Wednesday, May 31, 2006

Sobre los nuevos santos cristeros

Nuevos santos cristeros


Excélsior: 26 de julio de 1931.

Jalapa 25 de julio: Al conocerse el atentado de que había sido víctima el gobernador Tejeda, un grupo de anticlericales exaltados abordaron diversos automóviles y se dedicaron a prender fuego a todas las iglesias católicas.
Al día siguiente, una nota del mismo periódico fechada en Veracruz, se refería al “atentado perpetrado ayer en la persona de los sacerdotes Darío Acosta y Alberto Landa en el interior de la iglesia parroquial”.
“Hoy por la madrugada se inhumó el cadáver del señor cura Acosta, según acuerdo dictado por las autoridades municipales. Se creyó que en caso de llevar a cabo la inhumación durante el día, podía dar lugar a escándalos, agitaciones entre el pueblo y posibles choques entre los católicos y los tejedistas”.
El sacerdote fue enterrado en “una humilde fosa del cementerio general”, marcada con el número 1066 y su cortejo fúnebre estuvo formado por el inspector de policía Sotero Vargas, un oficial del registro civil, un comandante de policía y diez gendarmes en tres automóviles.
Por la mañana del día 26, “centenares de católicos rodearon el hospital, tratando de ver el cadáver y de asistir al sepelio. Se les impidió la entrada y se les negaron informes; pero al fin se conoció la verdad. Los despojos del sacerdote descansaban ya en el cementerio general. Se prohibió el acceso al hospital a la propia madre del señor presbíteros Acosta, quien anoche inútilmente gestionó colocar el sudario a su hijo”.
Durante el asalto a la iglesia parroquial también resulto herido el sacerdote Alberto Landa, así como el joven Broissin y la señorita Quiroga, quien recibió un balazo “en la región glútea”.
También el día 26, por la mañana, se practicó una operación quirúrgica al agresor del gobernador Tejeda, “extrayéndole la bala de pistola calibre 45 alojada en el omóplato derecho”.
Según el jefe de la policía, Samuel Rojano, contrariamente a la versión dada por el vicario Rafael Rosas, quien el 27 de julio saliendo “sigilosamente” de la iglesia parroquial se dirigió a la ciudad de México en un tren que estaba a punto de salir, la policía no intervino contra los católicos el día 25, sino que por el contrario se presentó a “dar garantías” pero “el cabo Pedro Aguirre fue herido por un joven al servicio de los sacerdotes, cuando entraba en el templo con el objeto de cumplir con su deber”
Señala la nota de Excélsior que “con la salida de los sacerdotes se ha calmado la excitación pública”.


El Nacional, 26 de julio de 1931:

Este día, El Nacional recuperaba el relato de un testigo presencial del atentado que sufrió Tejeda, quien como a las 4 de la tarde salía de su despacho “acompañado únicamente de Adolfo Montiel, exdiputado, y detrás los seguía a corta distancia el ayudante Antonio Avila”.
“Por ser sábado, a esa hora se encuentra el Palacio solitario, pues las oficinas están cerradas. Solamente estaban además de los mencionados, un empleado del Departamento de Gobernación y el Oficial Mayor. Tejeda y Montiel avanzaron como unos diez metros, próximos a alcanzar las escaleras para descender, cuando de pronto escucharon por la espalda un detonación. El coronel Tejeda se sintió en el acto herido y se llevó la mano a la oreja derecha con tranquilidad, y en seguida volvió la cara hacia atrás, y ambos vieron venir sobre ellos a un individuo pistola en mano, disparando sobre Tejeda, quien retrocedió ganando hacia el pasillo inmediato, en donde se protegió tras de los pilares, siguiéndole Montiel. Los dos llegaron hasta el ángulo de pilares frente a los inodoros, parapetándose Tejeda detrás de Montiel, pero este se tiró boca abajo pues iba desarmado. Tejeda, entonces, desenfundó su pistola y repelió el fuego mientras el atacante avanzaba seguramente de pilar a pilar asediando a Tejeda y acorando la distancia. Pero el ayudante Avila, repuesto de la primera impresión, sacó la pistola y atacó al asaltante, obligándolo a replegarse hasta los pilares de frente al Salón de Recepciones. El ayudante le disparaba, pero no le hacía caso para nada pues su objetivo era Tejeda, a quien disparaba constantemente. Todos los impactos quedaban en el pilar tras el que se protegía Tejeda. Este cambiaba tiros con el agresor sin tocarse ninguno de los dos por la protección de los pilares. Las pistolas se descararon varias veces. El atacante sacaba cargas febrilmente de sus bolsas, y ágilmente las cambiaba reanudando el fuego”.
“Habíanse cambiado como dieciocho tiros cada uno, cuando del departamento de Gobernación, situado en la esquina opuesta a donde estaba Tejeda, y en dirección al atacante salió el oficial mayor, y en seguida desenfundó su pistola calibre 44 y disparó sobre el atacante varias veces, a quien le hizo blanco en el costado izquierdo, tumbándolo; pero inmediatamente se levantó el agresor sin dejar de disparar levemente avanzó sobre gobernación, en donde cayó, siendo entonces cuando pudo descubrirse que le habían tocado varias balas, encerrándose en completo mutismo”.
“Algunos agentes se presentaron entonces a detenerlo y a cañonearlo, siendo de notarse que durante los quince minutos de la balacera no aparecía ni un agente ni un gendarme y nadie de los que estaban en la parte bajase atrevió a subir las escaleras a auxiliar al gobernador. La guardia del palacio se concretó a impedir que entrara o saliera nadie, y no fue sino hasta que terminó el tiroteo que se presentaron los agentes y algunas personas partidarias, presumiendo de héroes”.
“En esos momentos, un agente llevó ante el gobernador a una mujer joven, comod e 25 años, vestida de traje rojo y abrigo negro, diciéndole al coronel: “A esta mujer la vi hablando con el asesino fuera antes de la fechoría”. Entonces, Tejeda, dirigiéndose a la mujer le dijo: “hacen mal de recurrir a estos crímenes””.
El agresor, un joven como de 22 años, moreno claro, de pelo negro y baja estatura, le había quitado a su ropa la parte del nombre de la tienda de donde procedía y llevaba en los bolsillos “un rosario negro, una medalla milagrosa, otra de San José y escapularios del Carmen”.
Posteriormente, Tejeda y otros funcionarios visitaron al atacante en el hospital para interrogarlo, pero este guardó silencio.
“Cuando el personal judicial le hace preguntas, se queja amargamente de sus heridas, pidiendo que lo dejen en paz, que no quiere hablar, repitiendo únicamente que él no dirá nada, que pierden su tiempo, y pidiendo suplicante sus medallas y escapularios”.
Al saberse la noticia del atentado hubo asaltos a varios templos y enfrentamientos a balazos entre católicos y anticlericales.
“Frente al palacio, en las escaleras de catedral, se reunió un numeroso contingente de obreros, agraristas y empleados, lanzando vítores al gobernador Tejeda y protestándole su adhesión. Tejeda había regresado a Palacio, acompañado de sus sobrinos y unos cuantos amigos, y se asomó a los balcones, atendiendo a la petición ruidosa que le hacía la multitud, ante la que habló dirigiéndose al clero local y hasta mundial, diciendo que con crímenes, con procedimientos terroristas no lo harán retroceder, y que seguirá firme en su obra de desfanatización del pueblo...Agregó que el clero está en un craso error al creer que con asesinatos se acabará la desfanatización...”.
Por su parte, en una carta dirigida a El Nacional el 25 de julio de 1931, la Falange estudiantil roja, el frente revolucionario estudiantil, el bloque intelectual veracruzano y el grupo de las nueve izquierdas, protestaron el por atentado contra Tejeda “por individuo fanatizado por el clero, instrumento de la reacción, que trató (de) asesinarlo. Juventud de Veracruz ve en el coronel Tejeda a un maestro de la revolución”.
Al día siguiente, El Nacional publicó las siguiente declaraciones del general Cándido Aguilar:
“Con motivo del atentado que el clero católico llevó a cabo en contra del gobernador de Veracruz, debo declarar que los revolucionarios veracruzanos nos uniremos como un solo hombre para seguir adelante, hasta conseguir que en nuestro estado triunfen los ideales de nuestro jefe y amigo, coronel Tejeda, que son los ideales del pueblo veracruzano. Habremos de caer uno a uno, pero no retrocederemos”.

Angel José Hermida Ruiz

El atentado al gobernador Adalberto Tejeda

México, 1994.

Cabe hacer notar que bajo Adalberto Tejeda se expidió la ley de participación de utilidades, de inquilinato, de riesgos profesionales y de expropiación.

En el libro se sostiene que “un fanático, manipulado por le clero, trató de asesinarlo el 25 de julio de 1931” (p. 8)
El 16 de junio de 1931, siendo gobernador Tejeda, se aprobó la ley 197 que limitaba a 13 el número de sacerdotes en la entidad.
“El sacerdote Rafael Rúa recorrió Huatusco y otros lugares de esa región, realizando amplia labor contra la ley y pidiendo que se constituyeran comités que la combatieran” (p. 22)
Los ánimos se caldearon al morir asesinado el sacerdote José de Jesús Cano, por lo cual como represalia fueron agredidos en el sepelio, encabezado por el presbítero Juan Cordera, al grito de Muera el gobierno y con Vivas a Cristo Rey, el comandante policiaco y varios agentes, muriendo aquél junto con dos policías. (p. 22)
Quien atentó contra Tejeda era un joven de 22 años y “mal carácter”, de nombre José Ramírez Frías, vivía en Santa Rosa (hoy Camerino Z. Mendoza) en Juárez y Ocampo, con su madre, Manuela Frías Vda de Ramírez, y sus hermanos, Vicente, Socorro y Nieves. José trabajaba como meritorio en la oficina de correos. Su familia era dueña de la pequeña tienda El Nuevo Mundo.


José estuvo dos años en el seminario de Coapan, que abandonó al sufrir una apendicitis. Era ferviente católico, por lo que sus amigos le apodaban “el sacristán”.
José viajaba con frecuencia a Córdoba donde visitaba al sacerdote José de la peña, con quien vivió algún tiempo para atenderse una enfermedad. También tenía cercanas relaciones con el cura Rafael Rúa, quien el jueves 23 de julio lo esperaba a las 20 horas en un automóvil en la calle principal. Ese día regreso a Santa Rosa hacia la medianoche. Al día siguiente salió diciendo que iba a tratar un asunto con el padre Rúa.
El sábado 25, precisamente se cumplía el plazo para le registro de los 13 sacerdotes, con renuencia de la jerarquía católica.
Nieves, la hermana del asesino, y otros de sus familiares, declararon que el padre Rúa “fue quien armó y dio dinero a José Ramírez Frías para que atentara contra la vida del gobernador” (p. 52; lo afirma el autor citando el informe del inspector de policía de Orizaba al presidente municipal del mismo lugar, el 11 de agosto de 1931).
Rúa oficiaba en Orizaba, en los templos de Dolores y del Carmen, y como resultado de las denuncias mencionadas que involucraron a ambos, de pidió su orden de aprehensión a las autoridades de la ciudad de México, pero al parecer nunca se cumplió.
Rúa llegó a figurar de nuevo en la sociedad orizabeña. Había estudiado en el colegio Manuel M. Oropeza, de la misma ciudad, donde hizo amistad con Miguel Alemán Valdés.
José Ramírez Frías murió el 27 de julio de 1931 y fue enterrado en el panteón municipal de Banderilla, Ver..

La nota de El Informador del 2 de abril de 1927 sobre la muerte de Anacleto González Flores dice: “El lic. D. Anacleto Gonzalez Flores y tres conocidos católicos fueron fusilados”
“Se les aprehendió ayer en la mañana y se les juzgó sumariamente”
“El consejo de guerra los sentenció a muerte”.
“La terrible pena fue cumplida a las 13 horas en el Cuartel Colorado”

“El señor general D. Jesús M. Ferreira, jefe de las operaciones militares en el Estado, nos informó anoche, que ayer mismo, a las trece horas fueron pasados por las armas en el cuartel Colorado Grande de esta ciudad, el licenciado don Anacleto González Flores y los jóvenes Ramón y Jorge Vargas González y Luis Padilla, tras de haber sido juzgados sumarísimamente por un consejo de guerra extraordinario que se reunió poco antes de la hora citada, obedeciendo órdenes de la jefatura de la guarnición”.
“Sobre este asunto el señor general Ferreira nos proporciona los siguientes informes: durante la campaña que dirigí en contra de los rebeldes en la zona de los Altos, tuve conocimiento de que en compañía del rebelde licenciado Miguel Gómez Loza, se encontraba el licenciado Anacleto González Flores, lo cual comprobé por el dicho de los prisioneros hechos al enemigo. Después de transcurridos algunos días, la policía militar dependiente de la jefatura de operaciones, logró descubrir que el abogado González Flores había vuelto a esta capital, en donde dirigía la labor de propaganda en contra del gobierno, siguiéndole la pista, pudo saberse que se encontraba oculto en la botica denominada El Tepeyac, situada en el cruzamiento de las calles de Mezquitán y Herrera y Cairo, propiedad del doctor don Francisco Vargas González”
“Ayer en la madrugada, fuerzas federales llevaron a cabo un cateo en el local de la mencionada botica y aprehendieron al licenciado González Flores, quien se encontraba allí acompañado de Ramón y Jorge Vargas González y Luis Padilla, los cuales, según se comprobó, también se dedicaban a hacer propaganda sediciosa en contra del gobierno”.
“En la misma botica fue recogida enorme cantidad de hojas impresas de la mencionada propaganda”
“Los cuatro aprehendidos fueron conducidos al Cuartel Colorado Grande, en donde se reunió un consejo de guerra sumarísimo que los juzgó y sentenció a la pena última, la cual se cumplió a las trece horas y minutos de ayer mismo. Hasta aquí los informes del general Ferreira”.
“La ejecución la llevó a cabo una escolta del 30 batallón y más tarde fueron conducidos los cadáveres a las oficinas de la Sección Médica Municipal, en donde permanecieron a la expectación pública. Enorme aglomeración de personas se formó en el patio del local de la citada sección en donde se encontraban los cuerpos, toda vez que la noticia del fusilamiento de los cuatro detenidos cundió rápidamente por toda la ciudad, causando gran sensación”.
“Anoche mismo fueron entregados los cadáveres a sus familiares, para ser velados en sus respectivos domicilios”.
“Tanto el licenciado González Flores, como los demás fusilados, eran perfectamente conocidos en esta ciudad. Aquél se distinguió siempre por sus grandes dotes oratorias. Los jóvenes Vargas González y Padilla eran estudiantes, respectivamente, de las Facultades de Leyes y Medicina”.
De acuerdo con la nota publicada en Excelsior, el 5 de abril de 1927, y fechada el día anterior en Guadalajara, el general Ferreira señalaba a Anacleto como el “director intelectual” del secuestro y asesinato del estadounidense Edgar Wilkins. Sobre ese asunto, Ferreira envío a la secretaría de Guerra y al presidente de la República, el siguiente telegrama:
“Por confesión que hicieron las autoridades materiales del plagio y asesinato del ciudadano norteamericano Wilkins, se sabe que el licenciado Anacelto González Flores, que fue fusilado el último viernes por el delito de sedición, dirigió al bandolero Mariano Calzada, jefe de la gavilla de plagiarios, el siguiente recado que fue entregado por el referido bandolero a las autoridades militares, al ser capturado hace pocos días:
“ “Es urgente que se ponga al habla con Luis y le diga que ya le procura la herramienta para que siga trabajando en Cerro Chico, haciendo lo posible por ir pronto a Bella Vista, en donde puede arreglar le faciliten algunos azadones y barras. Le recomiendo mucho el asunto del míster, pues tiene que darnos resultado, porque si no le sacamos la moneda a la hierro y se muere del susto, entonces los vecinos le arman el borlote al gobierno y nos ayudan a nosotros a reventarla. Lo saluda su amigo. E. Martínez (rúbrica)” “.
“Me permito advertir a usted que Anacleto Gonzalez Flores, para despistar a las autoridades usaba los nombres de Eleuterio Martínez, José Camacho y José Anguiano. El nombre de Luis al que se refiere el recado anterior es el del cabecilla Luis Silva, que ha venido operando a inmediaciones de Cocula, Jalisco, y muy especialmente en el cerro Chino, en donde la semana pasada fueron derrotados y en donde se encontraba Silva. Se deduce, pues, que el bandolero Calzada recibió la orden del plagio y se encaminó para Cerro Chino, saliendo luego de ese lugar para Cerro Viejo, cruzando la vía cerca de Toluquilla, pasando a inmediaciones de la hacienda de La Calerilla y la de San Antonio, hasta Jocotán, en cuyas inmediaciones fue donde se consumó el domingo 27 del pasado el plagio del señor Wilkins, a quien brutalmente asesinaron los bandidos al sentirse perseguidos muy de cerca por nuestras tropas”.
“En resumen, tengo la seguridad, según las investigaciones que se llevaron a cabo y las mismas declaraciones de los que sirvieron de instrumento en el crimen que el licenciado Anacleto González fue el autor intelectual de ese escandaloso plagio, en el que los responsables pretendieron buscar dificultades con los Estados Unidos, siendo esto una demostración palpable de la actitud a que han llegado los fanáticos en sus actividades, sin importarles para nada los intereses de la Patria”.
“En cuanto al resto de los demás ejecutados por el crimen fueron simplemente los que obedecieron las siniestras instrucciones de los directores morales; y por fortuna, todos ellos han pagado ya con sus vidas sus insanos proyectos y sus bastardas intenciones. Respetuosamente, general de división J. M. Ferreira”
Dos días más tarde, con el título “Un ejemplo de México que debería imitarse”, Excelsior informaba (7 de abril de 1927): “Nueva York. 6 de abril. The Evening Telegram publica un artículo de Mr. Tracy, quien dice que la actitud exigente de los Estados Unidos hacia otros países se vería menos mal si los norteamericanos pusieran el ejemplo en su propia casa”.
“Escribe lo que sigue: “Tan sólo necesitó el gobierno mexicano unos cuantos días para aprehender y castigar a los asesinos de Edgar Wilkins”.
“Billy Mc Swiggin, abogado de Chicago, fue asesinado hace varios meses y hasta la fecha ignoramos quién fue el asesino”.
“El New York Times recibió varios telegramas de la ciudad de México con nuevos detalles sobre el asesinato de Willkins. Explican que el crimen fue resultado de una conspiración contra el gobierno del general Calles, maquinada por González Flores, quien fue ejecutado ya”.
“Expresan también que se descubrió la maniobra gracias a que fueron interceptados varios mensajes”.
En un volante del 21 de abril de 1927, la LNDLR pedía la canonización de Anacleto, como sucedería más de 75 años después.


Anacleto González Flores
El Plebiscito de los mártires

México, 1930

Sin duda, Anacleto Gonzalez Flores, al igual que otros autores católicos, como parte de la herencia cultural de México y de Jalisco, pero su ideología es un ataque directo al laicismo, al cual ha demostrado su apego la sociedad mexicana.

Su periodismo es erudito y enérgico, pero sus ideas radicales. Cita a los clásicos griegos y latinos, comenta anécdotas de la historia europea, cita a Chesterton y a Ibsen, así como argumentos de novelas de autores prácticamente olvidados hoy en día, como el católico Paul Bourget.
Por ejemplo, en El Plebiscito de los mártires afirma: “Los artículos antirreligiosos de la actual constitución son un ataque a la vitalidad de las conciencias y a la vitalidad del país, porque el catolicismo es aliento vital, para la abrumadora, para la aplastante mayoría de los mexicanos”.

Otra cita: “...toda nuestra armadura interior y exterior ha sido forjada en la fragua donde se forjó España: nuestra vocación está formada por la retaguardia de cerca de trece siglos y así como el forjador, que ha pasado toda su vida encorvado sobre el yunque, lleva sobre la carne de sus manos y de sus brazos y en lo íntimo de la substancia de su alma la armadura de forjador y al abandonar el yunque para abrirse paso hacia otro rumbo tendría que comenzar, a trueque de saquear su propio ser, así no es tan fácil volverle la espalda a toda una larga, inmensa historia de sangramiento e inmolación por la Patria y la Cruz”

La cita anterior es del artículo Nuestra Vocación y Nuestra Raza (op. cit., pp. 31-39), donde González Flores defiende un conservadurismo hispanista, elogia a la Armada Invencible y dice “...la vocación, que supone la continuidad, nos ha atado realmente a los de este lado del Bravo a la vocación de España y a los de aquel lado del Bravo a la vocación de Inglaterra, que hemos llegado a ser parte integrante de la personalidad histórica de España...” (p. 35)

El artículo está fechado en 1925 y en él dice: “...Juárez pactó con el protestantismo yanqui, otro tanto hizo Carranza, lo mismo ha hecho el gobierno actual; estamos en plena conjuración contra nuestros destinos como pueblo y como raza, y nos hallamos ante la repetición del desastre de La Invencible”

En otro artículo, El Saldo de la Democracia, de mayo de 1926, dice: “...la democracia moderna ha sido toda una enorme catástrofe, una quiebra inmensa. Su saldo de sangre apenas será posible precisarlo, desde la guillotina hasta las últimas matanzas de que hemos sido testigos en nuestro país. Al lado de este saldo sangriento, habrá que colocar la disminución de la estatura de todos...” (p. 79)

En su trabajo En la cárcel (mayo de 1926) dice que “una inmensa cárcel es todo el país” desde que se promulgó la constitución de diecisiete.

En otro de sus artículos (“Otra carga”) caracteriza a la que según él es la gran trilogía adversa la catolicismo: el protestantismo, que “hace esfuerzos desesperados por penetrar a todas partes, por llegar al corazón de las masas, por arrebatarnos a la juventud y por invadirlo todo”, la masonería y la revolución, que según él es una “aliada fiel” de las dos.

“Nos hallamos en presencia de una triple e inmensa conjuración contra los principios sagrados de la Iglesia, que son los únicos sillares los únicos verdaderos fundamentos d ela civilización. Se recrudecerá el combate; se multiplicarán los esfuerzos de los propagadores del mal y de los portaestandartes del error, y bien pronto se dejará sentir como una inmensa oleada devastadora que herirá todo; el hogar, la familia, la escuela, el pensamiento, el individuo; en fin, todo. Y la guerra se impone; la guerra santa de las ideas, de las palabras tendrá que librarse a pesar del espíritu de cobardía y del amor ardiente que sienten por sus propias comodidades y por su catolicismo de reposo, de pereza, de apatía, de inercia y de inacción” (p. 175)


En otro artículo llama a la escuela laica un “extremo de ignominia, de decaimiento y de postración” (p. 180).
Escribe también: “...es necesario que todos los padres de familia, ante esa inmensa catástrofe moral de que somos víctimas y testigos, ante ese desbordamiento de odio a Dios, abran grandemente los ojos y se den cuenta de que la cuestión de la escuela es una cuestión gravísima que no se resuelve ni mucho menos, mandando a los hijos a la escuela oficial. Y sobre todo los padres de familia deben tener entendido que su responsabilidad es tremenda ante todo el porvenir de sus hijos, ante el porvenir de la patria, ante la historia...”
“...de los padres de familia depende que Dios siga siendo perseguido, que la Iglesia continúe siendo apuñaleada por sus verdugos...” (p. 181)
Habla de la educación oficial como de la “perversión de alma de la niñez y de la juventud”.
En otro artículo se refiere a Las Tres Cruzadas: de la buena prensa, del catecismo (para enseñarlo) y la “cruzada del libro”, para “limpiar todos los hogares de libros malos. Para esto cada católico debe inmediatamente hacer una busca de libros y los malos o los sospechosos de ser malos, los llevará a su párroco para que este resuelva lo que debe hacerse de esos libros...” (p. 212)
Otro artículo, donde resume supuestos abusos contra religiosos señala que “La revolución continúa siendo una verdadera orgía de cafres...la revolución es una ebria, y su embriaguez es de barbarie, de salvajismo, de retroceso a la edad de las cavernas...” (p. 215)
Otro artículo, titulado, “La cobardía de los padres” recrimina a los padres de familia ser complacientes ante la educación laica y afirma que “Saben, se necesita ser ciego o idiota para no saberlo y para no verlo, que el contacto con la escuela laica, con los textos, con los alumnos, con los profesores, en fin, con la atmósfera envenenada de los establecimientos oficiales de instrucción, contrarresta todos los esfuerzos que se hacen en el templo, en el hogar y en cualquier parte para orientar a la niñez y a la juventud hacia Dios y que a la vuelta de unos cuantos años, quizá de unos cuantos meses, sus hijos han empezado a andar por la ruta del mal y de la guerra a la iglesia. Y a pesar de esto, tranquilamente envían a sus hijos a las escuelas laicas” (p. 225)
“...los padres de familia saben perfectamente que en estos momentos de propaganda intensa y fuerte por el laicismo, se hallan en esta situación: o se abstienen de mandar a sus hijos a las escuelas sin Dios, o los mandan para que en ellas les enciendan el corazón y el alma en el odio a la Iglesia”.
“Y no vale que aleguen que no se les enseña a maldecir a Dios ni a perseguir a la Iglesia, porque esto es enteramente falso: por una parte, y por la otea, la sola indiferencia es ya un peligro terrible que equivale a una catástrofe para los que se educan en la escuela laica” (p. 226)
Lo que se hace por la niñez y la juventud “trabajosamente, angustiosamente, dentro del hogar y del templo, es derribado, hundido todos los días por la mano implacable del maestro de la escuela laica” (p. 231).
En otro artículo, “A pedradas”, explica: “...sí continuamos combatiendo a pedradas mientras nuestros enemigos nos combaten con ametralladoras ya cañonazos no haremos nada”
Otro artículo, que se titula El Miedo a la libertad, al igual que otros de sus trabajos es al igual que otros de sus trabajos una defensa del boicot y de la Liga de Defensa Religiosa.

La cuestión religiosa en Jalisco (México, 1954).: ataque a la revolución francesa y mexicana, defensa de la iglesia y de organizaciones como la ACJM, la Liga.

Explica en ese libro tácticas difamatorias de los católicos contra sus adversarios para perjudicarlos económicamente, de tal suerte que “el público preste o niegue su apoyo a estas o aquellas casas y a estas o aquellas personas. El programa de acción fue ampliado y se indicó que nadie protegiera con anuncios al periódico infame (El Occidental); que nadie comprara en las casas de los que proporcionaban anuncios a la prensa impía y de los que fueran masones. La Epoca, periódico católico, se encargó de publicar una listas de las casas que se anunciaban en El Occidental en tanto que en una hoja suelta se dio a conocer el nombre de los masones más connotados” (p. 135)
“Aquella medida dio magníficos resultados, porque, poco después de que se inició la campaña casi todos los que se anunciaban en El Occidental retiraron sus anuncios; muchas casas le negaron su apoyo y no pasó mucho tiempo sin que el diario maldito pereciera de consunción y abrumado por la maldición de la sociedad”.

“Los establecimientos mercantiles y los profesionistas comprendidos en la lista de proscripción se sintieron en el vacío y sus negocios sufrieron grande y fuerte detrimento” (p. 136).

Tú serás rey, fue reeditado en 1938 por el comité diocesano de la ACJM de Guadalajara. Está dedicado a “Cristo Rey –incansable vencedor de las grandes batallas...” (p. 3) , así como a la esposa de Anacleto, “María Concepción Guerrero, angustiada compañera de mi vida” y a sus hijos Anacleto de Jesús y Raúl, así como a la ACJM y a la Cruzada Femenina de la Libertad.

Además de planteamientos ideológicos, hay consideraciones interesantes y bellas sobre la formación personal (“autosuperación”), por ejemplo, al destacar el valor de la lectura, la amistad, y la meditación que es, dice acertadamente, “otra de las herramientas del forjador de sí mismo”. (p. 46)

A la vez, hace referencia, como era usual, a Mussolini: “Benito Mussolini suscribió la doctrina del sacrificio como piedra angular donde descansan las personalidades recias y avasalladoras, desde que escribió en uno de sus libros: “Mi vida es una página abierta donde se pueden leer estas palabras: estudio, miseria, batalla” (p. 51)

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