Intromisión del Vaticano
Activismo antiabortista
Intromisión del Vaticano en los asuntos de México
Edgar González Ruiz
Quienes durante décadas se han opuesto activamente a la despenalización del aborto, frenando las iniciativas a favor de los derechos de las mujeres y de las libertades individuales, son siempre los mismos: muy pocos pero con grandes recursos económicos e influencia política.
A saber: la jerarquía católica, desde el Vaticano, al igual que algunos dirigentes de otros grupos religiosos, grupos conservadores públicos, como Provida y secretos, como el Yunque, nacionales, como la Unión Nacional de Padres de Familia, e internacionales, como muchas organizaciones y coaliciones que han sido apoyadas por funcionarios panistas, entre las que se cuenta Vida Humana Internacional, una coalición ultraderechista con sede en Miami, al igual que grupos como los Caballeros de Malta y los Caballeros de Colón, al igual que los propios políticos panistas, algunos con más convicción que otros, y empresarios poderosos, como Lorenzo Servitje, el mismo que ha impulsado campañas de censura seudomoralista de los medios de comunicación.
Todos ellos están unidos para encarcelar a las mujeres que pretendan interrumpir su embarazo. Muchas personas no están a favor del aborto, otras muchas sí lo admiten abiertamente, pero sólo esos grupos están interesados en castigar a las mujeres que aborten, pues esa es su propuesta, y por eso se oponen a iniciativas de despenalización del aborto, como la que ahora se discute en la ciudad de México.En el fondo se trata de una lucha contra el estado laico, es decir, para mantener leyes acordes con los preceptos religiosos.
Pocos pero poderosos
El problema es que esos pocos personajes interesados en castigar a las mujeres ahora cuentan con todo el apoyo del gobierno federal, además de que jerarcas del Vaticano intervienen abiertamente y con toda impunidad en los asuntos que sólo conciernen a los mexicanos y ante todo a las mujeres que deciden abortar y a sus parejas si las tienen.
El pasado 24 de marzo, en el “Tercer Congreso Internacional Provida”, el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia de la Santa Sede, se opuso directamente a la despenalización del aborto, contrariamente a lo que propone el PRD en el DF
Si bien se trata de una intromisión del Vaticano en los asuntos de México, para apoyar las posiciones derechistas, la jerarquía siempre ha actuado así, pues desde hace años el organismo que preside López Trujillo ha venido organizando eventos públicos y reuniones de políticos en diferentes países de América Latina, y a las que han acudido empresarios mexicanos y personajes de varios partidos, sobre todo del PAN.
Por ejemplo, a principios de los 90, uno de los asistentes a esas reuniones fue José Luis Coindrau, quien firmó en ella compromisos para apoyar leyes contra el aborto, la planificación familiar y el divorcio. Años después, en 1999, y ya como secretario general de Gobierno de Nuevo León, Coindreau apoyaría la fallida iniciativa del clero y del PAN para implantar el llamado “derecho a la vida desde la concepción”.
Sorprendente por el contrario fue la presencia de Jesús Kumate, ex secretario de Salud, en dicho evento para apoyar las posturas de Provida con el pretexto de la “defensa de la vida” y donde el médico criticó la iniciativa del PRD en la ciudad de México. Paradójicamente, el oportunista exfuncionario, que ahora se presta a legitimar con su presencia a los membretes ultraderechistas, como el Comité encabezado por Jorge Serrano Limón, recibió hace unos meses la medalla Belisario Domínguez, que tradicionalmente premia el valor civil. ¿valor civil para alinearse con el gobierno?
Esa retórica de la “defensa de la vida” es tan falsa que ni Kumate ni Serrano Limón, ni otros de los opositores a la despenalización del aborto, han protestado, que se sepa, contra la guerra, ni fueron a manifestarse contra la reciente presencia de Bush en México, un genocida que sin embargo goza de las simpatías de los grupos “provida” porque está contra el aborto y contra el estado laico.
Pero en el evento hubo una señal mucho más peligrosa del compromiso oficialista con la extrema derecha y de la medida en que se pueden poner los recursos públicos en defensa del activismo antiabortista.
Fue la presencia de elementos de la Armada de México, para hacer honores a la bandera en el evento donde López Trujillo se metió en los asuntos del país. Cabe preguntarse: si las armas sirven para matar y son símbolos de muerte, ¿qué tienen que hacer en un acto donde se hace alarde de “defender la vida”?. Pero, más allá de esas incongruencias ideológicas, está el proyecto de hacer a la sociedad mexicana análoga a la de otros países latinoamericanos donde hay un maridaje entre el clero y el gobierno, incluyendo el ejército. Por ahora se está haciendo en un nivel simbólico, pero ya el episcopado prepara iniciativas precisamente para abrir paso a la educación religiosa y a las capellanías militares, entre otras reformas contra el estado laico.
Asimismo, ha sido visible la estrategia mediática de exagerar las protestas contra el aborto, que los grupos provida han organizado en varias ciudades del país, en la misma medida en que muchos medios negaron las multitudinarias manifestaciones que tuvieron lugar en el conflicto poselectoral.
Paradoja, también, del activismo antiaborto es que muchos de sus dirigentes, como Serrano Limón, bien conocido por desviar recursos públicos para comprar tangas y como el propio Alfonso López Trujillo, carecen de autoridad moral para erigirse en árbitros del comportamiento ajeno.
López Trujillo: conservadurismo y abusos
Nacido en Villahermosa, Colombia, el 8 de noviembre de 1935, López Trujillo se ordenó sacerdote a los 25 años, fue consagrado obispo en 1971 y nombrado cardenal (el cuarto en la historia de Colombia) el 2 de febrero de 1983. Desde el 8 de noviembre de 1990, es presidente del mencionado Consejo Pontificio. Antes, fue obispo auxiliar de Bogotá, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, arzobispo de Medellín, presidente del CELAM y del episcopado colombiano. Es también presidente del consejo de asesores de Priests for Life, organización provida formada por sacerdotes y fundada en San Francisco en 1991.
Ascendente como su carrera eclesial ha sido su fama de prelado conservador, intolerante (ya en su juventud, algunos de sus compañeros de estudios mencionaban que no se podía discutir con él porque no aceptaba los puntos de vista de los demás); amigo de los ricos y poderosos, enemigo de los teólogos de la Liberación.
En 1996, la editorial Temas de Hoy publicó en Bogotá el libro de Hernando Salazar Palacio titulado La guerra secreta del cardenal López Trujillo, donde se incluyen muchos de los datos que se mencionan a continuación.
El 28 de junio de 1986, en vísperas de la visita de Juan Pablo II a Colombia, el entonces arzobispo de Medellín Alfonso López Trujillo se presentó inesperadamente en la parroquia de San Andrés acompañado de tres religiosos y de civiles armados, de quienes no se pudo saber si pertenecían a las fuerzas de seguridad, a un grupo paramilitar o si eran los guardias del prelado. Sin orden judicial y con el pretexto de buscar "armas y explosivos" que pudieran ser usados contra el arzobispo, los empistolados allanaron la casa del párroco Eliseo Tobón, que no llevaba buenas relaciones con él. En realidad, buscaban otra "bomba" que el prelado quería desactivar cuanto antes: una carta firmada por 80 sacerdotes que pedían al Papa investigar sus conflictos son sacerdotes, religiosos y laicos.
Ciertamente, el arzobispo había tenido fuertes problemas con muchos religiosos de su arquidiócesis: con algunos, por profesar la teología de la liberación con otros, como Tobón, porque no le parecían del todo ortodoxos o, peor aún, suficientemente sumisos y respetuosos con él. El 13 de agosto del mismo año, Tobón fue suspendido del sacerdocio por seis meses y separado de su diócesis; si las autoridades civiles indagaron sobre el allanamiento, nunca se supo el resultado de sus investigaciones. Quince años antes, en marzo de 1971, laicos y religiosos inconformes con el nombramiento de López Trujillo como obispo auxiliar de Bogotá señalaron públicamente que sería un obispo para "las clases dirigentes", "con la boca sellada para los ricos pero tremendamente abierta para tratar mal al pueblo sencillo". En su larga guerra contra la teología de la liberación, López Trujillo ha tenido aliados que luego le serían incómodos, como el sacerdote belga Roger Vekemans, quien llegó a Bogotá en 1970, cuando salió de Chile a raíz del triunfo de salvador Allende. En Colombia fundó un centro de estudios y la revista Tierra Nueva, que se convirtió en tribuna contra los "liberacionistas"; en su consejo editorial figuraba Alfonso López Trujillo. Ambos jugarían un papel importante en la preparación de la reunión del episcopado latinoamericano en Puebla en 1979. En 1975, en Estados Unidos y en Francia se dio a conocer que Vekeman había recibido dinero de la CIA, lo que arrojó inevitables sospechas sobre la figura de López Trujillo.
El primero de febrero de 1979, durante la Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla unomásuno publicó una carta escrita por Lopez Trujillo, secretario general del CELAM, al arzobispo de Aracajñu, Brasil, Luciano Cabral Duarte, presidente del Departamento de acción Social de ese consejo episcopal. En ella mencionaba abiertamente que sólo "por presión de otros" fue invitado a la reunión el padre Arrupe, superior de los Jesuitas. Criticaba también a Eduardo Pironio, prefecto de la Congregación para los Religiosos, por no reprender a los eclesiásticos que, como Leonardo Boff, expresaban ideas "confusas y desagradables",. El escándalo que la carta desató en los medios clericales fue para la carrera de López Trujillo mucho más peligros que su relación con Vekemans. Se llegó a pensar que tendría que renunciar a su cargo en el CELAM y abandonar sus ambiciones de ocupar la presidencia de ese organismo; algunas organizaciones de religiosos católicos pidieron su dimisión. Sin embargo, poco después de la reunión de Puebla, López Trujillo fue electo presidente del CELAM en una asamblea que tuvo lugar en la ciudad venezolana de Los Teques. El prelado colombiano se identificaba perfectamente con el férreo conservadurismo del nuevo pontífice y desde su importante posición continuaría orientando en ese sentido las políticas del episcopado latinoamericano y hostilizando a los personajes y organizaciones simpatizantes de la Teología de la Liberación.
En 1981, la organización Pax Christi Internacional acusó a López Trujillo de apoyar al bando conservador en la Iglesia Católica de Nicaragua y exhortar a las autoridades religiosas a adoptar una "línea dura contra la revolución sandinistas". Versiones difundidas años después indicaron la participación de López Trujillo en una operación de la CIA para apoyar a la "contra" por medio de ciertos sectores de la Iglesia. A fines de 1988 una misión internacional presentó un panorama desolador de la posición de la jerarquía católica colombiana -encabezada por López Trujillo- en torno a la defensa de los derechos humanos: la jerarquía denunciaba sólo los abusos de la guerrilla, nunca los de los militares ni los asesinatos de religiosos comprometidos con causas sociales, tampoco apoyaba al Comité de Desaparecidos y bloqueaba los esfuerzos por pedir al Papa su mediación; lo más alarmante de todo era que algunos sacerdotes que habían huido de zonas peligrosas, donde habían sido amenazados de muerte, habían sido devueltos y posteriormente asesinados.
Basten un par de ejemplos para ilustrar los muchos conflictos que tuvo el arzobispo López Trujillo con sus fieles, y que relata Salazar Palacio. Uno de ellos es el registrado en Medellín con Eduardo Toro, religioso que estudió Bellas artes en Roma. Su estilo informal y su amistad con el sacerdote Mario Sierra -otro de los perseguidos por López Trujillo, por haber denunciado irregularidades financieras en la arquidiócesis, como la expoliación de dinero y joyas coloniales de las parroquias- indispuso contra él al arzobispo. El conflicto estalló en 1985 por una exposición de Toro que incluía algunos desnudos tomados de modelos vivos de adolescentes. López Trujillo se escandalizó, lo insultó y amonestó, insinuando además que mantenía relaciones con un joven. Toro le escribió haciéndole ver que, como cardenal, habría de elegir al Papa en la Capilla Sixtina, llena de imágenes de desnudos y preguntándole cómo le hacía para pasearse por los recintos del Vaticano, donde abundan esas imágenes. Citaba además comentarios públicos sobre el comportamiento privado del prelado: "...se habla de sus relaciones no muy santas con jóvenes y dan nombres propios". Por otra parte, ese mismo año, ante un notario de Medellín, el laico Rafael Zapata Posada denunció que fue amenazado e intimidado por el arzobispo por haber denunciado sus atropellos "físicos y morales" contra el párroco Winfrido Vercreaye; en este y en otros casos López Trujillo ha tratado de intimidar a los fieles que tienen desacuerdos con él.
El 17 de agosto de 1984, la periodista Penny Lernoux mencionó en el National Catholic Reporter que un "protegido" de López Trujillo, el obispo Darío Castrillón Hoyos, reconoció haber recibido dinero de un famoso narcotraficante "para obras de caridad". En lo años setenta, Castrillón Hoyos colaboró, igual que López Trujillo, con el belga Roger Vejemans, quien al parecer recibía dinero de la CIA. En su artículo, Penny Lernoux comentaba también que, sin que el arzobispo López Trujillo hiciera nada al respecto, dos sacerdotes de su diócesis habían colaborado públicamente con el movimiento cívico "Medellín sin tugurios", fachadas para las actividades ilícitas del célebre narco Pablo Escobar. Esto era por demás sorprendente, pues López Trujillo ejercía un árida disciplina sobre sus subordinados y estaba bien informado, incluso de sus aspectos privados. Al ser interrogado por la periodista, López Trujillo dijo que no sabía de las actividades de esos religiosos ("Yo no soy detective"), no sabía quién era Escobar. Lo que sí supo fue amenazarla con hacerla deportar (porque según él no tenía derecho a criticar a un obispo en un país católico, como Colombia) y con demandarla judicialmente. Además le dijo que como católica estaba obligada a obedecer al obispo y a no criticarlo.
Como se ha mencionado, López Trujillo colabora con Priests for Life, sacerdotes por la Vida. El 21 de marzo de 1994, en carta enviada al entonces nuevo director de ese grupo, Frank Pavone, López Trujillo le decía: "...Pienso que contar con una política uniforme nacional que prohíba que cualquier figura pública sostenga una posición proelección en cualquier institución católica debería ser una consecuencia normal de la posición provida de la Iglesia y de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos..." (www. org/pfl/catolic.org.trujillo/html).
Durante tres lustros, López Trujillo, al frente del Consejo Pontificio para la Familia ha emitido documentos y declaraciones con lineamientos para la lucha ideológica y política contra la libertad sexual y ha promovido o asistido a incontables reuniones antiabortistas donde se estigmatiza a los sectores liberales y feministas, calificándolos por lo menos como “enemigos de la vida”.
Intromisión del Vaticano en los asuntos de México
Edgar González Ruiz
Quienes durante décadas se han opuesto activamente a la despenalización del aborto, frenando las iniciativas a favor de los derechos de las mujeres y de las libertades individuales, son siempre los mismos: muy pocos pero con grandes recursos económicos e influencia política.
A saber: la jerarquía católica, desde el Vaticano, al igual que algunos dirigentes de otros grupos religiosos, grupos conservadores públicos, como Provida y secretos, como el Yunque, nacionales, como la Unión Nacional de Padres de Familia, e internacionales, como muchas organizaciones y coaliciones que han sido apoyadas por funcionarios panistas, entre las que se cuenta Vida Humana Internacional, una coalición ultraderechista con sede en Miami, al igual que grupos como los Caballeros de Malta y los Caballeros de Colón, al igual que los propios políticos panistas, algunos con más convicción que otros, y empresarios poderosos, como Lorenzo Servitje, el mismo que ha impulsado campañas de censura seudomoralista de los medios de comunicación.
Todos ellos están unidos para encarcelar a las mujeres que pretendan interrumpir su embarazo. Muchas personas no están a favor del aborto, otras muchas sí lo admiten abiertamente, pero sólo esos grupos están interesados en castigar a las mujeres que aborten, pues esa es su propuesta, y por eso se oponen a iniciativas de despenalización del aborto, como la que ahora se discute en la ciudad de México.En el fondo se trata de una lucha contra el estado laico, es decir, para mantener leyes acordes con los preceptos religiosos.
Pocos pero poderosos
El problema es que esos pocos personajes interesados en castigar a las mujeres ahora cuentan con todo el apoyo del gobierno federal, además de que jerarcas del Vaticano intervienen abiertamente y con toda impunidad en los asuntos que sólo conciernen a los mexicanos y ante todo a las mujeres que deciden abortar y a sus parejas si las tienen.
El pasado 24 de marzo, en el “Tercer Congreso Internacional Provida”, el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia de la Santa Sede, se opuso directamente a la despenalización del aborto, contrariamente a lo que propone el PRD en el DF
Si bien se trata de una intromisión del Vaticano en los asuntos de México, para apoyar las posiciones derechistas, la jerarquía siempre ha actuado así, pues desde hace años el organismo que preside López Trujillo ha venido organizando eventos públicos y reuniones de políticos en diferentes países de América Latina, y a las que han acudido empresarios mexicanos y personajes de varios partidos, sobre todo del PAN.
Por ejemplo, a principios de los 90, uno de los asistentes a esas reuniones fue José Luis Coindrau, quien firmó en ella compromisos para apoyar leyes contra el aborto, la planificación familiar y el divorcio. Años después, en 1999, y ya como secretario general de Gobierno de Nuevo León, Coindreau apoyaría la fallida iniciativa del clero y del PAN para implantar el llamado “derecho a la vida desde la concepción”.
Sorprendente por el contrario fue la presencia de Jesús Kumate, ex secretario de Salud, en dicho evento para apoyar las posturas de Provida con el pretexto de la “defensa de la vida” y donde el médico criticó la iniciativa del PRD en la ciudad de México. Paradójicamente, el oportunista exfuncionario, que ahora se presta a legitimar con su presencia a los membretes ultraderechistas, como el Comité encabezado por Jorge Serrano Limón, recibió hace unos meses la medalla Belisario Domínguez, que tradicionalmente premia el valor civil. ¿valor civil para alinearse con el gobierno?
Esa retórica de la “defensa de la vida” es tan falsa que ni Kumate ni Serrano Limón, ni otros de los opositores a la despenalización del aborto, han protestado, que se sepa, contra la guerra, ni fueron a manifestarse contra la reciente presencia de Bush en México, un genocida que sin embargo goza de las simpatías de los grupos “provida” porque está contra el aborto y contra el estado laico.
Pero en el evento hubo una señal mucho más peligrosa del compromiso oficialista con la extrema derecha y de la medida en que se pueden poner los recursos públicos en defensa del activismo antiabortista.
Fue la presencia de elementos de la Armada de México, para hacer honores a la bandera en el evento donde López Trujillo se metió en los asuntos del país. Cabe preguntarse: si las armas sirven para matar y son símbolos de muerte, ¿qué tienen que hacer en un acto donde se hace alarde de “defender la vida”?. Pero, más allá de esas incongruencias ideológicas, está el proyecto de hacer a la sociedad mexicana análoga a la de otros países latinoamericanos donde hay un maridaje entre el clero y el gobierno, incluyendo el ejército. Por ahora se está haciendo en un nivel simbólico, pero ya el episcopado prepara iniciativas precisamente para abrir paso a la educación religiosa y a las capellanías militares, entre otras reformas contra el estado laico.
Asimismo, ha sido visible la estrategia mediática de exagerar las protestas contra el aborto, que los grupos provida han organizado en varias ciudades del país, en la misma medida en que muchos medios negaron las multitudinarias manifestaciones que tuvieron lugar en el conflicto poselectoral.
Paradoja, también, del activismo antiaborto es que muchos de sus dirigentes, como Serrano Limón, bien conocido por desviar recursos públicos para comprar tangas y como el propio Alfonso López Trujillo, carecen de autoridad moral para erigirse en árbitros del comportamiento ajeno.
López Trujillo: conservadurismo y abusos
Nacido en Villahermosa, Colombia, el 8 de noviembre de 1935, López Trujillo se ordenó sacerdote a los 25 años, fue consagrado obispo en 1971 y nombrado cardenal (el cuarto en la historia de Colombia) el 2 de febrero de 1983. Desde el 8 de noviembre de 1990, es presidente del mencionado Consejo Pontificio. Antes, fue obispo auxiliar de Bogotá, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, arzobispo de Medellín, presidente del CELAM y del episcopado colombiano. Es también presidente del consejo de asesores de Priests for Life, organización provida formada por sacerdotes y fundada en San Francisco en 1991.
Ascendente como su carrera eclesial ha sido su fama de prelado conservador, intolerante (ya en su juventud, algunos de sus compañeros de estudios mencionaban que no se podía discutir con él porque no aceptaba los puntos de vista de los demás); amigo de los ricos y poderosos, enemigo de los teólogos de la Liberación.
En 1996, la editorial Temas de Hoy publicó en Bogotá el libro de Hernando Salazar Palacio titulado La guerra secreta del cardenal López Trujillo, donde se incluyen muchos de los datos que se mencionan a continuación.
El 28 de junio de 1986, en vísperas de la visita de Juan Pablo II a Colombia, el entonces arzobispo de Medellín Alfonso López Trujillo se presentó inesperadamente en la parroquia de San Andrés acompañado de tres religiosos y de civiles armados, de quienes no se pudo saber si pertenecían a las fuerzas de seguridad, a un grupo paramilitar o si eran los guardias del prelado. Sin orden judicial y con el pretexto de buscar "armas y explosivos" que pudieran ser usados contra el arzobispo, los empistolados allanaron la casa del párroco Eliseo Tobón, que no llevaba buenas relaciones con él. En realidad, buscaban otra "bomba" que el prelado quería desactivar cuanto antes: una carta firmada por 80 sacerdotes que pedían al Papa investigar sus conflictos son sacerdotes, religiosos y laicos.
Ciertamente, el arzobispo había tenido fuertes problemas con muchos religiosos de su arquidiócesis: con algunos, por profesar la teología de la liberación con otros, como Tobón, porque no le parecían del todo ortodoxos o, peor aún, suficientemente sumisos y respetuosos con él. El 13 de agosto del mismo año, Tobón fue suspendido del sacerdocio por seis meses y separado de su diócesis; si las autoridades civiles indagaron sobre el allanamiento, nunca se supo el resultado de sus investigaciones. Quince años antes, en marzo de 1971, laicos y religiosos inconformes con el nombramiento de López Trujillo como obispo auxiliar de Bogotá señalaron públicamente que sería un obispo para "las clases dirigentes", "con la boca sellada para los ricos pero tremendamente abierta para tratar mal al pueblo sencillo". En su larga guerra contra la teología de la liberación, López Trujillo ha tenido aliados que luego le serían incómodos, como el sacerdote belga Roger Vekemans, quien llegó a Bogotá en 1970, cuando salió de Chile a raíz del triunfo de salvador Allende. En Colombia fundó un centro de estudios y la revista Tierra Nueva, que se convirtió en tribuna contra los "liberacionistas"; en su consejo editorial figuraba Alfonso López Trujillo. Ambos jugarían un papel importante en la preparación de la reunión del episcopado latinoamericano en Puebla en 1979. En 1975, en Estados Unidos y en Francia se dio a conocer que Vekeman había recibido dinero de la CIA, lo que arrojó inevitables sospechas sobre la figura de López Trujillo.
El primero de febrero de 1979, durante la Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla unomásuno publicó una carta escrita por Lopez Trujillo, secretario general del CELAM, al arzobispo de Aracajñu, Brasil, Luciano Cabral Duarte, presidente del Departamento de acción Social de ese consejo episcopal. En ella mencionaba abiertamente que sólo "por presión de otros" fue invitado a la reunión el padre Arrupe, superior de los Jesuitas. Criticaba también a Eduardo Pironio, prefecto de la Congregación para los Religiosos, por no reprender a los eclesiásticos que, como Leonardo Boff, expresaban ideas "confusas y desagradables",. El escándalo que la carta desató en los medios clericales fue para la carrera de López Trujillo mucho más peligros que su relación con Vekemans. Se llegó a pensar que tendría que renunciar a su cargo en el CELAM y abandonar sus ambiciones de ocupar la presidencia de ese organismo; algunas organizaciones de religiosos católicos pidieron su dimisión. Sin embargo, poco después de la reunión de Puebla, López Trujillo fue electo presidente del CELAM en una asamblea que tuvo lugar en la ciudad venezolana de Los Teques. El prelado colombiano se identificaba perfectamente con el férreo conservadurismo del nuevo pontífice y desde su importante posición continuaría orientando en ese sentido las políticas del episcopado latinoamericano y hostilizando a los personajes y organizaciones simpatizantes de la Teología de la Liberación.
En 1981, la organización Pax Christi Internacional acusó a López Trujillo de apoyar al bando conservador en la Iglesia Católica de Nicaragua y exhortar a las autoridades religiosas a adoptar una "línea dura contra la revolución sandinistas". Versiones difundidas años después indicaron la participación de López Trujillo en una operación de la CIA para apoyar a la "contra" por medio de ciertos sectores de la Iglesia. A fines de 1988 una misión internacional presentó un panorama desolador de la posición de la jerarquía católica colombiana -encabezada por López Trujillo- en torno a la defensa de los derechos humanos: la jerarquía denunciaba sólo los abusos de la guerrilla, nunca los de los militares ni los asesinatos de religiosos comprometidos con causas sociales, tampoco apoyaba al Comité de Desaparecidos y bloqueaba los esfuerzos por pedir al Papa su mediación; lo más alarmante de todo era que algunos sacerdotes que habían huido de zonas peligrosas, donde habían sido amenazados de muerte, habían sido devueltos y posteriormente asesinados.
Basten un par de ejemplos para ilustrar los muchos conflictos que tuvo el arzobispo López Trujillo con sus fieles, y que relata Salazar Palacio. Uno de ellos es el registrado en Medellín con Eduardo Toro, religioso que estudió Bellas artes en Roma. Su estilo informal y su amistad con el sacerdote Mario Sierra -otro de los perseguidos por López Trujillo, por haber denunciado irregularidades financieras en la arquidiócesis, como la expoliación de dinero y joyas coloniales de las parroquias- indispuso contra él al arzobispo. El conflicto estalló en 1985 por una exposición de Toro que incluía algunos desnudos tomados de modelos vivos de adolescentes. López Trujillo se escandalizó, lo insultó y amonestó, insinuando además que mantenía relaciones con un joven. Toro le escribió haciéndole ver que, como cardenal, habría de elegir al Papa en la Capilla Sixtina, llena de imágenes de desnudos y preguntándole cómo le hacía para pasearse por los recintos del Vaticano, donde abundan esas imágenes. Citaba además comentarios públicos sobre el comportamiento privado del prelado: "...se habla de sus relaciones no muy santas con jóvenes y dan nombres propios". Por otra parte, ese mismo año, ante un notario de Medellín, el laico Rafael Zapata Posada denunció que fue amenazado e intimidado por el arzobispo por haber denunciado sus atropellos "físicos y morales" contra el párroco Winfrido Vercreaye; en este y en otros casos López Trujillo ha tratado de intimidar a los fieles que tienen desacuerdos con él.
El 17 de agosto de 1984, la periodista Penny Lernoux mencionó en el National Catholic Reporter que un "protegido" de López Trujillo, el obispo Darío Castrillón Hoyos, reconoció haber recibido dinero de un famoso narcotraficante "para obras de caridad". En lo años setenta, Castrillón Hoyos colaboró, igual que López Trujillo, con el belga Roger Vejemans, quien al parecer recibía dinero de la CIA. En su artículo, Penny Lernoux comentaba también que, sin que el arzobispo López Trujillo hiciera nada al respecto, dos sacerdotes de su diócesis habían colaborado públicamente con el movimiento cívico "Medellín sin tugurios", fachadas para las actividades ilícitas del célebre narco Pablo Escobar. Esto era por demás sorprendente, pues López Trujillo ejercía un árida disciplina sobre sus subordinados y estaba bien informado, incluso de sus aspectos privados. Al ser interrogado por la periodista, López Trujillo dijo que no sabía de las actividades de esos religiosos ("Yo no soy detective"), no sabía quién era Escobar. Lo que sí supo fue amenazarla con hacerla deportar (porque según él no tenía derecho a criticar a un obispo en un país católico, como Colombia) y con demandarla judicialmente. Además le dijo que como católica estaba obligada a obedecer al obispo y a no criticarlo.
Como se ha mencionado, López Trujillo colabora con Priests for Life, sacerdotes por la Vida. El 21 de marzo de 1994, en carta enviada al entonces nuevo director de ese grupo, Frank Pavone, López Trujillo le decía: "...Pienso que contar con una política uniforme nacional que prohíba que cualquier figura pública sostenga una posición proelección en cualquier institución católica debería ser una consecuencia normal de la posición provida de la Iglesia y de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos..." (www. org/pfl/catolic.org.trujillo/html).
Durante tres lustros, López Trujillo, al frente del Consejo Pontificio para la Familia ha emitido documentos y declaraciones con lineamientos para la lucha ideológica y política contra la libertad sexual y ha promovido o asistido a incontables reuniones antiabortistas donde se estigmatiza a los sectores liberales y feministas, calificándolos por lo menos como “enemigos de la vida”.
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