Votar contra la derecha
Votar contra la derecha
Edgar González Ruiz
Creado en 1939 como una reacción contra las reformas progresistas de Lázaro Cárdenas, el Partido Acción Nacional tiene raíces en el conservadurismo católico que a principios del siglo XX encarnaron los cristeros y otros grupos fanáticos opuestos al estado laico.
La influencia de esos grupos en dicho partido, que representa a la derecha católica nacional y sus vínculos internacionales, queda evidenciada por el hecho de que con el ascenso electoral de dicho partido, promovido por Salinas de Gortari, de 1988 a 94, llegaron al poder personajes provenientes de esas organizaciones extremistas, que son tanto públicas como secretas.
A la fecha, esos grupos detentan a través de sus exdirigentes cargos tan importantes como la secretaría de Gobernación, encabezada por Carlos Abascal, vástago de una de las familias más reaccionarias de México, donde se ha rendido culto a los cristeros y a Francisco Franco; la secretaría de Desarrollo Social, a cuya cabeza está Ana Teresa Aranda, una iletrada exdirigente de grupos de la extrema derecha como la Asociación Nacional Cívica Femenina, que recibe fondos del Instituto Republicano Internacional, de Estados Unidos y, desde luego, Aranda ha sido promotora de las organizaciones de la ultraderecha internacional desde el gobierno foxista; Francisco Salazar Saénz, enemigo de los trabajadores y represor de los mineros, hoy secretario del Trabajo, fue militante de un grupo violento de la derecha estudiantil en los años 80. Asimismo, el dirigente nacional del PAN, Manuel Espino, es un conocido exmilitante de grupos secretos de la derecha, como la organización nacional del Yunque, donde militan los otros personajes mencionados.
También con raíces familiares en el conservadurismo católico, el abanderado panista, Felipe Calderón es el candidato de ese sector político religioso, donde se ubican grupos como los aludidos, incluyendo membretes como el de Provida, encabezada por el impopular dirigente católico Jorge Serrano Limón y perteneciente a una internacional antiabortista proBush denominada Vida Humana Internacional y ubicada en Miami.
Dicho sector pregona una supuesta religiosidad para oponerse al estado laico, al uso de anticonceptivos, al aborto y a la libertad de expresión, pero la ignora cuando se trata de promover los intereses de los más ricos y negar las necesidades de los ancianos y de los trabajadores.
Por eso, actualmente, la derecha de varios países latinoamericanos, entre ellos México, se identifica plena y paradójicamente con proyectos neoliberales difícilmente compatibles con el catolicismo, como el desprecio hacia los pobres y hacia los más necesitados, y la agresión sistemática contra sus adversarios ideológicos, en lo que se han distinguido personajes como Calderón, Manuel Espino y Carlos Abascal, quien en su gestión al frente de la Segob ha evidenciado sus proyectos de poner los aparatos de seguridad al servicio de los grupos conservadores con presencia inveterada en el PAN, difundiendo información y actuando tendenciosamente contra los disidentes de la derecha.
Calderón encarna lo peor de la falsa religiosidad conservadora con la falta de escrúpulos propia de la mentalidad neoliberal. Por eso ha desarrollado en los medios una guerra sucia contra la izquierda no sólo de México sino de otros países de AL, por eso se opone a los proyectos de beneficio social, recurre a una retórica tramposa para atacar a sus adversarios y protege descaradamente las corruptelas de sus parientes, como Hildebrando Zavala, el llamado “cuñado incómodo”, militante panista y empresario que se ha enriquecido prodigiosamente con el tráfico de influencias al amparo del gobierno panista.
Una imagen típica, y por demás anticristiana, de la campaña de Calderón, es la de su asistencia a cenas con empresarios donde recaba millones de pesos para atacar a López Obrador en calumniosos spots televisivos; a diferencia de los demás candidatos, con un estilo totalitario Calderón pretende dictarles a los mexicanos como deben ser, según él, en lo que es una burda imitación de la retórica imperialista de nuestros días: agresivos, “competitivos”, inescrupulosos, orientados a los negocios, con sentimientos de superioridad.
Fiel a los lugares comunes del neoliberalismo más radical, Calderón enfatiza la ideología de la inseguridad, que pretende perseguir a los disidentes y a los pobres con el pretexto del combate a la delincuencia, y a lo largo de su campaña ha dejado claro su propósito de arrogarse el control de la policía capitalina con el presumible propósito de desatar una represión contra la ciudadanía capitalina, que ha sido un valladar a las ambiciones políticas de Acción Nacional.
México está hoy en una encrucijada de su historia. Ante las ambiciones derechistas que no vacilarán en recurrir al fraude electoral para mantenerse en el poder, se precisa de la unión de todos los sectores populares contra la continuidad de la derecha en el poder, que amenaza la subsistencia de los más necesitados, la vigencia del estado laico y la soberanía de la nación.
Edgar González Ruiz
Creado en 1939 como una reacción contra las reformas progresistas de Lázaro Cárdenas, el Partido Acción Nacional tiene raíces en el conservadurismo católico que a principios del siglo XX encarnaron los cristeros y otros grupos fanáticos opuestos al estado laico.
La influencia de esos grupos en dicho partido, que representa a la derecha católica nacional y sus vínculos internacionales, queda evidenciada por el hecho de que con el ascenso electoral de dicho partido, promovido por Salinas de Gortari, de 1988 a 94, llegaron al poder personajes provenientes de esas organizaciones extremistas, que son tanto públicas como secretas.
A la fecha, esos grupos detentan a través de sus exdirigentes cargos tan importantes como la secretaría de Gobernación, encabezada por Carlos Abascal, vástago de una de las familias más reaccionarias de México, donde se ha rendido culto a los cristeros y a Francisco Franco; la secretaría de Desarrollo Social, a cuya cabeza está Ana Teresa Aranda, una iletrada exdirigente de grupos de la extrema derecha como la Asociación Nacional Cívica Femenina, que recibe fondos del Instituto Republicano Internacional, de Estados Unidos y, desde luego, Aranda ha sido promotora de las organizaciones de la ultraderecha internacional desde el gobierno foxista; Francisco Salazar Saénz, enemigo de los trabajadores y represor de los mineros, hoy secretario del Trabajo, fue militante de un grupo violento de la derecha estudiantil en los años 80. Asimismo, el dirigente nacional del PAN, Manuel Espino, es un conocido exmilitante de grupos secretos de la derecha, como la organización nacional del Yunque, donde militan los otros personajes mencionados.
También con raíces familiares en el conservadurismo católico, el abanderado panista, Felipe Calderón es el candidato de ese sector político religioso, donde se ubican grupos como los aludidos, incluyendo membretes como el de Provida, encabezada por el impopular dirigente católico Jorge Serrano Limón y perteneciente a una internacional antiabortista proBush denominada Vida Humana Internacional y ubicada en Miami.
Dicho sector pregona una supuesta religiosidad para oponerse al estado laico, al uso de anticonceptivos, al aborto y a la libertad de expresión, pero la ignora cuando se trata de promover los intereses de los más ricos y negar las necesidades de los ancianos y de los trabajadores.
Por eso, actualmente, la derecha de varios países latinoamericanos, entre ellos México, se identifica plena y paradójicamente con proyectos neoliberales difícilmente compatibles con el catolicismo, como el desprecio hacia los pobres y hacia los más necesitados, y la agresión sistemática contra sus adversarios ideológicos, en lo que se han distinguido personajes como Calderón, Manuel Espino y Carlos Abascal, quien en su gestión al frente de la Segob ha evidenciado sus proyectos de poner los aparatos de seguridad al servicio de los grupos conservadores con presencia inveterada en el PAN, difundiendo información y actuando tendenciosamente contra los disidentes de la derecha.
Calderón encarna lo peor de la falsa religiosidad conservadora con la falta de escrúpulos propia de la mentalidad neoliberal. Por eso ha desarrollado en los medios una guerra sucia contra la izquierda no sólo de México sino de otros países de AL, por eso se opone a los proyectos de beneficio social, recurre a una retórica tramposa para atacar a sus adversarios y protege descaradamente las corruptelas de sus parientes, como Hildebrando Zavala, el llamado “cuñado incómodo”, militante panista y empresario que se ha enriquecido prodigiosamente con el tráfico de influencias al amparo del gobierno panista.
Una imagen típica, y por demás anticristiana, de la campaña de Calderón, es la de su asistencia a cenas con empresarios donde recaba millones de pesos para atacar a López Obrador en calumniosos spots televisivos; a diferencia de los demás candidatos, con un estilo totalitario Calderón pretende dictarles a los mexicanos como deben ser, según él, en lo que es una burda imitación de la retórica imperialista de nuestros días: agresivos, “competitivos”, inescrupulosos, orientados a los negocios, con sentimientos de superioridad.
Fiel a los lugares comunes del neoliberalismo más radical, Calderón enfatiza la ideología de la inseguridad, que pretende perseguir a los disidentes y a los pobres con el pretexto del combate a la delincuencia, y a lo largo de su campaña ha dejado claro su propósito de arrogarse el control de la policía capitalina con el presumible propósito de desatar una represión contra la ciudadanía capitalina, que ha sido un valladar a las ambiciones políticas de Acción Nacional.
México está hoy en una encrucijada de su historia. Ante las ambiciones derechistas que no vacilarán en recurrir al fraude electoral para mantenerse en el poder, se precisa de la unión de todos los sectores populares contra la continuidad de la derecha en el poder, que amenaza la subsistencia de los más necesitados, la vigencia del estado laico y la soberanía de la nación.
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