Friday, July 13, 2007

Conservadurismo y derechos sexuales

Presentación del libro Cruces y Sombras en Managua, Nicaragua, julio de 2007


Conservadurismo y derechos sexuales
Edgar González Ruiz


Muchas gracias por la invitación para referirme al conservadurismo católico que constituye el principal factor de oposición a los derechos sexuales y reproductivos y al estado laico en la región.
Esa corriente política que tiene sus orígenes en la teocracia colonial y que se opone al estado laico y promueve la hegemonía de la jerarquía católica es el tema del libro Cruces y Sombras, que hoy se comenta.
El libro contiene información sobre la influencia de la jerarquía en las leyes y tradiciones políticas de los países latinoamericanos, sobre las redes antiabortistas internacionales y sobre los grupos de ese signo en cada país.
Contiene también, en su parte final, planteamientos sobre las posibles estrategias para la defensa de los derechos sexuales y reproductivos.
Voy a referirme a varios factores relacionados con la forma en que el conservadurismo obstaculiza la vigencia de esos derechos.
El primero de esos aspectos, que explica en buena medida por qué ha sido y es tan difícil esa lucha en el terreno político, es la carencia de un estado laico en América Latina, y hablo en general, porque a excepción de Nicaragua, México y Cuba, en todas las demás nacionales, rigen leyes que otorgan gran influencia y privilegios al clero y que incluso en algunos casos incluso definen la religión católica como la religión del estado, o le otorgan un estatus privilegiado frente a las demás confesiones, si bien en todos los países se acepta la libertad de cultos.
Este es un hecho que se puede constatar con la revisión de las legislaciones correspondientes y de la vigencia de instituciones como la educación religiosa y las capellanías militares, entre otras.
Desde luego esta situación motiva valoraciones opuestas entre sí, según sea la posición desde la que se juzgue, pues mientras que la jerarquía católica alaba esa situación que según ella significa que en AL rige la llamada “libertad religiosa”, sectores liberales, feministas e incluso algunas iglesias protestantes y evangélicas, defienden la necesidad de implantar o preservar el estado laico.
En particular, la lucha por el estado laico es premisa de la defensa de los derechos sexuales y reproductivos. Evidentemente, no puede haber avances en educación sexual, en la promoción de métodos de planificación familiar, en el reconocimiento de la diversidad sexual y en la despenalización del aborto, si el estado se rige en la práctica por las normas del Vaticano que se oponen a todas esas medidas.
Muy relacionado con este primer factor está la diversidad religiosa, que es muy diferente en cada país de la región, pero que se distingue por el gran avance que han tenido muchas iglesias sobre todo evangélicas y de reciente data. Algunas de ellas son muy conservadoras y por lo tanto opuestas a los dsr; otras lo son menos que la católica, pero independientemente de ello hay iglesias que defienden el estado laico no sólo como premisa de igualdad y convivencia pacífica entre las distintas religiones y entre creyentes y no creyentes, sino por considerar que ese laicismo y no la voluntad de poder es acorde con las enseñanzas evangélicas. Es decir, entre esas iglesias hay no sólo opositores sino aliados de la defensa del estado laico, aunque no propiamente promotores de los dsr.
Un tercer factor que cabe mencionar es el desarrollo de las actividades políticas del Vaticano contra los dsr, que no son coyunturales, pero que no se han manifestado de la misma manera en el pontificado de Juan Pablo II y en el de Benedicto XVI. Ambos pontífices representan, por decirlo así, la derecha extrema dentro de la Iglesia, pero su estilo personal y político y sus prioridades son muy diferentes entre sí.
Juan Pablo II, un Papa mediático y actor principal en cambios tan importantes como la destrucción del sistema socialista, puso en énfasis insólito quizás en la idealización de la abstinencia, al grado de que durante su largo pontificado asumió directamente el papel de activista contra el aborto y a favor de la castidad; algunas de sus encíclicas, como el Evangelio de la Vida, tuvieron el tono y el contenido de exhortaciones para el ataque a los sectores que él identificaba como “antivida”. Paradójicamente, en EU y en otros países hubo una gran afinidad entre grupos católicos y protestantes derechistas que se proclamaban “defensores de la vida” sólo por oponerse al aborto, sin cuestionar, al menos con el mismo vigor, las políticas militaristas de Bush.
Benedicto XVI sigue apoyando desde luego el activismo conservador, pero no es, incluso por su imagen y perfil la figura mediática que era su predecesor, ni en sus discursos y documentos exhibe el mismo énfasis en la sexualidad y su represión. Por lo tanto, no desempeña el papel de dirigente carismático de los movimientos antiabortistas Sin embargo, siguiendo los pasos de Juan Pablo II, en América Latina Benedicto XVI está ejerciendo presiones para que los gobiernos rechacen el estado laico, cuya defensa, al lado de otros sectores, creo que debería ser prioridad para quienes promueven los dsr.
Sin embargo, la oposición a los derechos sexuales en AL va más allá de la política pontificia y de las acciones de las jerarquías nacionales, pues en el marco de la llamada globalización o internacionalización, se ha dado una alianza cupular de sectores católicos y protestantes conservadores. No sólo el Vaticano, sino el gobierno de Bush, apoyado por la ultraderecha religiosa, se ha opuesto a los dsr y al estado laico. A esto hay que sumar que el conservadurismo católico, por naturaleza siempre ha sido internacionalista, y en particular el activismo contra los dsr está articulado mediante redes, algunas de ellas con sede en EU, como es Vida Humana Internacional, asentada en Miami , y está respaldado por conocidas organizaciones católicas internacionales, que han sido especialmente favorecidas desde el pontificado de Juan PabloII. Ante esta situación se requiere de una solidaridad internacional para la defensa de los dsr basada en la defensa de la libertad de tomar decisiones personales, de la equidad de género, y del estado laico.