesitaba México era un Hitler, un Mussolini o un Trump de petate,  con sus pretensiones de grandeza y supremacía y de un estado “fuerte”, bien armado, que imponga un “orden” en la sociedad.

  Otra idea de Meade, también con tufo totalitario, es la de “hacer un gobierno a la medida de cada quien” (p. 69 ss).

  Aunque él la presenta en forma eufemística, como si un gobierno neoliberal pudiera interesarse en beneficiar a cada persona en particular, la experiencia que los mexicanos tenemos de ese tipo de gobiernos (como los de Fox, Calderón, Peña Nieto y Mancera) es a la inversa: un gobierno ocupado en despojar de sus recursos, servicios y prestaciones e imponer nuevas obligaciones cada día a cada ciudadano, a eso apunta el lema “un gobierno a la medida de cada quien”..   

  Partidarios de Meade opinan que es un genio de la Economía, que merecería el premio Nobel en esa disciplina[2] y que su libro no será leído y menos todavía apreciado, porque está fuera de las capacidades de comprensión de la mayoría.

   En realidad, el libro de Meade no es difícil, pero está muy mal escrito, con una pésima redacción, repetitiva, plagada de innecesarios tecnicismos y neologismos, y que abunda, en algunos capítulos, en gráficas y estadísticas no siempre necesarias.

    Mal hacen sus partidarios en prodigarle desmesurados elogios pues el propio Meade se alaba hasta el cansancio a lo largo de las 221 páginas de su libro.

     Para cantar sus propias alabanzas, Meade recurre a los lugares comunes de una retórica tan burocrática como él mismo, y por  si fuera poco, incluye en el libro varias fotografías donde posa jactancioso al lado de altos personajes del mundo, como si fueran aval de sus pretendidos méritos.

   Estas son algunas frases que encontramos en el libro de Meade, y que ilustran su egolatría y la pobreza de su retórica:

  “No soy un hombre de riqueza material, la cual ni me seduce ni me deslumbra. Siempre he preferido la riqueza de espíritu, pues para mí no hay mayor bien que poder ver a mi familia de frente y con el orgullo del deber cumplido” (p. 218)

  Meade es tan desinteresado, que, aun cuando todavía no llega a la presidencia, no quiere renunciar a la millonaria pensión que malamente se otorga a los expresidentes.

  Por eso, ha prometido que si llega a la presidencia seguirá beneficiando a los expresidentes, y en primer lugar a él mismo, medida a la que llama “respetar el estado de derecho”[3]

  Este personaje, que se retrata como un nuevo Mesías, o como el célebre Epicteto[4], quien vivió ajeno a toda ambición económica y para hacer que los hombres fueron mejores, pregona:

  “mi interés ha sido siempre servir a México desde la administración pública” (p. 13)

  “Jamás me preparé con el objetivo de ser un político, sino con la meta de profesionalizarme (sic) para entender los problemas y retos de nuestro país y así proponer mejores soluciones para todos los mexicanos” (p. 14)

 “…servir a la ciudadanía con honradez, lealtad y trabajo duro, como lo he demostrado a lo largo de una trayectoria de más de 20 años” (p. 15)

“ En mi trayectoria profesional me he conducido con la rectitud con la que he formado a mi familia…” (p. 16)

  Afirma que quiere convencer a quienes “hoy no creen en mí porque no me conocen o piensan que soy un candidato más…” (p. 24)

    Contrariamente a lo que dice, Meade ha demostrado en su trayectoria y en su campaña, que es un burócrata y un político como ha habido muchos en la historia: lleno de ambiciones materiales y sediento de poder, cuya campaña ha sido una más de las que hemos visto en la mayoría de los políticos cada seis años: llena de promesas, de canciones y ataques a sus contrincantes, de frases huecas, como esta que incluye en la última página de su libro: “Quiero ser presidente para cumplirle a México”.

   La frase es vieja como la política, y las exacerbadas tendencias neoliberales y tecnocráticas de Meade auguran un futuro aún más penoso para las y los mexicanos.

   



[1] Edgar González Ruiz. “La economía de los cambios” Entrevista a Luis Rubio. Suplemento Política de El Nacional, 20 de diciembre de 1993, p. 3.
[2] https://www.eloccidental.com.mx/analisis/meade-algun-dia-premio-nobel-de-economia-1720719.html
[3] https://www.animalpolitico.com/2018/04/meade-pensiones-populistas/
[4] Epicteto (50-135 DC) fue un filósofo estoico famoso por su desprecio de los bienes materiales, a los que consideraba dependientes de la fortuna, no de la voluntad humana.  

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