Segundo Debate
México
El último debate
Edgar González Ruiz
El martes 6 de junio, se llevó a cabo el segundo debate televisado entre los candidatos a la presidencia de México, en el escenario de una elección de Estado donde el presidente Fox y otros funcionarios han estado interviniendo para apoyar al candidato derechista, Felipe Calderón, incluso desafiando las leyes y desviando a su campaña importantes recursos.
En la guerra sucia contra la izquierda, el gobierno y el partido oficialista, Acción Nacional, han recurrido prolijamente a la manipulación mediática, con el apoyo de los consorcios televisivos, y por ello desde esa posición política, se ha considerado que el debate tiene lugar en un escenario favorable a la derecha, que también ha estado recurriendo a la manipulación de encuestas.
En este segundo y último debate, se evidenció el oportunismo de los partidos menores, la quiebra del antes oficialista Partido Revolucionario Institucional, y la confrontación entre dos proyectos de país, representados, respectivamente, por la derecha capitalista y por la nueva izquierda.
La candidata del Partido Alianza Social Demócrata y Campesina, Patricia Mercado, quien ha sido militante de algunas organizaciones feministas, inició el debate apoyando indirectamente al PAN, al arremeter contra el llamado “voto útil”, que algunos políticos han propuesto como una necesidad para evitar la continuidad de la derecha en el poder y que en el 2000 fue argumento de la derecha para quitarle al PRI el poder presidencial.
La propuesta de Mercado es la de otro voto útil, para la derecha, al dividir a sus opositores, y para ella misma, cultivando con esta burda maniobra una imagen personal de “conciliadora”, que en términos lógicos excluye el verdadero compromiso con principios. El de Mercado es un juego tramposo, pues su partido no tiene posibilidades de llegar al poder, pero ella puede seguir escalando posiciones y congraciarse con la derecha.
Es una actitud convenenciera y criminal para el país, que Mercado expresó en los términos de que “nuestros adversarios pretenden dividir las alternativas entre buenos y malos, ricos y pobres, peligrosos e inofensivos”. En otras palabras, para bien de la derecha, Mercado, en lugar de abandonar sus ficticias aspiraciones presidenciales a favor de la opción real de la izquierda, pretende restarle votos a esta sobre la base de que es “maniquea”.
También enunció “...la necesidad de construir acuerdos, porque en una discusión siempre el otro tiene algo de razón a la hora de que pone en la mesa sus propuestas…”.
Bajo esa premisa, ella sería capaz de negociar los salarios y las vidas de los trabajadores usando el sofisma de que siempre “el otro” tiene “algo de razón”. Es la candidata ecléctica, la candidata convenenciera, la candidata que, como ha hecho en el pasado, se jacta de su posibilidad de llegar a “acuerdos” con la derecha, y realmente no es nada difícil establecerlos sobre premisas que la beneficien a ella, no a los más pobres ni a la vigencia del estado laico.
Se trata de una actitud sorprendente, si consideramos que en lo que va de este año la derecha ha estado recurriendo a la más salvaje represión, en casos como el de Atenco y el de Sicartsa. ¿Qué estaría dispuesta a negociar Mercado con los asesinos de los trabajadores? Curiosamente, situaciones tan graves no la indujeron a plantear más bien cuestionamientos a la derecha en el poder, sino a enunciar la posibilidad de “negociar” con ella.
En su encarnación de patiño del gobierno actual, por la vía de su dependencia con Elba Esther Gordillo, Roberto Campa Cifrián, del Partido Nueva Alianza, Panal, hizo una propuesta por demás peligrosa para el futuro de la democracia en México: revisar el principio de no reelección, pues según él “si tenemos una democracia más plena es importante reconocer a quienes cumplen bien ya quienes pueden atender estas encomiendas”.
El planteamiento de Campa es la expresión de los anhelos derechistas, pues esa fuerza nunca ha tenido vocación democrática, y la prueba está en que ahora que ha llegado al poder quiere mantenerlo a toda costa, derrochando para ello grandes capitales, haciendo alarde de manipulación mediática, comprando a sus exadversarios, recurriendo a la violencia.
Desplazado a una tercera posición en la competencia electoral, Roberto Madrazo, abanderado del PRI, criticó a sus principales opositores, el PAN y el PRD y trató de comprometer a los candidatos a la firma de compromisos emanados de lo dicho en el debate, pero en realidad, todos los candidatos, excepto Obrador, han basado sus campañas en promesas, mientras que el exjefe del gobierno capitalino tiene como aval la gestión que llevó a cabo en la capital.
Los dos principales competidores, el derechista Felipe Calderón, y Andrés Manuel López Obrador, identificado con la corriente de la nueva izquierda que ha obtenido triunfos en otros países de América Latina, expusieron las líneas ya conocidas de sus proyectos de gobierno: el derechista, centrado en la sumisión a Estados Unidos, en la promoción de los intereses empresariales, y en la ideología de la inseguridad, que procura la defensa de la propiedad aduciendo que los robos y secuestros, que afectan a los más ricos, son el mayor problema de la sociedad. y encarnado en la retórica fascistoide de Calderón, que descansa en los ataques contra sus opositores y en la exaltación de sentimientos de superioridad entre los mexicanos, a los que
exhorta a “ser triunfadores”, y en el debate dijo que “…México tiene que competir para ganar, porque tiene todo para ganar”. Calderón atacó la gestión de AMLO como jefe de Gobierno del Distrito Federal al afirmar que dejó una ciudad “Más endeudada, más inseguridad y una tasa de desempleo mayor”.
Esas afirmaciones gratuitas han sido tópico de los famosos spots agresivos de Calderón contra AMLO, y contrastan con la asombrosa torpeza, el triunfalismo y el derroche del gobierno foxista, al cual Calderón pretende dar continuidad.
Por su parte, AMLO se refirió a los ataques y estrategias sucias de la derecha, como el intento de desafuero que llevó a cabo el año pasado, y explicó la tónica de sus propuestas basadas en la defensa de los intereses populares, con el lema “Por el Bien de todos primero los pobres”. Abundó “Ese es el principio de nuestro Gobierno. No se puede gobernar el País en un mar de desigualdades… el 80% de los mexicanos gana menos de 4 salarios mínimos de 5 mil 400 pesos para abajo, por eso tenemos que cambiar la política económica”.
Ciertamente, la pobreza es lacerante en muchos ámbitos de México, y en otros se viven situaciones cada vez más angustiosas debido a las desigualdades e injusticias que pregona el modelo neoliberal de los que se autodenominan “exitosos” y “competidores”.
En su gestión al frente de la ciudad de México, AMLO ha promovido beneficios sociales importantes como los bonos de despensa para la tercera edad, los centros médicos populares, la creación de escuelas públicas y las obras de vialidad.
Los principales candidatos se lanzaron acusaciones de irregularidades. Al candidato PAN se le acusó de tener empresas familiares, evasoras de impuestos, a la sombra de su gestión como secretario de Energía. Cabe añadir que el nepotismo de Calderón es cada vez más conocido, al grado de que varios de sus hermanos, cuñados, primos, sus suegros y una sobrina política, se han beneficiado directamente del poder. Hace unas semanas, cuando un reportero de la revista Quehacer Político quiso investigar sobre el tráfico de influencias en el rancho de los suegros de Calderón, fue perseguido y balaceado por sus empleados, hecho que el suegro, Diego Zavala, tomó a broma, con la prepotencia que otorga el poder.
Calderón reprochó a AMLO el viejo caso de Nico, un asistente de él, que ganaba un salario de 70 mil pesos, esto es, poco más de 6 mil dólares, pero la acusación palidece ante el enriquecimiento escandaloso de personajes del panismo, como la llamada familia presidencial, y como los altos funcionarios del gobierno foxista, que ganan salarios elevadísimos y se otorgan prebendas y prestaciones. En contraste con la austeridad que ha demostrado AMLO en lo personal y que ha sido una de sus propuestas políticas: volver a la moderación republicana.
El último debate
Edgar González Ruiz
El martes 6 de junio, se llevó a cabo el segundo debate televisado entre los candidatos a la presidencia de México, en el escenario de una elección de Estado donde el presidente Fox y otros funcionarios han estado interviniendo para apoyar al candidato derechista, Felipe Calderón, incluso desafiando las leyes y desviando a su campaña importantes recursos.
En la guerra sucia contra la izquierda, el gobierno y el partido oficialista, Acción Nacional, han recurrido prolijamente a la manipulación mediática, con el apoyo de los consorcios televisivos, y por ello desde esa posición política, se ha considerado que el debate tiene lugar en un escenario favorable a la derecha, que también ha estado recurriendo a la manipulación de encuestas.
En este segundo y último debate, se evidenció el oportunismo de los partidos menores, la quiebra del antes oficialista Partido Revolucionario Institucional, y la confrontación entre dos proyectos de país, representados, respectivamente, por la derecha capitalista y por la nueva izquierda.
La candidata del Partido Alianza Social Demócrata y Campesina, Patricia Mercado, quien ha sido militante de algunas organizaciones feministas, inició el debate apoyando indirectamente al PAN, al arremeter contra el llamado “voto útil”, que algunos políticos han propuesto como una necesidad para evitar la continuidad de la derecha en el poder y que en el 2000 fue argumento de la derecha para quitarle al PRI el poder presidencial.
La propuesta de Mercado es la de otro voto útil, para la derecha, al dividir a sus opositores, y para ella misma, cultivando con esta burda maniobra una imagen personal de “conciliadora”, que en términos lógicos excluye el verdadero compromiso con principios. El de Mercado es un juego tramposo, pues su partido no tiene posibilidades de llegar al poder, pero ella puede seguir escalando posiciones y congraciarse con la derecha.
Es una actitud convenenciera y criminal para el país, que Mercado expresó en los términos de que “nuestros adversarios pretenden dividir las alternativas entre buenos y malos, ricos y pobres, peligrosos e inofensivos”. En otras palabras, para bien de la derecha, Mercado, en lugar de abandonar sus ficticias aspiraciones presidenciales a favor de la opción real de la izquierda, pretende restarle votos a esta sobre la base de que es “maniquea”.
También enunció “...la necesidad de construir acuerdos, porque en una discusión siempre el otro tiene algo de razón a la hora de que pone en la mesa sus propuestas…”.
Bajo esa premisa, ella sería capaz de negociar los salarios y las vidas de los trabajadores usando el sofisma de que siempre “el otro” tiene “algo de razón”. Es la candidata ecléctica, la candidata convenenciera, la candidata que, como ha hecho en el pasado, se jacta de su posibilidad de llegar a “acuerdos” con la derecha, y realmente no es nada difícil establecerlos sobre premisas que la beneficien a ella, no a los más pobres ni a la vigencia del estado laico.
Se trata de una actitud sorprendente, si consideramos que en lo que va de este año la derecha ha estado recurriendo a la más salvaje represión, en casos como el de Atenco y el de Sicartsa. ¿Qué estaría dispuesta a negociar Mercado con los asesinos de los trabajadores? Curiosamente, situaciones tan graves no la indujeron a plantear más bien cuestionamientos a la derecha en el poder, sino a enunciar la posibilidad de “negociar” con ella.
En su encarnación de patiño del gobierno actual, por la vía de su dependencia con Elba Esther Gordillo, Roberto Campa Cifrián, del Partido Nueva Alianza, Panal, hizo una propuesta por demás peligrosa para el futuro de la democracia en México: revisar el principio de no reelección, pues según él “si tenemos una democracia más plena es importante reconocer a quienes cumplen bien ya quienes pueden atender estas encomiendas”.
El planteamiento de Campa es la expresión de los anhelos derechistas, pues esa fuerza nunca ha tenido vocación democrática, y la prueba está en que ahora que ha llegado al poder quiere mantenerlo a toda costa, derrochando para ello grandes capitales, haciendo alarde de manipulación mediática, comprando a sus exadversarios, recurriendo a la violencia.
Desplazado a una tercera posición en la competencia electoral, Roberto Madrazo, abanderado del PRI, criticó a sus principales opositores, el PAN y el PRD y trató de comprometer a los candidatos a la firma de compromisos emanados de lo dicho en el debate, pero en realidad, todos los candidatos, excepto Obrador, han basado sus campañas en promesas, mientras que el exjefe del gobierno capitalino tiene como aval la gestión que llevó a cabo en la capital.
Los dos principales competidores, el derechista Felipe Calderón, y Andrés Manuel López Obrador, identificado con la corriente de la nueva izquierda que ha obtenido triunfos en otros países de América Latina, expusieron las líneas ya conocidas de sus proyectos de gobierno: el derechista, centrado en la sumisión a Estados Unidos, en la promoción de los intereses empresariales, y en la ideología de la inseguridad, que procura la defensa de la propiedad aduciendo que los robos y secuestros, que afectan a los más ricos, son el mayor problema de la sociedad. y encarnado en la retórica fascistoide de Calderón, que descansa en los ataques contra sus opositores y en la exaltación de sentimientos de superioridad entre los mexicanos, a los que
exhorta a “ser triunfadores”, y en el debate dijo que “…México tiene que competir para ganar, porque tiene todo para ganar”. Calderón atacó la gestión de AMLO como jefe de Gobierno del Distrito Federal al afirmar que dejó una ciudad “Más endeudada, más inseguridad y una tasa de desempleo mayor”.
Esas afirmaciones gratuitas han sido tópico de los famosos spots agresivos de Calderón contra AMLO, y contrastan con la asombrosa torpeza, el triunfalismo y el derroche del gobierno foxista, al cual Calderón pretende dar continuidad.
Por su parte, AMLO se refirió a los ataques y estrategias sucias de la derecha, como el intento de desafuero que llevó a cabo el año pasado, y explicó la tónica de sus propuestas basadas en la defensa de los intereses populares, con el lema “Por el Bien de todos primero los pobres”. Abundó “Ese es el principio de nuestro Gobierno. No se puede gobernar el País en un mar de desigualdades… el 80% de los mexicanos gana menos de 4 salarios mínimos de 5 mil 400 pesos para abajo, por eso tenemos que cambiar la política económica”.
Ciertamente, la pobreza es lacerante en muchos ámbitos de México, y en otros se viven situaciones cada vez más angustiosas debido a las desigualdades e injusticias que pregona el modelo neoliberal de los que se autodenominan “exitosos” y “competidores”.
En su gestión al frente de la ciudad de México, AMLO ha promovido beneficios sociales importantes como los bonos de despensa para la tercera edad, los centros médicos populares, la creación de escuelas públicas y las obras de vialidad.
Los principales candidatos se lanzaron acusaciones de irregularidades. Al candidato PAN se le acusó de tener empresas familiares, evasoras de impuestos, a la sombra de su gestión como secretario de Energía. Cabe añadir que el nepotismo de Calderón es cada vez más conocido, al grado de que varios de sus hermanos, cuñados, primos, sus suegros y una sobrina política, se han beneficiado directamente del poder. Hace unas semanas, cuando un reportero de la revista Quehacer Político quiso investigar sobre el tráfico de influencias en el rancho de los suegros de Calderón, fue perseguido y balaceado por sus empleados, hecho que el suegro, Diego Zavala, tomó a broma, con la prepotencia que otorga el poder.
Calderón reprochó a AMLO el viejo caso de Nico, un asistente de él, que ganaba un salario de 70 mil pesos, esto es, poco más de 6 mil dólares, pero la acusación palidece ante el enriquecimiento escandaloso de personajes del panismo, como la llamada familia presidencial, y como los altos funcionarios del gobierno foxista, que ganan salarios elevadísimos y se otorgan prebendas y prestaciones. En contraste con la austeridad que ha demostrado AMLO en lo personal y que ha sido una de sus propuestas políticas: volver a la moderación republicana.
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