PRI y PRD
Alianza PRD-PRI por Josè Fernàndez Santillàn
Ciertamente entre el PRD y el PRI existen divergencias y rencores
inocultables. Sin embar go, como bien lo dijo Emilio Chuayffet, "el
PRI y el PRD son primos hermanos". Heredero del pensamiento de don
Jesús Reyes-Heroles, el político mexiquense sabía a lo que se refería
cuando hacía tal aseveración: ambos partidos tienen una base de
sustentación que se reclama a la historia de los grandes movimientos
sociales y constitucionalistas de nuestro país: la Independencia que
se plasmó en la Constitución de Apatzingán de 1814 y en la
Constitución federalista de 1824; la Reforma encabezada por Juárez,
que se tradujo jurídicamente en la Carta Magna de 1857; la Revolución
que cristalizó en términos formales en la Constitución de 1917, y el
cardenismo que le dio un contenido social al régimen de la Revolución.
La afinidad histórico-ideológica entre el PRD y el PRI, de confección
laica e ilustrada, queda aún más al descubierto si se le compara con
la tradición conservadora y clerical que le da razón de ser al PAN: el
Imperio de Iturbide, las Siete Leyes de 1836, las dictaduras de Santa
Anna, el pensamiento de Lucas Alamán, el Imperio de Maximiliano y la
dictadura de Porfirio Díaz. Los panistas son legatarios de los
conservadores del siglo XIX.
El contraste viene a colación porque la política mexicana se puede
explicar en torno a dos polaridades: de una parte, el oficialismo y la
oposición; de otra, derecha e izquierda. La polaridad que sustentó la
victoria de Fox en 2000 fue la primera. Lo que se quería era desbancar
al oficialismo priísta. En contraste, la polaridad que parece dominar
hoy en día es entre la derecha y la izquierda. Por eso el PRI debe
recuperar el sentido progresista que le dio razón de ser; acercarse,
como se juzgue conveniente, al PRD. La sustancia de la alianza está
allí, las formas para realizarla pueden ser tan variadas como se
quiera.
Pues bien, aparte de la convergencia producto de la necesidad de
atajar el activismo presidencial y tomando debidamente en
consideración la tradición histórica que comparten PRD y PRI, hay un
último aspecto que vale la pena poner de relieve: en estas elecciones
están quedando cada vez más en claro dos grandes tendencias. Por un
lado, el neoliberalismo con su carga elitista y polarizante en materia
de distribución de la riqueza; de otro, lo que yo llamaría el modelo
socialdemócrata que propone una política incluyente y de corrección de
las disparidades sociales. A pesar de que en esta campaña el PRI ha
querido situarse en el centro del espectro político, la verdad es que
no tiene otra posibilidad más que moverse a la izquierda
socialdemócrata en donde el PRD también está llamado a ubicarse. Con
esto se pondría en claro lo que estamos decidiendo en esta contienda
electoral: el conservadurismo de derecha o el progresismo de
izquierda. No hay que confundir el sentido de la historia.
Director del Centro de Investigaciones en Humanidades del ITESM-CCM
Ciertamente entre el PRD y el PRI existen divergencias y rencores
inocultables. Sin embar go, como bien lo dijo Emilio Chuayffet, "el
PRI y el PRD son primos hermanos". Heredero del pensamiento de don
Jesús Reyes-Heroles, el político mexiquense sabía a lo que se refería
cuando hacía tal aseveración: ambos partidos tienen una base de
sustentación que se reclama a la historia de los grandes movimientos
sociales y constitucionalistas de nuestro país: la Independencia que
se plasmó en la Constitución de Apatzingán de 1814 y en la
Constitución federalista de 1824; la Reforma encabezada por Juárez,
que se tradujo jurídicamente en la Carta Magna de 1857; la Revolución
que cristalizó en términos formales en la Constitución de 1917, y el
cardenismo que le dio un contenido social al régimen de la Revolución.
La afinidad histórico-ideológica entre el PRD y el PRI, de confección
laica e ilustrada, queda aún más al descubierto si se le compara con
la tradición conservadora y clerical que le da razón de ser al PAN: el
Imperio de Iturbide, las Siete Leyes de 1836, las dictaduras de Santa
Anna, el pensamiento de Lucas Alamán, el Imperio de Maximiliano y la
dictadura de Porfirio Díaz. Los panistas son legatarios de los
conservadores del siglo XIX.
El contraste viene a colación porque la política mexicana se puede
explicar en torno a dos polaridades: de una parte, el oficialismo y la
oposición; de otra, derecha e izquierda. La polaridad que sustentó la
victoria de Fox en 2000 fue la primera. Lo que se quería era desbancar
al oficialismo priísta. En contraste, la polaridad que parece dominar
hoy en día es entre la derecha y la izquierda. Por eso el PRI debe
recuperar el sentido progresista que le dio razón de ser; acercarse,
como se juzgue conveniente, al PRD. La sustancia de la alianza está
allí, las formas para realizarla pueden ser tan variadas como se
quiera.
Pues bien, aparte de la convergencia producto de la necesidad de
atajar el activismo presidencial y tomando debidamente en
consideración la tradición histórica que comparten PRD y PRI, hay un
último aspecto que vale la pena poner de relieve: en estas elecciones
están quedando cada vez más en claro dos grandes tendencias. Por un
lado, el neoliberalismo con su carga elitista y polarizante en materia
de distribución de la riqueza; de otro, lo que yo llamaría el modelo
socialdemócrata que propone una política incluyente y de corrección de
las disparidades sociales. A pesar de que en esta campaña el PRI ha
querido situarse en el centro del espectro político, la verdad es que
no tiene otra posibilidad más que moverse a la izquierda
socialdemócrata en donde el PRD también está llamado a ubicarse. Con
esto se pondría en claro lo que estamos decidiendo en esta contienda
electoral: el conservadurismo de derecha o el progresismo de
izquierda. No hay que confundir el sentido de la historia.
Director del Centro de Investigaciones en Humanidades del ITESM-CCM
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