Ernesto Malda, el mártir de Coyoacán
Coyoacán, 30 de diciembre de 1934:
Un mártir del progreso
Edgar González Ruiz
El joven estudiante Ernesto Malda, fue linchado ese día por una turba de fanáticos, azuzados por el párroco Rafael Medina, luego de un enfrentamiento con los llamados “camisas rojas”, simpatizantes del político tabasqueño Tomás Garrido Canabal.
Este último, había impulsado en dicha entidad, la lucha contra el fanatismo y contra el consumo de alcohol, con tan buenos resultados, que jóvenes capitalinos, como Malda, participaban en reuniones culturales donde se pronunciaban discursos contra esos hábitos.
En aquella época, además, prevalecían en el gobierno tendencias progresistas, por lo que se estaba implantando la educación sexual y la educación socialista, proyectos contra los que la derecha lanzó a sus huestes en lo que fue la segunda guerra cristera, donde murieron muchos maestros y maestras rurales, a manos de los fanáticos.
Cristianamente linchado
Ese día, que era un domingo, los camisas rojas se reunieron en el centro de Coyoacán, donde “un grupo de católicos que estaba de antemano a la expectativa” atacó a los camisas rojas luego de que uno de ellos había pronunciado un discurso anticlerical.
Los seguidores de Garrido Canabal, que acababa de ser nombrado secretario de Agricultura en el flamante gabinete del presidente Cárdenas, contestaron el ataque y retrocedieron hacia el Palacio Municipal, pero en el enfrentamiento murieron varias personas.
Una de ellas, cuyo nombre se ha ido relegando al olvido, fue Malda, cuya muerte relató el historiador y periodista Alfonso Taracena en su obra La verdadera revolución mexicana (Porrúa, México, 1992, vol 9, pp. 482-83).
Leemos: “los católicos, enardecidos y sedientos de sangre, vieron llegar en ese momento a un camisa roja, Ernesto Malda, no tabasqueño, sino del Distrito Federal y quien iba retrasado a la “cultural” (a la reunión de los jóvenes). Dándose cuenta de lo que se trataba quiso abordar un tranví al ver que se le echaba encima aquella jauría que lo reconoció por el uniforme y que, al alcanzarlo enarboló palos, piedras y hasta puñales, pues su cuerpo presentó dos heridas causadas por arma punzocortante…además le causaron más de ochenta lesiones con desagarraduras. Uno de los ojos le fue saltado y parece que el tórax le fue hundido por machacamiento con piedra, mientras el cuero cabelludo le fue arrancado a mechones. El cadáver fue arrastrado unos cien pasos…”
Taracena era católico y sus simpatías políticas no estaban con la izquierda sino con los vasconcelistas, que a su vez eran cada más reaccionarios, pero su sentido de la justicia lo llevó a indignarse ante la parcialidad con que los periódicos de la época y la derecha clerical distorsionaron los hechos, queriendo presentar sólo una parte de ellos, por lo que no hacían alusión al sacrificio del joven Malda, ni a la crueldad de sus agresores.
Por eso, a pesar de sus preferencias políticas señalo que al otro día “Falseando totalmente los hechos, organiza la prensa una cruzada contra los garridistas. Olvidada de la ferocidad de las turbas católicas –millares de demonios que acosaban a un grupo de muchachos que se defendían de ser sacrificados despiadadamente…”
El primero de enero de 1935, el clero movilizó a sus hordas para protestar contra Garrido Canabal, y por la muerte de una activista católica en el enfrentamiento con los camisas rojas. Mientras tanto, en el sepelio de Ernesto Malda, el presidente Lázaro Cárdenas envió una corona de flores y algunos dirigentes obreros acusaron al clero de haber instigado al pueblo contra los camisas rojas.
Dos días después, Garrido Canabal enviaba un mensaje al ingeniero Ernesto Malda, padre del joven linchado por los fanáticos, expresándole su “solidaridad de amigo” ante “el execrable atentado de que fue víctima el joven Ernesto Malda”
Con ayuda de algunos periódicos de la época, se propició “un odio extremo hacia Tabasco y hacia todo lo que huela a tabasqueño, si bien poco se dice en contra del linchamiento abominable del infeliz Ernesto Malda,… que fue perseguido por energúmenos que cristianamente lo despedazaron dejándolo sobre la vía del tren, con los ojos saltados y convertido en una piltrafa humana, azuzada la jauría por el presbítero Rafael Medina…” (Taracena La Verdadera Revolución Mexicana, vol 10, p. 1)
“Del zafarrancho de Coyoacán –señala Taracena- se ha hecho en toda la prensa metropolitana un escándalo, falseando la verdad con páginas enteras de fotografías y grandes titulares y comentarios editoriales…”
La actitud tendenciosa de esos periódicos reflejaba el odio que el clero y la derecha (en una época en que, por fortuna, todavía no existía el PAN, fundado en 1939) ya satanizaban a la política tabasqueña por haber sido ese el primer estado en que se erradicaron las prácticas religiosas.
Hace apenas dos años, en 2006, resurgió el odio cristero contra los tabasqueños, y con la llegada del PAN al poder se ha entronizado una visión de la historia que idealiza a los pretendidos mártires del catolicismo y niega el sacrificio de quienes murieron por defender el progreso, la justicia social y la secularización, como fue Malda.
En Tabasco, Garrido Canabal recurrió a medidas extremas para luchar contra los vicios y contra la influencia clerical, al grado de que prohibió el consumo de alcohol y obligó a los curas a casarse para que así legalizaran a sus hijos y no tuvieran pretextos para su pederastia.
El 10 de enero de 1935, cuando un periodista lo cuestionó acerca de su política anticlerical, señaló que en Tabasco ya no había iglesias, pero en cambio existían 593 escuelas para una población de 220 mil habitantes. Es decir, gobernaba exactamente al revés de lo que hacen hoy en día los panistas, que debilitan la educación pública y a la vez regalan al clero el dinero de los impuestos.
Como era de esperarse, el clero y sus aliados usaron los hechos del 30 de diciembre del 34 para perjudicar la carrera política de Garrido Canabal, y organizaron protestas contra él, además de que propiciaron otros enfrentamientos.
Uno de ellos ocurrió el 11 de enero del 35, en la colonia Escandón, donde cien católicos, atrincherados en la Iglesia del Espíritu Santo, agredieron a la policía y a los bomberos con palos, piedras y balazos, haciéndoles un muerto y catorce heridos. “la gente se amotinó porque los agentes de Gobernación aprehendieron al párroco Adolfo Cacho, acusado de hacer propaganda sediciosa.”
La “mártir” de Coyoacán
Nacida en la ciudad de México en 1907 y educada en escuelas católicas de Puebla y de la capital, la joven católica María de la Luz Cirenia Camacho, también murió en el enfrentamiento, provocado por el clero, que ahora quiere sacar provecho de su sacrificio llevándola a los altares como una “mártir de la fe”.
Ya se ha iniciado la causa de canonización de la llamada “mártir de Coyoacán”, quien desarrollaba actividades político religiosas dentro de la Acción Católica Mexicana, además de que pertenecía a la Orden de San Francisco y colaboraba con diversas actividades parroquiales, en esa época que era de lucha del fanatismo católico contra la revolución mexicana.
En su corta vida conoció las incongruencias de la doble moral, pues a los seis meses de edad murió su madre, por lo que su padre se volvió a casar, y cuando quedó viudo por segunda vez, volvió a casarse, ahora con la tía materna de María de la Luz, es decir, con su excuñada, hermana de su primera esposa, quien tenía a su cargo la educación de María de la Luz y de sus hermanos.
En la casa paterna, escenario de tan pasionales historias, motivadas por incontenibles deseos, la joven había instalado una escuela para enseñar religión a los niños de la zona.
María de la Luz Camacho era responsable de la Acción Católica en Coyoacán, por lo que es difícil que su participación en los hechos del 30 de diciembre haya sido inocente; de hecho, en diferentes parroquias de la ciudad y de otras localidades, el clero provocaba enfrentamientos con los socialistas, pues los jerarcas católicos no aceptaban la educación sexual y la enseñanza socialista que entonces se estaba implantando.
Algunas de las versiones de sus partidarios acerca de su muerte, señalan que “El domingo 30 de diciembre de 1934, supo que los "Camisas Rojas", jóvenes organizados por Tomás Garrido Canabal y liderados por Carlos Madrazo en contra de la religión católica, organizaban un mitin enfrente a la Parroquia. Entonces, vistió su mejor traje (un vestido de seda verde)y fue a la iglesia, quedándose fuera por lo que pudiera acontecer…. Al iniciar la balacera, Cirenia fue herida en el pecho, alcanzando Fray Alejandro Torres a ungirla con los Santos Oleos poco antes de que muriera, algunos minutos después”.
La biografía que difunde la página Web de la Acción Católica (www.azionecattolica.it) insinúa su responsabilidad al afirmar que “fue asesinada mientras intentaba defender su parroquia, junto a otros parroquianos, del ataque de los comunistas”.
En fin, no puede dudarse de que la jerarquía católica, tan afín a la derecha gobernante, hará todo lo posible para usar la imagen de la joven de Coyoacán para seguir fomentando el fanatismo, pero tampoco se puede poner en duda que el joven Malda, asesinado por las huestes clericales, es un mártir del progreso y de la desfanatización del mundo.
Un mártir del progreso
Edgar González Ruiz
El joven estudiante Ernesto Malda, fue linchado ese día por una turba de fanáticos, azuzados por el párroco Rafael Medina, luego de un enfrentamiento con los llamados “camisas rojas”, simpatizantes del político tabasqueño Tomás Garrido Canabal.
Este último, había impulsado en dicha entidad, la lucha contra el fanatismo y contra el consumo de alcohol, con tan buenos resultados, que jóvenes capitalinos, como Malda, participaban en reuniones culturales donde se pronunciaban discursos contra esos hábitos.
En aquella época, además, prevalecían en el gobierno tendencias progresistas, por lo que se estaba implantando la educación sexual y la educación socialista, proyectos contra los que la derecha lanzó a sus huestes en lo que fue la segunda guerra cristera, donde murieron muchos maestros y maestras rurales, a manos de los fanáticos.
Cristianamente linchado
Ese día, que era un domingo, los camisas rojas se reunieron en el centro de Coyoacán, donde “un grupo de católicos que estaba de antemano a la expectativa” atacó a los camisas rojas luego de que uno de ellos había pronunciado un discurso anticlerical.
Los seguidores de Garrido Canabal, que acababa de ser nombrado secretario de Agricultura en el flamante gabinete del presidente Cárdenas, contestaron el ataque y retrocedieron hacia el Palacio Municipal, pero en el enfrentamiento murieron varias personas.
Una de ellas, cuyo nombre se ha ido relegando al olvido, fue Malda, cuya muerte relató el historiador y periodista Alfonso Taracena en su obra La verdadera revolución mexicana (Porrúa, México, 1992, vol 9, pp. 482-83).
Leemos: “los católicos, enardecidos y sedientos de sangre, vieron llegar en ese momento a un camisa roja, Ernesto Malda, no tabasqueño, sino del Distrito Federal y quien iba retrasado a la “cultural” (a la reunión de los jóvenes). Dándose cuenta de lo que se trataba quiso abordar un tranví al ver que se le echaba encima aquella jauría que lo reconoció por el uniforme y que, al alcanzarlo enarboló palos, piedras y hasta puñales, pues su cuerpo presentó dos heridas causadas por arma punzocortante…además le causaron más de ochenta lesiones con desagarraduras. Uno de los ojos le fue saltado y parece que el tórax le fue hundido por machacamiento con piedra, mientras el cuero cabelludo le fue arrancado a mechones. El cadáver fue arrastrado unos cien pasos…”
Taracena era católico y sus simpatías políticas no estaban con la izquierda sino con los vasconcelistas, que a su vez eran cada más reaccionarios, pero su sentido de la justicia lo llevó a indignarse ante la parcialidad con que los periódicos de la época y la derecha clerical distorsionaron los hechos, queriendo presentar sólo una parte de ellos, por lo que no hacían alusión al sacrificio del joven Malda, ni a la crueldad de sus agresores.
Por eso, a pesar de sus preferencias políticas señalo que al otro día “Falseando totalmente los hechos, organiza la prensa una cruzada contra los garridistas. Olvidada de la ferocidad de las turbas católicas –millares de demonios que acosaban a un grupo de muchachos que se defendían de ser sacrificados despiadadamente…”
El primero de enero de 1935, el clero movilizó a sus hordas para protestar contra Garrido Canabal, y por la muerte de una activista católica en el enfrentamiento con los camisas rojas. Mientras tanto, en el sepelio de Ernesto Malda, el presidente Lázaro Cárdenas envió una corona de flores y algunos dirigentes obreros acusaron al clero de haber instigado al pueblo contra los camisas rojas.
Dos días después, Garrido Canabal enviaba un mensaje al ingeniero Ernesto Malda, padre del joven linchado por los fanáticos, expresándole su “solidaridad de amigo” ante “el execrable atentado de que fue víctima el joven Ernesto Malda”
Con ayuda de algunos periódicos de la época, se propició “un odio extremo hacia Tabasco y hacia todo lo que huela a tabasqueño, si bien poco se dice en contra del linchamiento abominable del infeliz Ernesto Malda,… que fue perseguido por energúmenos que cristianamente lo despedazaron dejándolo sobre la vía del tren, con los ojos saltados y convertido en una piltrafa humana, azuzada la jauría por el presbítero Rafael Medina…” (Taracena La Verdadera Revolución Mexicana, vol 10, p. 1)
“Del zafarrancho de Coyoacán –señala Taracena- se ha hecho en toda la prensa metropolitana un escándalo, falseando la verdad con páginas enteras de fotografías y grandes titulares y comentarios editoriales…”
La actitud tendenciosa de esos periódicos reflejaba el odio que el clero y la derecha (en una época en que, por fortuna, todavía no existía el PAN, fundado en 1939) ya satanizaban a la política tabasqueña por haber sido ese el primer estado en que se erradicaron las prácticas religiosas.
Hace apenas dos años, en 2006, resurgió el odio cristero contra los tabasqueños, y con la llegada del PAN al poder se ha entronizado una visión de la historia que idealiza a los pretendidos mártires del catolicismo y niega el sacrificio de quienes murieron por defender el progreso, la justicia social y la secularización, como fue Malda.
En Tabasco, Garrido Canabal recurrió a medidas extremas para luchar contra los vicios y contra la influencia clerical, al grado de que prohibió el consumo de alcohol y obligó a los curas a casarse para que así legalizaran a sus hijos y no tuvieran pretextos para su pederastia.
El 10 de enero de 1935, cuando un periodista lo cuestionó acerca de su política anticlerical, señaló que en Tabasco ya no había iglesias, pero en cambio existían 593 escuelas para una población de 220 mil habitantes. Es decir, gobernaba exactamente al revés de lo que hacen hoy en día los panistas, que debilitan la educación pública y a la vez regalan al clero el dinero de los impuestos.
Como era de esperarse, el clero y sus aliados usaron los hechos del 30 de diciembre del 34 para perjudicar la carrera política de Garrido Canabal, y organizaron protestas contra él, además de que propiciaron otros enfrentamientos.
Uno de ellos ocurrió el 11 de enero del 35, en la colonia Escandón, donde cien católicos, atrincherados en la Iglesia del Espíritu Santo, agredieron a la policía y a los bomberos con palos, piedras y balazos, haciéndoles un muerto y catorce heridos. “la gente se amotinó porque los agentes de Gobernación aprehendieron al párroco Adolfo Cacho, acusado de hacer propaganda sediciosa.”
La “mártir” de Coyoacán
Nacida en la ciudad de México en 1907 y educada en escuelas católicas de Puebla y de la capital, la joven católica María de la Luz Cirenia Camacho, también murió en el enfrentamiento, provocado por el clero, que ahora quiere sacar provecho de su sacrificio llevándola a los altares como una “mártir de la fe”.
Ya se ha iniciado la causa de canonización de la llamada “mártir de Coyoacán”, quien desarrollaba actividades político religiosas dentro de la Acción Católica Mexicana, además de que pertenecía a la Orden de San Francisco y colaboraba con diversas actividades parroquiales, en esa época que era de lucha del fanatismo católico contra la revolución mexicana.
En su corta vida conoció las incongruencias de la doble moral, pues a los seis meses de edad murió su madre, por lo que su padre se volvió a casar, y cuando quedó viudo por segunda vez, volvió a casarse, ahora con la tía materna de María de la Luz, es decir, con su excuñada, hermana de su primera esposa, quien tenía a su cargo la educación de María de la Luz y de sus hermanos.
En la casa paterna, escenario de tan pasionales historias, motivadas por incontenibles deseos, la joven había instalado una escuela para enseñar religión a los niños de la zona.
María de la Luz Camacho era responsable de la Acción Católica en Coyoacán, por lo que es difícil que su participación en los hechos del 30 de diciembre haya sido inocente; de hecho, en diferentes parroquias de la ciudad y de otras localidades, el clero provocaba enfrentamientos con los socialistas, pues los jerarcas católicos no aceptaban la educación sexual y la enseñanza socialista que entonces se estaba implantando.
Algunas de las versiones de sus partidarios acerca de su muerte, señalan que “El domingo 30 de diciembre de 1934, supo que los "Camisas Rojas", jóvenes organizados por Tomás Garrido Canabal y liderados por Carlos Madrazo en contra de la religión católica, organizaban un mitin enfrente a la Parroquia. Entonces, vistió su mejor traje (un vestido de seda verde)y fue a la iglesia, quedándose fuera por lo que pudiera acontecer…. Al iniciar la balacera, Cirenia fue herida en el pecho, alcanzando Fray Alejandro Torres a ungirla con los Santos Oleos poco antes de que muriera, algunos minutos después”.
La biografía que difunde la página Web de la Acción Católica (www.azionecattolica.it) insinúa su responsabilidad al afirmar que “fue asesinada mientras intentaba defender su parroquia, junto a otros parroquianos, del ataque de los comunistas”.
En fin, no puede dudarse de que la jerarquía católica, tan afín a la derecha gobernante, hará todo lo posible para usar la imagen de la joven de Coyoacán para seguir fomentando el fanatismo, pero tampoco se puede poner en duda que el joven Malda, asesinado por las huestes clericales, es un mártir del progreso y de la desfanatización del mundo.
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