Priístas traidores en Puebla Puebla:
Puebla:
Priístas cómplices de la ultraderecha
Edgar González Ruiz
Como parte de una escalada de la jerarquía católica y de las fuerzas derechistas contra las libertades individuales, el pasado 12 de marzo, apenas cuatro días después de la celebración del Día Internacional de la Mujer, se aprobó en el Congreso Local una reforma a la constitución estatal para impedir la despenalización del aborto así como la eutanasia, bajo la consigna de la “defensa de la vida desde la concepción”.
Los efectos prácticos de esas reformas, que la jerarquía católica y el PAN siempre han procurado, consisten en garantizar el encarcelamiento de las mujeres que aborten, bajo cualquier circunstancia, así como evitar que las personas decidan sobre su propia vida.
Lo sorprendente en este caso es que, contrariamente a la historia y posiciones oficiales de su propio partido, muchos de los legisladores locales del PRI, se prestaron a apoyar esas reformas reaccionarias, a pesar de los llamados de atención que recibieron por parte de la cúpula nacional de ese instituto político.
La turbia maniobra política viene a ocurrir precisamente en el contexto nacional de unas elecciones donde el PAN enfrenta el desengaño y la indignación de buena parte de la población que ha visto mermadas sus condiciones de vida por gobiernos rapaces como los de Fox y de Calderón, interesados en beneficiar sus propios intereses y en imponer prohibiciones religiosas contrarias a la libertad.
Es tan miserable la condición humana de algunos políticos priístas, que se han prestado a hacerle el trabajo sucio al PAN, para que éste pueda pregonar que no todos los reeaccionarios están en ese partido. Por eso, en Puebla y en otras entidades se han prestado a colaborar en una cruzada nacional de la derecha contra la despenalización del aborto, luego de que se reconociera ese derecho de las mujeres hace dos años en la ciudad de México.
Con ello le hacen un daño incalculable al propio PRI, pero finalmente, esos priístas traidores a la herencia de Juárez y de la Revolución Mexicana, quedan bien con el clero y con el gobierno de Fecal, que es lo que parece importarles.
En particular, entre los priístas poblanos que las crónicas periodísticas registran como los más activos promotores de la represión clerical contra los derechos de la mujer se cuentan: Carmen Ericka Suck Mendieta, Pablo Fernández del Campo y Juan Antonio Hernández González.
El episodio viene a evidenciar las secuelas de la derechización de la política mexicana, que se inició desde los sexenios de Salinas y de De la Madrid. Desde entonces, hubo políticos del PRI e incluso de la izquierda, que buscaron congraciarse con la ultraderecha y con el clero, con tal de conservar o escalar posiciones.
Finalmente, entre políticos saben ponerse de acuerdo para beneficio de ellos y en contra de los intereses del pueblo, es por ello, que si bien el PRI jugó en sus inicios un importante papel en defensa del estado laico y del bienestar popular, en los tiempos actuales, como se ha visto en Puebla, ya no se pude confiar en que los legisladores priístas serán fieles a las raíces de su partido.
Es la población misma, y en este caso, sobre todo las mujeres, quienes deben salir a la calle a defender sus propios intereses, frente a los proyectos de la jerarquía católica, de la derecha y de políticos convenencieros que les sirven de cómplices, o bien que son reaccionarios enquistados en los partidos.
Tampoco puede confiarse en que los políticos priístas van a actuar con conciencia cívica e histórica, pues a muchso de ellos, lo que les interesa es la impunidad, que consideran ganada una vez que muchos sectores populares se han desmovilizado luego de las protestas de 2006, que señalaban el camino de sacar a la derecha del poder.
Mientras esta tenga el control del gobierno federal, tendrá recursos para coptar o presionar a sus adversarios históricos, estrategia en la que sentó tristes precedentes Carlos Abascal, santurrón y a la vez rufián sin escrúpulos, a quien se atribuye precisamente haber sentado las premisas de la extraña subordinación del gobierno de Mario Marín a los designios de la ultraderecha.
Por eso, es urgente sacar al PAN de Los Pinos, pues una vez que no tenga el poder, los oportunistas que ahora lo apoyan, encontrarán sus propios intereses en causas más nobles que la imposición de prohibiciones religiosas y la defensa de la plutocracia.
Priístas cómplices de la ultraderecha
Edgar González Ruiz
Como parte de una escalada de la jerarquía católica y de las fuerzas derechistas contra las libertades individuales, el pasado 12 de marzo, apenas cuatro días después de la celebración del Día Internacional de la Mujer, se aprobó en el Congreso Local una reforma a la constitución estatal para impedir la despenalización del aborto así como la eutanasia, bajo la consigna de la “defensa de la vida desde la concepción”.
Los efectos prácticos de esas reformas, que la jerarquía católica y el PAN siempre han procurado, consisten en garantizar el encarcelamiento de las mujeres que aborten, bajo cualquier circunstancia, así como evitar que las personas decidan sobre su propia vida.
Lo sorprendente en este caso es que, contrariamente a la historia y posiciones oficiales de su propio partido, muchos de los legisladores locales del PRI, se prestaron a apoyar esas reformas reaccionarias, a pesar de los llamados de atención que recibieron por parte de la cúpula nacional de ese instituto político.
La turbia maniobra política viene a ocurrir precisamente en el contexto nacional de unas elecciones donde el PAN enfrenta el desengaño y la indignación de buena parte de la población que ha visto mermadas sus condiciones de vida por gobiernos rapaces como los de Fox y de Calderón, interesados en beneficiar sus propios intereses y en imponer prohibiciones religiosas contrarias a la libertad.
Es tan miserable la condición humana de algunos políticos priístas, que se han prestado a hacerle el trabajo sucio al PAN, para que éste pueda pregonar que no todos los reeaccionarios están en ese partido. Por eso, en Puebla y en otras entidades se han prestado a colaborar en una cruzada nacional de la derecha contra la despenalización del aborto, luego de que se reconociera ese derecho de las mujeres hace dos años en la ciudad de México.
Con ello le hacen un daño incalculable al propio PRI, pero finalmente, esos priístas traidores a la herencia de Juárez y de la Revolución Mexicana, quedan bien con el clero y con el gobierno de Fecal, que es lo que parece importarles.
En particular, entre los priístas poblanos que las crónicas periodísticas registran como los más activos promotores de la represión clerical contra los derechos de la mujer se cuentan: Carmen Ericka Suck Mendieta, Pablo Fernández del Campo y Juan Antonio Hernández González.
El episodio viene a evidenciar las secuelas de la derechización de la política mexicana, que se inició desde los sexenios de Salinas y de De la Madrid. Desde entonces, hubo políticos del PRI e incluso de la izquierda, que buscaron congraciarse con la ultraderecha y con el clero, con tal de conservar o escalar posiciones.
Finalmente, entre políticos saben ponerse de acuerdo para beneficio de ellos y en contra de los intereses del pueblo, es por ello, que si bien el PRI jugó en sus inicios un importante papel en defensa del estado laico y del bienestar popular, en los tiempos actuales, como se ha visto en Puebla, ya no se pude confiar en que los legisladores priístas serán fieles a las raíces de su partido.
Es la población misma, y en este caso, sobre todo las mujeres, quienes deben salir a la calle a defender sus propios intereses, frente a los proyectos de la jerarquía católica, de la derecha y de políticos convenencieros que les sirven de cómplices, o bien que son reaccionarios enquistados en los partidos.
Tampoco puede confiarse en que los políticos priístas van a actuar con conciencia cívica e histórica, pues a muchso de ellos, lo que les interesa es la impunidad, que consideran ganada una vez que muchos sectores populares se han desmovilizado luego de las protestas de 2006, que señalaban el camino de sacar a la derecha del poder.
Mientras esta tenga el control del gobierno federal, tendrá recursos para coptar o presionar a sus adversarios históricos, estrategia en la que sentó tristes precedentes Carlos Abascal, santurrón y a la vez rufián sin escrúpulos, a quien se atribuye precisamente haber sentado las premisas de la extraña subordinación del gobierno de Mario Marín a los designios de la ultraderecha.
Por eso, es urgente sacar al PAN de Los Pinos, pues una vez que no tenga el poder, los oportunistas que ahora lo apoyan, encontrarán sus propios intereses en causas más nobles que la imposición de prohibiciones religiosas y la defensa de la plutocracia.
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