Monday, August 28, 2006

El pueblo ante el fraude

El pueblo ante el fraude

Edgar González Ruiz



No hay democracia en México, contrariamente a lo que el gobierno foxista pretende hacer creer al mundo, sino un manejo político para garantizar a toda costa la continuidad de la derecha en el poder.

Por ello, el Tribunal Electoral del Poder Judicial rechazó un recuento total, voto por voto y casilla por casilla, aceptando hacerlo sólo en un diez por ciento de ellas, para luego desdeñar las numerosas evidencias de irregularidades que arrojó ese procedimiento.

Los mencionados jueces, al igual que muchos comunicadores y personajes de la esfera política, han sido sumisos a los dictados de la derecha, pues obviamente ellos tienen sus propios y muy concretos intereses y privilegios que desean mantener.

Dichos magistrados ganan hasta 400 mil pesos mensuales, pero su ambición y su cobardía van mucho más lejos, como suele suceder en la historia humana.Ellos no viven como la inmensa mayoría de los mexicanos, y no quieren perder las ventajas de su posición, así como la seguridad y posibilidades de ascenso político y social que les proporciona, al grado de que en las últimas semanas se han denunciado intentos, evidentemente fructíferos, de la derecha para sobornar o presionar a tales personajes.

Ese tipo de negociaciones, que apelan a la bajeza y a la ambición son, al lado de la manipulación mediática de teleadictos y radioescuchas, una de las principales armas con que el oficialismo está enfrentando el movimiento social a raíz del fraude electoral pero que tiene raíces ideológicas más profundas.

Los grandes dirigentes lo son porque encarnan ideas y valores compartidos por su pueblo, como sucede con AMLO, quien ha sustentado un proyecto de nación que enfatiza la justicia social, la defensa de la soberanía y del estado laico, así como un estilo de gobierno republicano y austero, ideas estas últimas que sin duda detestan muchos altos funcionarios y miembros de la clase política.

Ante la inminente imposición derechista, Obrador ha convocado a una Convención Democrática, el próximo 16 de septiembre, donde, entre otras cosas, se analizará la forma que tomará el naciente movimiento social: si la promulgación de AMLO como mandatario reconocido por el pueblo, pero no obviamente por el poder oficial, o el nombramiento de un coordinador de la resistencia civil para una lucha que sin duda será larga y difícil.

En realidad, llevar a AMLO a la silla presidencial es la voluntad mayoritaria del pueblo de México, a la vez que prolongar la resistencia es el imperativo práctico que impone la pretensión dictatorial de la derecha.

Por su parte, la derecha se prepara para responder con los medios a su alcance, que pueden incluir la represión luego de la farsa legaloide que ha protagonizado el Tribunal. Fecal es un personaje proclive a las soluciones autoritarias, policíacas, pero hay que considerartambién el alto costo político que su partido pagaría por tratar de enfrentar así las secuelas del fraude así como la falta de liderazgo y carisma de su propio candidato, quien no se atreve a dar un paso sin el cobijo del ejército presidencial, ni puede asistir casi a ningún evento público por temor a las protestas populares.

El gobierno foxista ya ha puesto en marcha esa estrategia a lo largo de este año, al reprimir en forma sangrienta a los habitantes de Atenco y a los mineros, y ha dado señales intimidatorias contra quienes apoyamos el movimiento de resistencia civil.

Desde luego, juega a disfrazar esas brutales amenazas con apelaciones a las “instituciones” y a las “leyes” que no llegan al corazón de nadie, pues en el fondo se traducen en el respeto a los privilegios que ofrece el poder. De acuerdo con el escenario que la derecha y sus medios pretenden inculcar a los mexicanos, AMLO se quedará sólo y nunca tendrá autoridad real, pero en la realidad, quien está solo es el gobierno de Fox y su candidato Fecal, que disponen de la fuerza, pero pueden comprar cómplices, pero no tienen autoridad moral ni siquiera, quizás, en su propio partido.

Los medios oficialistas, con sus triquiñuelas cotidianas, han tratado de crearles una base social constituida por simpatizantes mediáticos, ganados mediante la repetición cotidiana de consignas y de una propaganda de odio contra AMLO, pero esa supuesta simpatía es tan artificial como efímera, y hay que alimentarla con mucho dinero todos los días, a costa de la credibilidad de los propios medios.


De hecho, los sofismas a los que han recurrido los defensores del fraude son pueriles, al estilo de: “la duda ofende”, “los votos ya se contaron”, “las autoridades electorales son incorruptibles”, “hay que respetar las instituciones”, “no hubo trampas, sólo errores humanos”, “no se presentaron las quejas en la forma debida”, “los magistrados no pueden investigar si hubo trampas o no, porque no les corresponde”, etc.

El escenario real que se presenta al pueblo de México es la disyuntiva entre ceder a las presiones de la derecha y aceptar el fraude, o bien defender hasta las últimas consecuencias su voluntad y proyectos, sin otro límite que el carácter pacífico de la resistencia.

En ese marco, caben todavía muchos hechos insólitos, desde las formas nuevas de resistencia, que han surgido ya en el Plantón, con su atmósfera de escuela política y fiesta popular, hasta la redefinición del prestigio que luego de años el pueblo ha otorgado a personajes de los medios y de la vida cultural y política, que en estos momentos históricos a veces han actuado de manera oportunista o traicionera.

La participación en las protestas contra el fraude y el gobierno derechista, al igual que el boicot a productos comerciales de empresarios que colaboran con la imposición, y el empoderamiento de nuevos medios de comunicación son, entre otras, estrategias que pueden tener efectos decisivos y que dependen sólo de decisiones individuales que sumadas expresan la voluntad mayoritaria de la nación.

Es clara la derrota moral e histórica de la derecha mexicana, pero falta que la lucha del pueblo la haga posible también en el terreno político.

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