Monday, June 05, 2006

Marcial Maciel

Marcial Maciel:
El sátiro místico
Edgar González Ruiz

(Publicado en Quehacer Político, Epoca II, Año 1, No. 9, 28 de mayo de 2006, con el título Castigo Divino, pp. 33-36)

Acusado de abusos sexuales por varios exdiscípulos suyos, algunos de ellos con larga trayectoria dentro de la poderosa orden religiosa que fundó en 1941, Marcial Maciel ha caído en desgracia ante la alta jerarquía católica, luego de haber gozado de la entusiasta protección de Juan Pablo II en su lucha contra el laicismo mexicano.
Más prudente que Wojtyla, al parecer Ratzinger no ha querido comprometer el futuro de la iglesia con favoritismos hacia personajes de tan turbia trayectoria como Maciel, de tal suerte que en vista de esas denuncias, el Vaticano lo ha castigado con la suspensión de sus funciones sacerdotales.
Aunque la decisión no deja conformes a las víctimas de los abusos y los propios legionarios han tratado de soslayar sus efectos, es previsible que debilitará la credibilidad del grupo fundado por Maciel, que posee numerosas escuelas para las élites, y será un golpe mortal para las propias ambiciones de este personaje a la gloria espiritual.
Cabe recordar que en enero de 2005, luego de un nuevo escándalo periodístico motivado por esas denuncias, Maciel anunció que abandonaría la dirección de los Legionarios, pero de hecho continuó siendo la figura central de ese movimiento.

El Legionario
Los Legionarios de Cristo son una de las congregaciones de más rápido crecimiento dentro del catolicismo. En los últimos diez años han duplicado su número de sacerdotes y seminaristas. El grupo dice estar activo en 20 países de Norte y Sudamérica, Europa y Australia.
Han sido muy criticadas sus tendencias plutocráticas, su pragmatismo político, así como su conservadurismo extremo, que lo lleva a respaldar a movimientos antiabortistas que suelen tener tintes agresivos.
Empero, el principal problema que han enfrentado los Legionarios son las acusaciones de abuso sexual contra Marcial Maciel por parte de antiguos discípulos suyos, algunos de los cuales llegaron a ser personajes destacados en la Legión.
Especialmente impactante ha sido el testimonio publicado en 2003 por Alejandro Espinosa en su libro El Legionario, de editorial Grijlabo.
Espinosa fue uno de los primeros seminaristas de Maciel. Ingresó a los Legionarios en 1950 y fue uno de los adolescentes de los que Maciel abusó sexualmente, en episodios descritos en el libro con lujo de detalles.
Otros exdiscípulos de Maciel han abundado en la forma en que el religioso los presionaba para abusar sexualmente de ellos, lo cual nunca ha sido desmentido directamente por Maciel.
Según ese relato, ha sido el fundador de los Legionarios un hedonista de pura cepa, además de engañador e inescrupuloso en la elección de los medios para procurarse sus placeres.
De acuerdo con ese testimonio, Maciel tenía una fuerte adicción a los estupefacientes y pudo haber estado involucrado en el narcotráfico para lo que no tendría escrúpulos en utilizar a sus ingenuos discípulos y quizás cultivó relaciones con el célebre mafioso Lucky Luciano –Salvatore Lucania- quien al igual que Maciel , alguna vez fue denunciado por las victimas de sus abusos sexuales.
Además de lo que puede leerse en el libro de Espinosa concerniente a la adicción y tráfico de estupefacientes en los primeros tiempos de la Legión, se sabe por otra parte que en Inglaterra se han llevado a cabo investigaciones para descubrir posibles operaciones de lavado de dinero en esa organización.
La historia de Maciel según la relata Espinosa abunda en complicidades con jerarcas católicos a los que pudo haber seducido Maciel (el autor se refiere por ejemplo al cardenal Giuseppe Pizzardo, “al mando de la Sagrada Congregación de Religiosos... su gran cuate (de Maciel) a quien compró con centenarios y con su carisma sexual...”, p. 77); en episodios donde Maciel proporcionaba largas noches de amor a poderosas benefactoras de su obra, a quienes de maneras muy sutiles contaba historias sobre la bondad de sus acciones, algo así como las Mil y Una Noches de Maciel.
Espinosa menciona también el uso que hacía Maciel de fuertes recursos económicos para premiar a sus favoritos: “A Luis Mendoza, güero, de ojo azul, de Tanhuato, Michoacán, su pareja durante largos años, le obsequió dos camiones de volteo. El los dedicó a fletar material para construcción, piedra de lava volcánica en el pueblo de Tlalpan.”
El Legionario describe cómo Maciel ha abusado de su poder económico y personal para crear o eliminar oportunidades y trayectorias de vida. Contra Espinosa llegó incluso a proferir amenazas de muerte, en 1963, luego de que este se retiró de la Legión.
El juicio que hoy expresa Espinosa sobre los Legionarios es duro pero bien cimentado en sus propias vivencias, indagaciones y reflexiones: “Denigrando la parte medular de la doctrina de Jesucristo: “bienaventurados los pobres”, toman la religión como una manera de engañar y atraer capitales”.
Entre los protectores de Maciel en sus primeros tiempos estuvo la familia Barroso Chávez, de quien dice Espinosa, “se convirtieron en sus nexos con miembros de la política y de la misma jerarquía católica”; años después, ya a fines de los 90, Maciel recibiría total apoyo de otro poderoso empresario, Lorenzo Servitje, para evitar la transmisión de un programa de televisión, de canal 40, que abordaría el tema de sus presuntos abusos sexuales.

Las mentiras de Maciel
En abril de 2003, la Fundación Logos de Madrid publicó el libro Mi Vida es Cristo, una larga entrevista que le hace a Maciel Jesús Colina, director y fundador de la agencia Zenit.
Reiteradamente, Maciel se refiere en ese libro, por demás interesante, a las “calumnias” de que dice haber sido objeto, pero no hace una refutación puntual de ellas. También afirma directamente que “el Santo Padre (Juan Pablo II) ha ofrecido un apoyo incondicional a los legionarios de Cristo y al Regnum Christi, confirmándonos en nuestra misión de establecer el Reino de Cristo en el mundo y siempre alentándonos a seguir trabajando por el bien de la Iglesia”
Como sucede con otros escritos autobiográficos de personajes poderosos, las confesiones de Maciel resultan bastante imprudentes pese a su evidente intención de confeccionar su propia apología.
Una y otra vez, encontramos en ellas la contradicción como signo de la falsedad. Por ejemplo, al referirse a la guerra cristera, tema recurrente en su discurso, Maciel dice una y otra vez que “...envidiaba a aquellos que se iban a luchar por Cristo” y que esa lucha “iba marcando mi vida, el deseo de darla por Cristo y por la fe”. Pero, si alguna vez tuvo esos deseos, Maciel nunca los hizo realidad y, por el contrario, se convirtió en una de las figuras más poderosas del catolicismo, creando no un grupo de mártires sino un club de millonarios.
Sorprende la manera en que Maciel proclama ser un personaje especialmente elegido por Dios para llevar a cabo una misión: “....Dios me concedió la gracia de una especial intimidad con El, en el sentido de que con sencillez procuraba comentar con Dios todo lo que me pasaba en mi vida, lo que me preocupaba, lo que había hecho, lo que quería hacer, las necesidades de los demás. Para mí y para mis hermanos, por lo que aprendimos en casa, Dios era alguien muy cercano y nos relacionábamos con El de modo espontáneo”
Esa idea le sirve a Maciel para explicar su comportamiento, francamente mentiroso y abusivo, como se verá a continuación, en un episodio que no es una “calumnia” inventada por sus enemigos sino un relato del propio Maciel, donde alardea de su capacidad para engañar a bandos contrarios y beneficiarse él mismo con el engaño.
El hecho ocurrió, según cuenta Maciel, en febrero de 1937, con motivo de un conflicto de la policía con el padre Flores, en Orizaba, cuando este celebraba misa en una casa particular. Con ese motivo, dice Maciel, hubo un altercado entre las fuerzas del orden y los fieles católicos.
“Este episodio fue la gota que derramó el vaso y los obreros y los católicos comenzaron a pedir, de forma pacífica, en grandes manifestaciones, la reapertura de las iglesias. … nos llegaban noticias de todo lo que estaba pasando en la ciudad de Orizaba y de cómo los obreros católicos y los católicos en general habían determinado realizar una gran manifestación pacífica para pedir la apertura de las iglesias. El señor cura me pidió acompañarle a dicha manifestación. El día fijado, los católicos se reunieron en gran número. Muchos de ellos venían de las rancherías y pueblos cercanos a Orizaba. Era gente sencilla, pero dispuesta a defender a la Iglesia. La manifestación pacífica se encontró con las tropas del ejército, enviadas para controlarla y disolverla. La protesta se hacía delante del palacio municipal y la gente quería entrar en él para exigir a las autoridades civiles que devolvieran las iglesias. Yo era un joven seminarista de apenas diecisiete años, pero vi que el ambiente se estaba cargando demasiado por ambas partes y no sé ni cómo me encontré hablando con el capitán de las tropas del ejército. Este me condujo al interior del palacio municipal y me pidió que desde el balcón arengara a las masas para que se calmaran y se retiraran. Como yo veía que efectivamente podría ocurrir una matanza, pedí a los católicos que no forzaran la entrada, que se estaba viendo con el gobernador del estado la posibilidad de abrir las iglesias. En esa ocasión, la gente se contuvo y la manifestación se disolvió de modo pacífico.
Pero días más tarde se volvieron a dar cita los obreros y católicos y el número había crecido considerablemente. La manifestación duró todo el día y ya la final los ánimos estaban muy encrespados. Los soldados sacaron sus bayonetas y sus rifles. Recuerdo que yo recibí un golpe de bayoneta, aún llevo en la pierna la marca de la cicatriz. Algunos manifestantes, ya calientes los ánimos, comenzaron a sacar sus pistolas y disparar al aire....”
Cabe hacer una pausa en el relato de Maciel para observar su evidente falsedad: había afirmado antes que se trataba de una reunión pacífica, presentando a los fieles como posibles víctimas de una matanza, pero resulta que en realidad estaban armados y disparaban al aire, según el relato de Maciel, presumiblemente creyendo que iban a asustar o “controlar” así a los soldados.
Prosigue Maciel en sus recuerdos:
“Estaba anocheciendo, y tanto de un lado como del otro, se estaba ya dispuesto a pasar a la acción. Entonces, el capitán que me había llamado antes de arengar a la masa, me pidió que volviera a hacerlo pues él veía que iba a haber una matanza. Me subí a un camión del ejército y desde ahí comencé hablarles a los católicos, gritando “-¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”. Algunos me comenzaron a llamar de traidor, pues ese día había mucha gente nueva y no me conocían todos. En ese momento lo único que se me ocurrió decir era que no se preocuparan, que ya nos habían concedido la apertura de las iglesias y les pedí que fuéramos todos hacia la parroquia, que podíamos entrar en ella. En realidad, el permiso del gobierno no había llegado, pero yo sabía dónde estaban guardadas las llaves del templo. Así que las tomé, abrimos la iglesia parroquial y toda la gente entró cantando y vitoreando a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Los sacerdotes entraron triunfalmente en la iglesia y luego tuvimos adoración del Santísimo. Dejamos piquetes de guardias para que no nos fueran a cerrar la iglesia y luego nos fuimos a abrir las otras iglesias de Orizaba y de los pueblos vecinos”.
Deja claro el relato de Maciel que en aquel caso a las dos partes –ejército y manifestantes-mintió y engañó, y ya en aquel tiempo sabía subirse al carro del poder para llevar a cabo sus propios planes, con pocas consideraciones hacia la seguridad e incluso la vida de los demás, incluyendo a los fieles católicos que ingenuamente le creyeron. No sólo sabía Maciel que contaba entre los fieles con gente armada, sino que hasta convirtió a algunos de ellos en “guardias”, lejos de haber procurado de antemano un clima pacífico.
Al engaño y al robo le llama Maciel emblema de su vida en su propia conclusión del relato anterior, cuyo desenlace atribuye nada menos que a “una mano providencial y misteriosa”:
“Este episodio es un poco el símbolo de lo que ha sido mi vida. Sin saber cómo y sin buscarlo, estaba metido en medio de una serie de acontecimientos que, desde un punto de vista humano, me sobrepasaban, pero en medio de los cuales una mano providencial y misteriosa parecía acompañarme y guiarme en todo momento”

Marta y Maciel
Con esos antecedentes, no sorprende que ya ubicado en la cúspide de su poder material que no moral, Maciel jugaría de nuevo a ser aliado de bandos opuestos, esta vez, varias décadas después, en la feroz batalla familiar entre Marta Sahagún y Lillian de la Concha, la primera esposa de Vicente Fox.
Se presume que Maciel tuvo que ver en la anulación del matrimonio religioso de la señora con Manuel Bribiesca, en 2005, y en la decisión del fallecido Juan Pablo II de recibir a Marta Sahagún, fuera de protocolo el 18 de octubre de 2001, cuando para la Iglesia era una ''situación irregular'' su boda con Fox.
Maciel conoció al padre de Marta Sahagún, Alberto Sahagún de la Parra, desde que era niño, pues ambos nacieron en Cotija de la Paz, Michoacán, y la hija del médico fue una de las fundadoras de Regnum Christi, brazo seglar de los Legionarios en Celaya.
Según relata Olga Wornat en su libro La Jefa (Grijalbo, 2003), “El 4 de enero de 2001, Lillian y sus hijos consiguieron una audiencia privada con el Papa Juan Pablo II. El intermediario fue el padre Marcial Maciel. El fundador de los Legionarios de Cristo presentó a “Lillian de la Concha de Fox como esposa del presidente de México”. La ultracatólica Paulina (hija adoptiva de Fox y Lillian) le pidió al pontífice que por favor bendijera a su familia, pues ella quería que todos estuvieran nuevamente juntos”.
Paulina ha estado muy cercana a los Legionarios, como alumna destacada y privilegiada de la Universidad Anáhuac, perteneciente a ese grupo.
Pero también Marta Sahagún y Maciel han sido aliados al grado de que años antes de encumbrarse como primera dama, Marta fue tesorera de los Legionarios en Celaya.
De acuerdo con Rafael Loret de Mola (Marta, Océano, México, 2003), Sahagún se acercó a Maciel “quien protegía a Lilian en Roma...Con ello, Maciel, de excepcional habilidad para sacudir conciencias, tomó para sí el privilegio de ser confidente y confesor de las dos mujeres de Fox: la casada por la ley de la Iglesia, Lillian; y la consorte reconocida por la vía civil, la “primera dama”, Marta Sahagún. Todo ello en el mayor sigilo y a la sombra, claro, del poder reflejo”
Asimismo, los Legionarios de Cristo han sido uno de los principales grupos conservadores beneficiados con el influyentismo y las irregularidades financieras de Sahagún. Según publicó La Jornada el 17 de junio de 2004, el fideicomiso Transforma México, de la Lotería Nacional, y la Fundación Vamos México beneficiaron a varias agrupaciones religiosas, entre ellas los Legionarios de Cristo, que recibió recursos de Transforma México y 5 millones de pesos que les donó Vamos México.

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