Sunday, October 15, 2006

El nuevo santo: reaccionario y "populista"

Rafael Guízar:
Política de la santidad
Edgar González Ruiz

Rafael Guízar y Valencia se convirtió hace unos días en el primer obispo del país elevado a los altares, y el primer prelado santo oriundo de América.
Su canonización confirma la tendencia del Vaticano de ensalzar el activismo político de tinte conservador, pues Guízar participó en la resistencia de la Iglesia contra las instituciones emanadas de la Revolución Mexicana.
Sin embargo, también cultivó una popularidad basada en una imagen de atención hacia los pobres, por lo que se le puede considerar un santo de tintes “populistas”.
Tío abuelo del fundador de los Legionarios de Cristo, de acuerdo con algunos testimonios, el santo tuvo con él una relación conflictiva.

Negocios, Fe y Política
El 29 de enero de 1995, en El Vaticano el Pontífice Juan Pablo II beatificó a Guízar y Valencia, quien “…afrontó con valentía la dramática situación de su país católico en el que la Iglesia era perseguida".
En realidad, más que persecución hubo un conflicto, que llegó a las armas, entre la jerarquía católica y el gobierno, donde ambos bandos cometieron sangrientos abusos.
A pesar de que Guízar dejó entre muchos de sus feligreses una imagen de abnegación, generosidad y trato bondadoso, y la aureola de ser un amigo de los pobres, su beatificación despertó en las filas católicas algunas objeciones, pues hubo quienes señalaron su gusto por los negocios, su "falsedad e hipocresía", así como su carácter iracundo y violento, proclive a la intemperancia verbal; más que un santo, opinaron algunos, Guízar y Valencia era alguien que aparentaba santidad, y un religioso recordó que en alguna ocasión se le acusó de planear la muerte de un presidente municipal, por lo cual tuvo que huir del país.
Nacido en Cotija, Michoacán, el 27 de abril de 1878, en el seno de una familia pudiente, dueña de la hacienda de San Diego, en Michoacán, murió en la ciudad de México el 6 de junio de 1938. Se ordenó sacerdote en 1901 en Zamora, donde ejerció también como misionero apostólico, nombrado por el Papa León XIII. En 1903 pasó a ser director espiritual del seminario de Zamora. Por razones que no se han aclarado, en 1907, fue castigado por el obispo de ese lugar, José María Cázares y Martínez, quien le prohibió el ejercicio de su ministerio.
Según Antonio Peñalosa, biógrafo de Guízar, la razón directa de esa decisión fue un anónimo contra Cázares que se supuso escrito por Guízar y Valencia, a raíz de pugnas personales entre ambos motivadas, a su vez, decían algunos de los que conocían al religioso, porque este había escrito un papel fraudulento donde uno de sus familiares le cedía dos casas, mientras otros lo acusaban de comprar leoninamente unos terrenos. Al recibir la herencia de sus hermanas..-explica Peñalosa en su libro Rafael Guízar, a sus órdenes, mismo que fue aprobado por la Causa de la Beatificación de Guízar, el hoy santo pensó que el dinero le rendiría más si lo trabajaba en vez de depositarlo en el banco; compró unos terrenos al señor Pablo Vargas, pagó una parte en efectivo y firmó un documento por el saldo. Luego, Guízar alegó que el terreno era malo y pedregoso y Don Pablo se apresuró a reclamarle: "negocios son negocios y usted tiene que pagar". Gu¡zar pidió el documento, lo rompió, y Vargas lo acusó con su superior Cázares Martínez, entablando además una demanda ante las autoridades civiles, que no prosperó. El castigo contra Guízar estuvo vigente unos años, hasta el fallecimiento del obispo.
Los manejos económicos fueron tema importante en la vida de Guízar y Valencia. "Rafael -escribió Carlos Loret de Mola en su libro ÿ Angel sin ojos - toma la riqueza pero no la da a los pobres en seguida. Comienza a realizar negocios para acrecentar esa fortuna; compra y vende terrenos, mueve rebaños de bovinos y aprovecha los conocimientos que le legó su permanencia de la juventud en los soleados campos michoacanos...Es hombre de misión y de negocios. Mira, si, al cielo, pero con el rabillo del ojo acecha sus pasos por la tierra. Moderna y simpática edición de santidad misionera!.... No le importa el dinero personalmente; pero lo necesita como vehículo para hacer el bien; y como pertenece a una familia de comerciantes y de financieros, de hombres de gabinete y de campo, no puede sustraerse al deseo de negociar lo propio para ...aumentar el poderío de sus actos"
En cierta ocasión, prosigue el biógrafo, preparó en la Catedral de Zamora una ceremonia donde recibió a multitudes arrolladoras. "El padre Guízar -que nunca paraba en gastos- ornamentó las naves de una manera suntuosa, teatral y magnífica".
Eduardo J. Correa coincidía plenamente con Loret de Mola: "Don Rafael -aseguraba Correa- había manejado millones, invirtiéndolos en diversos negocios para financiar sus obras apostólicas". "Por supuesto –escribió- que sus agencias para reunir fondos, no le impedían dedicarse a sus labores de misionero trashumante... con cualquier pretexto, lo mismo para hacerles entender a los creyentes la importancia y la necesidad de la prensa católica y urgirlos a que la favoreciesen, que describiéndoles el avance de la corrupción en las costumbres por los espectáculos inmorales y el olvido de Dios, que llevando las conversaciones por los canales de la piedad".

La santidad en los tiempos del PRIAN
Durante la revolución, Guízar predicó entre las tropas en México, Puebla y Morelos; en 1916, salió con destino a Guatemala y Cuba; en 1919 el papa Benedicto XV lo eligió obispo de Veracruz, a donde arribó en 1920.
Unos años antes, Guízar había estado financiando el periódico católico La Nación, cuya efímera existencia se remonta a los años 1912 y 1913, y no sólo fue empresario del mismo sino que promovió una vigorosa campaña contra el periódico El País, que le disputaba a La Nación su carácter de vocero del catolicismo.
Se ha señalado que Guízar escribía con algún seudónimo además para Omega y El Hombre Libre, periódicos derechistas de la época, propiedad de Diego Arenas Guzmán. Por eso, un admirador suyo le escribiría estos versos: "A escribir muchas horas se entregaba elocuentes artículos morales, que Arenas Guzmán le publicaba en sus periódicos bisemanales. Mucho escribió para su amada grey, contra el gobierno veracruzano, defendiendo de Dios la eterna ley y los derechos del pueblo cristiano".
Carlos Loret de Mola, quien escribió el libro Angel sin ojos, biografía del hoy santo, afirmó que el seudónimo que usó Guízar, en los años 20 fue el de "Silviano Velarde", opinión compartida por otros conocedores de la vida del beato y de la cual, sin embargo, discrepaba Eduardo J. Correa, quien señalaba que no era Guízar sino otro religioso quien escribía esos artículos, sumamente agresivos y reaccionarios.
El autor de esos artículos se oponía a los arreglos con el gobierno para poner fin a la guerra cristera, a la subordinación de la Iglesia al Estado, lanzaba feroces ataques contra los gobiernos revolucionarios, y promovía campañas moralizadoras contra las modas “obscenas”, las publicaciones e influencias liberadoras. Decía uno de esos textos: “Quien sigue la moda se arroja al vicio, al escollo y al crimen y se deja arrastrar de la pasión. La consecuencia es la pérdida de la honra". Otro sentenciaba: “…la mujer es chocantísima salida de su esfera; sacada del radio de la dignidad, del pudor, de la modestia, que deben ser sus mejores adornos, sus atractivos más salientes, las mujeres se degradan, se envilecen, se arrastran en el lodazal, y se convierten en algo muy repugnante, asqueroso y nauseabundo, si carecen de virtud".
Aunque no se sabe que haya participado directamente en la guerra cristera, Rafael Guízar apoyó el activismo que condujo a ella, como señaló el último general en jefe del Ejército Cristero, Jesús Degollado Guízar, también tío de Marcial Maciel, hace constar en sus memorias el entusiasmo del hoy santo por las actividades políticas, al comentar que, antes del conflicto , cuando "por disposición" de sus "superiores" fue a registrar el antiobregonista Partido Nacional Republicano en el estado de Veracruz tuvo un "éxito rotundo", "gracias a la ayuda de Dios y al Sr. Obispo de Veracruz, D. Rafael Guízar Valencia".
"Nunca me someteré a la ley… y ordeno a mis sacerdotes que no se sometan a una reglamentación tiránica y anticonstitucional, que tiende a hacer de la comunidad católica una corporación de esclavos" proclamaba Guízar y Valencia en su carta pastoral del 4 de julio de 1931, refiriéndose a la ley que el 18 de junio había aprobado el Congreso local de Veracruz, disponiendo un número máximo de sacerdotes para la población.
El 25 de julio de 1931, luego de un atentado de fanáticos católicos contra el coronel Adalberto Tejeda, gobernador de Veracuz, había sido asesinado en represalia el joven sacerdote Darío Acosta, que es otro de los nuevos santos mexicanos.
Ese mismo año, con el apoyo del nuncio apostólico, Guízar decidió suspender el culto en Veracruz, en respuesta a la mencionada reglamentación. Los cultos se reanudarían hasta el 21 de marzo de 1937, luego de que en febrero de ese año se registraran algunos enfrentamientos violentos por motivos religiosos.
Dos años antes, en julio de 1935, en Coatepec tuvo lugar un intento de rebelión, a resultas del cual fueron apresadas 102 personas acusadas de sedición, asalto, homicidio y lesiones, señalan lacónicamente algunos periódicos de la época. Peñalosa se refiere a la participación de Guízar en ese episodio, señalando que sabedor de que se preparaba una asonada católica en Coatepec, Huatusco y Paso de Ovejas, Guízar mismo envió un aviso a sus fieles diciendo que se aplazaba el movimiento, pero el aviso no llegó a Coatepec, ni a Paso de Ovejas.
Durante el régimen de Calles, Guízar recibió una carta de comparecencia del juez de distrito - Abelardo Cárdenas MacGregor; "El misionero -señala uno de su biógrafos- estaba ya en acción, hablando sobre un tema delicado en aquel medio, pues combatía a las sociedades secretas que eran enemigas de Dios, todo bondad y misericordia".
A la muerte de Guízar, ocurrida el 6 de junio de 1938 en la ciudad de México, en la casa (hoy inexistente) de Amsterdam 83, propiedad de su hermano Prudencio, el cabildo veracruzano acordó hacer las gestiones conducentes para trasladar el cadáver y sepultarlo en Jalapa.
Los peculiares milagros que apoyaron respectivamente la beatificación y canonización de Guízar fueron el embarazo de una mujer estéril, y el haber curado a un nonato de labio leporino.
El gobernador veracruzano, el priísta Fidel Herrera Beltrán, ha festejado la canonización con bombos y platillos, dejando de lado la tradición laicista contra la que combatió el santo. En honor de Guízar, el gobierno que encabeza publicó una reedición de Angel sin Ojos, en cuya presentación curiosamente el funcionario destacó nada menos que los aspectos “populistas” del religioso, tan detestados por la aristocracia del dinero, presentándolo como “padre de pobres”, cuya memoria “renueva el compromiso de todos con el verdadero objetivo de hacer felices a través de la justicia social”, aunque también lo exaltó como pionero de la política convenciera hoy en boga: “un ser humano generoso que buscó conciliar a través del diálogo para encontrar acuerdos”.

El sobrino incómodo
Rafael Guízar nació en el seno de una familia influyente en las filas del clero. Dos de sus hermanas profesaron como religiosas teresianas, mientras que su hermano, Antonio Guízar y Valencia, fue obispo de Chihuahua en la época de la rebelión cristera, cuando participó en la famosa reunión de noviembre de 1926 donde varios obispos declararon la licitud de la rebelión armada.
A principios del siglo pasado, Antonio y Rafael fundaron la orden religiosa Los Esperancistas, dedicada a la Virgen de la Esperanza, clausurada años después, durante la lucha revolucionaria.
Una de las hermanas del nuevo santo, Maura Guízar y Valencia, fue madre de Maura Degollado Guízar, madre a su vez de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Nacida el 10 de abril de 1895 en Cotija, en 1909 Maura Degollado se trasladó a Zamora, donde estudió con las religiosas teresianas, establecidas en esa ciudad precisamente por Rafael Guízar, quien era también su confesor. Maura, o “Mamá Maurita”, como a veces le dicen los legionarios, fue fundadora en Cotija de la Asociación de Damas Católicas, otro de los grupos de apoyo de la política clerical.
Murió el 25 de diciembre de 1977 en la Ciudad de México. En 1995, se inició su proceso para elevarla a la categoría de Sierva de Dios, que le fue otorgada en el 2000. Los legionarios siguen promoviendo su ascensión a los altares e incluso, la de su hijo Marcial acusado de pederastia y de abusos de poder, y castigado por Benedicto XVI. Empero, algunos simpatizantes de Maciel confían en que, a fin de cuentas, pesará más el poder y la riqueza que Maciel ha aportado a la Iglesia.
En su libro Mi Vida es Cristo, Maciel evocó algunos episodios de su convivencia con Rafael Guízar y Valencia, quien, según relata el fundador de los Legionarios, predicó en la Alameda de la ciudad de México, donde tocaba en el acordeón canciones populares
En contraste, en El Legionario, publicado en 2003, Alejandro Espinosa, ex discípulo de Maciel, relata que cuando este estudiaba en el seminario de Jalapa, al que entró a los quince años, “monseñor Guízar y Valencia…advirtió las tendencias del adolescente y decidió “orientarlo en la vida”.Al no obtener éxito, se vio obligado a expulsarlo y aconsejarle: “podrías dedicarte a vender tamales y atole”, actividad propia de los discriminados de la sociedad”
“¡Yo jamás te ordenaré¡-le anunció categórico el obispo, convencido de que Maciel no tenía vocación para el estudio, la disciplina y el trabajo, no sólo por sus inclinaciones, sino por su mediocre desempeño académico durante el año y medio que estuvo en el seminario”.

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