Terrorista con uniforme
La historia de William Bratton
Edgar González Ruiz
La brutal represión que sufrieron recientemente decenas de manifestantes e incluso periodistas a manos de la policía de Los Angeles, era previsible dada la trayectoria de su actual jefe, William Bratton, quien ara salvar su propia imagen sacrificó a subalternos como Cayler Carter, el oficial de más alto rango que estaba presente en los hechos registraos el primero de mayo, cuando los policías dispersaron una concentración pacífica en un parque del centro de esta ciudad, disparando balas de goma y dando bastonazos a decenas de personas, entre los que se encontraban al menos siete periodistas.
Al igual que Rudolf Giuliani, exalcalde de Nueva York y personaje prominente del partido republicano, Bratton es uno de los símbolos del estado policíaco, con su peculiar discurso y métodos. No conforme con vivir para perseguir a los demás, Bratton ha recurrido en años recientes a una mercadotecnia tramposa, valga la redundancia, para vender su propia imagen.
Cobrando cifras crecidas, este apóstol de la llamada “tolerancia cero” ha imparido asesorías en capitales latinoamericanas sin respetar siquiera las normas migratorias y laborales que para ello tiene cada país.
Terrorista con uniforme
Apoyado por grupos internacionales de corte imperialista, como el Instituto Manhattan, William Bratton, ex-jefe de la policía de Nueva York (de 94 a 96) y jefe policiaco de Los Angeles (desde octubre de 2002), estuvo asesorando en los últimos años a los alcaldes de diferentes ciudades latinoamericanas en lo concerniente al combate a la delincuencia, entendido como la represión de los pobres y de los marginados, poniendo los cuerpos policíacos al servicio de los intereses empresariales.
Se trata en realidad, de uno de los proyectos más peligrosos del neoliberalismo salvaje, y para llevarlo a la práctica se apela lo mismo a la complicidad de funcionarios derechistas en América Latina, que a la ingenuidad o desinformación de la ciudadanía e incluso de políticos de alto nivel acerca del contenido ideológico de las asesorías que venden.
Bratton, a quien se considera un operador de la estrategia de «Cero Tolerancia», es decir, de imponer a los ciudadanos comunes fuertes castigos por infracciones leves, inició su carrera profesional como policía militar, trabajó en la policía de Boston y de Nueva York y de 1996 a 2002 se dedicó a su propia compañía, The Bratton Group, L.L.C., y fue consultor en Kroll Associates.
Cuando trabajaba en la policía de Boston, Bratton se hizo amigo de George Kelling, un «experto» en asuntos policiales quien sostenía que no se debe permitir que ningún delito o desorden, ni siquiera el más mínimo, quede sin castigo, o llevará a delitos más graves y al desorden social. Desde luego, en esa categoría no incluyen los asesinatos, irregularidades y manejos fraudulentos promovidos por gente poderosa como el propio Bratton. En septiembre de 2000 encontramos de nuevo a Bratton y a Kelling, como consultores del Instituto Manhattan, reuniéndose en Caracas con Alfredo Peña y con otros antichavistas.
Por su parte, Kroll Associates es una de las mayores compañías de seguridad del mundo, que desempeña un papel importante en la «guerra contra el terrorismo». «Está metida en toda clase de actividades de policía y espionaje: llevó a cabo una investigación de la red financiera de Saddam Hussein en 1991 para la familia real kuwaití, protegió a los diplomáticos de la embajada yanqui en Haití, entrenó a la policía de Kosovo e Indonesia, etc.» («Nuevo comandante de la guerra contra el pueblo» en Obrero Revolucionario #1184, 26 de enero, 2003). Además, Kroll ha estado apoyando los planes de Bratton en Los Angeles.
A fines de enero de 2003, es decir tres meses después de que Bratton se hiciera cargo de la policía de Los Angeles, un recuento de los daños que había producido incluían: nueve personas asesinadas por la policia, entre ellas un hombre atropellado por una patrulla tras una persecución a alta velocidad. Bratton declaró al respecto que «no me importa si los agentes son agresivos» y dijo que ni siquiera investigaría esas muertes. La lista de muertos incluía también a dos jóvenes asesinados por la policía cuando regresaban de una fiesta. Cuando los amigos y familiares protestaron frente al cuartel de la policía con letreros de «Bratton: Controle a sus agentes», este les contestó: «Controlen a sus hijo».
Bratton ha dicho que va a librar una «guerra contra las pandillas», a las que ha tildado de «terroristas internos» y «amenaza a la seguridad nacional», usando una retórica similar a la de Bush en su «guerra contra el terrorismo». Además, la policía de Los Angeles ha creado unidades de centenares de agentes para realizar rastrillajes al estilo militar de los barrios oprimidos y para poner al día los archivos computarizados sobre miles de jóvenes (llamado «CAL-gang»). Bratton viajó a Israel para aprender las tácticas que allá usan contra los palestinos, y ha establecido una «oficina de seguridad de la patria» a cargo de John Miller, quien era director de relaciones públicas cuando Bratton era jefe de policía de Nueva York. («Nuevo comandante»...).
En América Latina
La lógica con que operan Bratton y otros personajes de la misma ralea, entre ellos el ex-alcalde neoyorkino Rudolf Giuliani, para llevar a cabo sus proyectos internacionales es bastante simple y apela a estrategias de mercadotecnia, pues ante todo esos personajes son comerciantes sin escrúpulos, vendedores de la represión capitalista contra los pobres.
Recurren a una retórica triunfalista, abundante en autoelogios, acerca de su «excelencia» e infalible sabiduría. Es una táctica usual en la publicidad comercial con raíces en debilidades propias de la condición humana, pues mucha gente tiende a dejarse influir por el alarde que otros hacen de sus propios méritos.
William Bratton con su uniforme de policía.Foto archivos. D.R.
Dicho discurso triunfalista está apuntalado además en proyectos internacionales de los llamados «think tanks», o institutos conservadores, que por el mundo van difundiendo la idea de que una prioridad para todas las ciudades es protegerlas de quienes pueden atentar contra la seguridad pública, entendida esta como la salvaguarda de las vidas y bienes de los ricos, exclusivamente.
Si esas premisas son aceptadas por el ayuntamiento de una determinada ciudad, lo cual es fácil si está regido por autoridades derechistas, cómplices de Bratton o algún personaje similar, este hará una breve visita a la urbe, emitirá «consejos» similares, tendientes al combate a la delincuencia callejera con «mano dura» y cobrará, incluso de manera irregular y tramposa, honorarios de decenas de miles de dólares.
Por ejemplo, en México, el alcalde capitalino, Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática, de izquierda moderada, contrató al cínico Giuliani, quien a fin de cuentas hizo recomendaciones como la de encarcelar a los pordioseros y las prostitutas, aprovechando al parecer la ingenuidad o desinformación de autoridades que habían creado programas importantes de beneficio social como el de repartir bonos mensuales a los ancianos.
Pero la derecha neoliberal ha sido aún más astuta pues una vez que el ayuntamiento de la Ciudad de México aceptó el enfoque de Giuliani sobre la delincuencia, las cámaras empresariales y grupos afines a la Fundación Manhattan han estado organizando una gigantesca campaña para azuzar a la población contra López Obrador acusándolo de que no es capaz de «acabar» con los robos y secuestros, generados, precisamente, por las condiciones inhumanas de la sociedad de consumo.
Giuliani cobra 400 mil dólares por ir a asesorar a un país, y 140 mil dólares tan solo por impartir una charla con base en sus esquemas de siempre. Obviamente, es un ladrón, pero muy exitoso, capaz de robar mucho más que cualquier asaltante callejero, con el agravante de que los consejos de Giuliani conducen a quitar la libertad o la vida a gente ya de por sí marginada.
Otro caso es el de Caracas, donde el exalcalde antichavista Alfredo Peña contrató a Bratton para impulsar la represión contra los sectores populares. En este caso y en otros se ha alegado que los crecidos honorarios de los «súper asesores» por sus consejos que van directamente contra el pueblo, son pagados por las grandes empresas locales, lo cual no siempre es verdad, pero en caso afirmativo sienta un peligroso precedente para subordinar la seguridad pública a esos intereses sectarios.
Bratton le cobró a la alcaldía de Caracas la modesta suma de 180 mil dólares, para repetirle su catecismo de la «tolerancia cero» y para ayudarle a formar cuerpos civiles de apoyo a la policía, los llamados «Guardianes de la Ciudad», voluntarios entrenados para servir de apoyo a la labor de la PM. Esto es especialmente grave en el contexto venezolano, donde la policía metropolitana y el alcalde de Caracas han estado apoyando abiertamente a la oposición antichavista.
El 24 de septiembre de 2002, Peña lamentaba tener que recurrir a los grandes empresarios para enriquecer a Bratton: «...Caracas es la única ciudad del mundo (sic) que no saca un centavo de su erario para pagar los valiosos servicios de Bratton, tal como sucede en las ciudades de Europa y América Latina que lo han contratado. Unos 180 mil dólares son los honorarios de Bratton, y a esa cantidad hay que sumar lo que vale el equipamiento de la policía...».
Bratton ha asesorado a funcionarios chilenos y ha estado también en Lima. En julio de 2004, el congresista Rafael Rey hacía notar las irregularidades y el dispendio cometidos en la contratación del mal llamado «superpolicía» William Bratton.
Afirmaba que el llamado «Plan Bratton» que elaboraría el estadounidense para el combate a la delincuencia, en realidad no existe, que su contratación se hizo sin concurso ni licitación, además de que su empresa no está autorizada a contratar con el gobierno peruano, pese a lo cual se le pagó por adelantado el 4 de abril de 2002, «sin prueba de que se hubiese firmado el contrato y sin ninguna garantía». Asimismo, Bratton llegó a Lima el 28 de mayo de 2002, sin visa de trabajo, estuvo sólo hasta el día 31.
«El Concejo de Lima acordó pagar por el supuesto informe 44,800 dólares. Sin embargo, se gastaron 83,183 dólares. Es decir, si hablamos del dichoso documento de 10 hojas que Andrade ha podido mostrar, se gastaron 8 mil dólares por hoja del anillado, o 20 mil dólares por día de visita del señor Bratton».
Se alega que el gasto, no sólo injustificado sino pernicioso, fue sufragado con «donaciones de particulares». Pero, a decir de Rey, en realidad se utilizó dinero de Emape, Emilima, Caja Metropolitana, Invermet, SAT.
Por su parte, el 30 de mayo, en conferencia conjunta con el alcalde de Lima, Alberto Andrade, Bratton explicó que su trabajo en Lima obedecería a las premisas con que ha justificado sus crímenes contra los pobres y los marginados: «se debe invertir en la seguridad para lograr el desarrollo de otras áreas de producción, como el turismo y negocios» y «la policía no debe ignorar las pequeñas faltas, pues estas deben ser combatidas para evitar que pasen a delitos mayores...».
En suma, autoridades de ciudades latinoamericanas han estado pagando cientos de miles de dólares para contratar «superasesores» que en cada lugar impulsan mediante un mismo guión proyectos de represión contra los sectores marginados y paradójicamente exaltan la «tolerancia cero», ellos que así roban y defraudan a países en desarrollo.
Edgar González Ruiz
La brutal represión que sufrieron recientemente decenas de manifestantes e incluso periodistas a manos de la policía de Los Angeles, era previsible dada la trayectoria de su actual jefe, William Bratton, quien ara salvar su propia imagen sacrificó a subalternos como Cayler Carter, el oficial de más alto rango que estaba presente en los hechos registraos el primero de mayo, cuando los policías dispersaron una concentración pacífica en un parque del centro de esta ciudad, disparando balas de goma y dando bastonazos a decenas de personas, entre los que se encontraban al menos siete periodistas.
Al igual que Rudolf Giuliani, exalcalde de Nueva York y personaje prominente del partido republicano, Bratton es uno de los símbolos del estado policíaco, con su peculiar discurso y métodos. No conforme con vivir para perseguir a los demás, Bratton ha recurrido en años recientes a una mercadotecnia tramposa, valga la redundancia, para vender su propia imagen.
Cobrando cifras crecidas, este apóstol de la llamada “tolerancia cero” ha imparido asesorías en capitales latinoamericanas sin respetar siquiera las normas migratorias y laborales que para ello tiene cada país.
Terrorista con uniforme
Apoyado por grupos internacionales de corte imperialista, como el Instituto Manhattan, William Bratton, ex-jefe de la policía de Nueva York (de 94 a 96) y jefe policiaco de Los Angeles (desde octubre de 2002), estuvo asesorando en los últimos años a los alcaldes de diferentes ciudades latinoamericanas en lo concerniente al combate a la delincuencia, entendido como la represión de los pobres y de los marginados, poniendo los cuerpos policíacos al servicio de los intereses empresariales.
Se trata en realidad, de uno de los proyectos más peligrosos del neoliberalismo salvaje, y para llevarlo a la práctica se apela lo mismo a la complicidad de funcionarios derechistas en América Latina, que a la ingenuidad o desinformación de la ciudadanía e incluso de políticos de alto nivel acerca del contenido ideológico de las asesorías que venden.
Bratton, a quien se considera un operador de la estrategia de «Cero Tolerancia», es decir, de imponer a los ciudadanos comunes fuertes castigos por infracciones leves, inició su carrera profesional como policía militar, trabajó en la policía de Boston y de Nueva York y de 1996 a 2002 se dedicó a su propia compañía, The Bratton Group, L.L.C., y fue consultor en Kroll Associates.
Cuando trabajaba en la policía de Boston, Bratton se hizo amigo de George Kelling, un «experto» en asuntos policiales quien sostenía que no se debe permitir que ningún delito o desorden, ni siquiera el más mínimo, quede sin castigo, o llevará a delitos más graves y al desorden social. Desde luego, en esa categoría no incluyen los asesinatos, irregularidades y manejos fraudulentos promovidos por gente poderosa como el propio Bratton. En septiembre de 2000 encontramos de nuevo a Bratton y a Kelling, como consultores del Instituto Manhattan, reuniéndose en Caracas con Alfredo Peña y con otros antichavistas.
Por su parte, Kroll Associates es una de las mayores compañías de seguridad del mundo, que desempeña un papel importante en la «guerra contra el terrorismo». «Está metida en toda clase de actividades de policía y espionaje: llevó a cabo una investigación de la red financiera de Saddam Hussein en 1991 para la familia real kuwaití, protegió a los diplomáticos de la embajada yanqui en Haití, entrenó a la policía de Kosovo e Indonesia, etc.» («Nuevo comandante de la guerra contra el pueblo» en Obrero Revolucionario #1184, 26 de enero, 2003). Además, Kroll ha estado apoyando los planes de Bratton en Los Angeles.
A fines de enero de 2003, es decir tres meses después de que Bratton se hiciera cargo de la policía de Los Angeles, un recuento de los daños que había producido incluían: nueve personas asesinadas por la policia, entre ellas un hombre atropellado por una patrulla tras una persecución a alta velocidad. Bratton declaró al respecto que «no me importa si los agentes son agresivos» y dijo que ni siquiera investigaría esas muertes. La lista de muertos incluía también a dos jóvenes asesinados por la policía cuando regresaban de una fiesta. Cuando los amigos y familiares protestaron frente al cuartel de la policía con letreros de «Bratton: Controle a sus agentes», este les contestó: «Controlen a sus hijo».
Bratton ha dicho que va a librar una «guerra contra las pandillas», a las que ha tildado de «terroristas internos» y «amenaza a la seguridad nacional», usando una retórica similar a la de Bush en su «guerra contra el terrorismo». Además, la policía de Los Angeles ha creado unidades de centenares de agentes para realizar rastrillajes al estilo militar de los barrios oprimidos y para poner al día los archivos computarizados sobre miles de jóvenes (llamado «CAL-gang»). Bratton viajó a Israel para aprender las tácticas que allá usan contra los palestinos, y ha establecido una «oficina de seguridad de la patria» a cargo de John Miller, quien era director de relaciones públicas cuando Bratton era jefe de policía de Nueva York. («Nuevo comandante»...).
En América Latina
La lógica con que operan Bratton y otros personajes de la misma ralea, entre ellos el ex-alcalde neoyorkino Rudolf Giuliani, para llevar a cabo sus proyectos internacionales es bastante simple y apela a estrategias de mercadotecnia, pues ante todo esos personajes son comerciantes sin escrúpulos, vendedores de la represión capitalista contra los pobres.
Recurren a una retórica triunfalista, abundante en autoelogios, acerca de su «excelencia» e infalible sabiduría. Es una táctica usual en la publicidad comercial con raíces en debilidades propias de la condición humana, pues mucha gente tiende a dejarse influir por el alarde que otros hacen de sus propios méritos.
William Bratton con su uniforme de policía.Foto archivos. D.R.
Dicho discurso triunfalista está apuntalado además en proyectos internacionales de los llamados «think tanks», o institutos conservadores, que por el mundo van difundiendo la idea de que una prioridad para todas las ciudades es protegerlas de quienes pueden atentar contra la seguridad pública, entendida esta como la salvaguarda de las vidas y bienes de los ricos, exclusivamente.
Si esas premisas son aceptadas por el ayuntamiento de una determinada ciudad, lo cual es fácil si está regido por autoridades derechistas, cómplices de Bratton o algún personaje similar, este hará una breve visita a la urbe, emitirá «consejos» similares, tendientes al combate a la delincuencia callejera con «mano dura» y cobrará, incluso de manera irregular y tramposa, honorarios de decenas de miles de dólares.
Por ejemplo, en México, el alcalde capitalino, Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática, de izquierda moderada, contrató al cínico Giuliani, quien a fin de cuentas hizo recomendaciones como la de encarcelar a los pordioseros y las prostitutas, aprovechando al parecer la ingenuidad o desinformación de autoridades que habían creado programas importantes de beneficio social como el de repartir bonos mensuales a los ancianos.
Pero la derecha neoliberal ha sido aún más astuta pues una vez que el ayuntamiento de la Ciudad de México aceptó el enfoque de Giuliani sobre la delincuencia, las cámaras empresariales y grupos afines a la Fundación Manhattan han estado organizando una gigantesca campaña para azuzar a la población contra López Obrador acusándolo de que no es capaz de «acabar» con los robos y secuestros, generados, precisamente, por las condiciones inhumanas de la sociedad de consumo.
Giuliani cobra 400 mil dólares por ir a asesorar a un país, y 140 mil dólares tan solo por impartir una charla con base en sus esquemas de siempre. Obviamente, es un ladrón, pero muy exitoso, capaz de robar mucho más que cualquier asaltante callejero, con el agravante de que los consejos de Giuliani conducen a quitar la libertad o la vida a gente ya de por sí marginada.
Otro caso es el de Caracas, donde el exalcalde antichavista Alfredo Peña contrató a Bratton para impulsar la represión contra los sectores populares. En este caso y en otros se ha alegado que los crecidos honorarios de los «súper asesores» por sus consejos que van directamente contra el pueblo, son pagados por las grandes empresas locales, lo cual no siempre es verdad, pero en caso afirmativo sienta un peligroso precedente para subordinar la seguridad pública a esos intereses sectarios.
Bratton le cobró a la alcaldía de Caracas la modesta suma de 180 mil dólares, para repetirle su catecismo de la «tolerancia cero» y para ayudarle a formar cuerpos civiles de apoyo a la policía, los llamados «Guardianes de la Ciudad», voluntarios entrenados para servir de apoyo a la labor de la PM. Esto es especialmente grave en el contexto venezolano, donde la policía metropolitana y el alcalde de Caracas han estado apoyando abiertamente a la oposición antichavista.
El 24 de septiembre de 2002, Peña lamentaba tener que recurrir a los grandes empresarios para enriquecer a Bratton: «...Caracas es la única ciudad del mundo (sic) que no saca un centavo de su erario para pagar los valiosos servicios de Bratton, tal como sucede en las ciudades de Europa y América Latina que lo han contratado. Unos 180 mil dólares son los honorarios de Bratton, y a esa cantidad hay que sumar lo que vale el equipamiento de la policía...».
Bratton ha asesorado a funcionarios chilenos y ha estado también en Lima. En julio de 2004, el congresista Rafael Rey hacía notar las irregularidades y el dispendio cometidos en la contratación del mal llamado «superpolicía» William Bratton.
Afirmaba que el llamado «Plan Bratton» que elaboraría el estadounidense para el combate a la delincuencia, en realidad no existe, que su contratación se hizo sin concurso ni licitación, además de que su empresa no está autorizada a contratar con el gobierno peruano, pese a lo cual se le pagó por adelantado el 4 de abril de 2002, «sin prueba de que se hubiese firmado el contrato y sin ninguna garantía». Asimismo, Bratton llegó a Lima el 28 de mayo de 2002, sin visa de trabajo, estuvo sólo hasta el día 31.
«El Concejo de Lima acordó pagar por el supuesto informe 44,800 dólares. Sin embargo, se gastaron 83,183 dólares. Es decir, si hablamos del dichoso documento de 10 hojas que Andrade ha podido mostrar, se gastaron 8 mil dólares por hoja del anillado, o 20 mil dólares por día de visita del señor Bratton».
Se alega que el gasto, no sólo injustificado sino pernicioso, fue sufragado con «donaciones de particulares». Pero, a decir de Rey, en realidad se utilizó dinero de Emape, Emilima, Caja Metropolitana, Invermet, SAT.
Por su parte, el 30 de mayo, en conferencia conjunta con el alcalde de Lima, Alberto Andrade, Bratton explicó que su trabajo en Lima obedecería a las premisas con que ha justificado sus crímenes contra los pobres y los marginados: «se debe invertir en la seguridad para lograr el desarrollo de otras áreas de producción, como el turismo y negocios» y «la policía no debe ignorar las pequeñas faltas, pues estas deben ser combatidas para evitar que pasen a delitos mayores...».
En suma, autoridades de ciudades latinoamericanas han estado pagando cientos de miles de dólares para contratar «superasesores» que en cada lugar impulsan mediante un mismo guión proyectos de represión contra los sectores marginados y paradójicamente exaltan la «tolerancia cero», ellos que así roban y defraudan a países en desarrollo.
2 Comments:
Esta información sobre la contratación de William Bratton en la Municipalidad de Lima efectivamente ocurrio y fue gracias al ex congresista de Renovación Nacional Rafael Rey que dio a conocer ante la opinión publica limeña, incluso posteriormente fue respaldada por un Informe de la inspectoria de la misma Municipalidad. Utilizandose fondos de INVERMET, EMAPE,SAT,CAJA METROPOLITANA y burlandose de las normas de contrataciones y adquisiciones del estado.
Saludos
Angel Arbañil
MAS sobre WILLIAM BRATTON...(Extracto de un informe de la Municipalidad de Lima) INCUMPLIMIENTO DEL DECRETO LEGISLATIVO N° 703 QUE APRUEBA LA LEY DE EXTRANJERIA POR PARTE DE LA MUNICIPALIDADA DE LIMA EN LA SUSCRIPCION DEL CONTRATO CON EL SR. WILLIAM BRATTON POR SU CALIDAD MIGRATORIA DE TURISTA.
La firma del contrato entre la Municipalidad de Lima y la empresa THE BRATTON GROUP LLC C/KROLL según el documento que obra en los antecedentes se suscribio el 02 de abril de 2002, existiendo incongruencias entre la fecha de suscripción y el ingreso al pais del citado señor, en razon que se torna imposible que el señor BRATTON haya estado presente el día 02 de abril.
Las firmas del señor Bratton que obran en el contrato suscrito con fecha 01 de abril, en el anexo y en las declaraciones juradas difieren a simple vista totalmente, con la firma del citado señor comparadas con la firma que figura en la fotocopia del pasaporte que se encuentra en los antecedentes recabados.
Asi mismo con carta N° 001-2003-MML/OCI de fecha 18 de setiembre del 2003 se requirio al Director de Migraciones informe respecto del movimiento migratotio de los señores William Joseph Bratton y del señor William Mright Andrews, habiendo adjuntado para la busqueda el número de pasaporte del señor BRATTON N° 111226876 con fecha de nacimiento 06 de octubre de 1947, y del señor ANDREWS pasaporte N° 111407740 y con fecha de nacimiento 22 de febrero de 1949.
Existiendo las siguientes contradicciones respecto a lo informado por la Dirección de Migraciones mediante Oficio N° 22779-2003-IN-1601 de fecha 26 de setiembre del 2003, la primera relacionada con el nombre del señor BRATTON pues de conformidad con los datos enviados por nosotros el numero de pasaporte y fecha de nacimiento corresponde al nombre de WILLIAM BRATTUN DE VILLER ingresado el 28 de mayo del 2002 con VISA DE TURISTA, la segunda contradicción es que en la fotocopia de la visa que obra en los antecedentes del contrato en la Municipalidad de lima, el señor BRATTON figura ingresando al pais con VISA DE NEGOCIOS.
De acuerdo a lo informado por la Dirección de Migraciones al haber ingresado el Sr. Bratton con visa de turista estaba impedido de suscribir un contrato de servicios en el país por estar impedido de conformidad con el Decreto Legislativo N° 703 de fecha 05 de noviembre de 1991 que aprueba la ley de Extranjería, Articulo 11 inciso f) que señala que los Extranjeros que tengan calidad migratoria de turista ingresan al pais sin animo de residencia y no pueden realizar actividades remuneradas o lucrativas.
La citada situación ha generado que la Municipalidad de Lima, haya abonado honorarios, impuestos y reembolsos por un contrato que deviene en nulo.
Saludos
Angel Arbañil
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