Una reflexión obligada
Según la definición de Wikipedia, el neoliberalismo considera “contraproducente el excesivo intervencionismo estatal en materia social o en la economía y defiende el libre mercado capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico de un país, salvo ante la presencia de las denominadas fallas del mercado”.
La violencia que se ha desatado en México durante los últimos años, vinculada principalmente a grupos de narcotraficantes que se disputan un territorio para producir y comercializar sus productos no es otra cosa que la extrapolación de los postulados de esta doctrina económica.
Es decir, al tratarse de actividades que se desarrollan de manera clandestina, aparentemente están fuera del intervencionismo estatal y es la expresión más pura del libre mercado capitalista. Los cabecillas de este buscan enriquecerse a costa de lo que sea y la organización no tiene una ideología definida, es simplemente una lucha salvaje en aras de la acumulación.
Quizá la diferencia entre los bandidos de 1808, 1908 y 2008 es el nivel de saña en que utilizan para asesinar a sus víctimas, aunque el país no tiene el mismo nivel poblacional que en esos años. Esta obviedad es fundamental para comprender las distintas realidades de cada momento. En la actualidad, hay millones de habitantes en el planeta. Nos quedó chico y los problemas son infinitamente más grandes que hace 100 o 200 años.
Los delitos son diferentes también, pues en 1808 el robo a las carretas que iban de México a Puebla en Río Frío sustentó el argumento una famosa novela. Tampoco es igual el abigeato por el que era perseguido aquél bandido, un tal Doroteo Arango, que se hizo famoso después por tomar una posición política a favor de Francisco I. Madero durante la primera década de los 1900.
En 2008, se sabe, hay diversos bandos que disputan territorios. Circunstancia que no es del todo novedosa si pensamos que en 1808 también Napoleón invadía España para ampliar su dominio. Lo cierto es que esto grupos que se observan como entes amorfos y de mil manos si bien buscan influencia en cierto territorio --un elemento fundamental en la concepción del concepto Estado-- no están interesados en las concepciones de Poder, en el sentido formal del término, imponen su poder de facto y buscan imponerlo sobre el régimen establecido.
En algunos casos el régimen se asocia con el poder informal para permitir esa lucha, libre y soterrada, por el mercado de los narcóticos. Se trata, insisto, en el libre mercado elevado a su máxima expresión.
La explosión de tres granadas en la plaza pública durante el festejo de la Independencia debe observarse con cuidado, detenidamente y teniendo en cuenta diversos factores: en el estado natal de Felipe Calderón, gobernado por el PRD, es dominado por un grupo de reciente cuño –el sexenio del panista- denominado “La familia michoacana”.
La versión más extendida sobre la existencia de este grupo sostiene que se trataría de una escisión de los “zetas”, esos personajes que según Jesús Olague son el mito preferido en nuestros días, y cuya característica principal – de la familia- es dejar mensajes en los cuerpos de sus víctimas con grecas pintadas en las cartulinas.
La versión oficial de las autoridades señala que se trataría de una venganza del Cártel de Sinaloa, de Joaquín "El Chapo" Guzmán, aliado del denominado Cártel del Milenio, por la matanza de 24 personas cuyos cadáveres aparecieron en La Marquesa, Estado de México, el pasado viernes.
Uno de los datos más inquietantes del caso de los cuerpos encontrados en el municipio mexiquense de Ocoyoacac es que la totalidad de los muertos ejercían de albañiles y fueron contratados en sus respectivas localidades para trabajar en la ciudad de México; habrían sido concentrados en una vecindad en Huixquilucan y de ahí llevados por personajes vestidos como policías al matadero. De comprobarse esa versión nos encontraríamos que en dos ocasiones se ha atacado a civiles, de estratos sociales intermedios y bajos.
Las clases altas iniciaron tanto la Guerra de Independencia como el levantamiento revolucionario de 1910. El cura de Dolores, junto con los conspiradores eran criollos y estaba en la parte alta de los estamentos coloniales. Francisco Indalecio Madero, tío abuelo del presidente actual del Senado de la República, Gustavo Madero, era hacendado.
Actualmente, con la masificación de todo, los estratos altos de la población son quizá un poco más numerosos que sus honorables ancestros. Sin embargo, como en épocas anteriores, siempre habrá quienes quieren sentirse de “la alta” o quienes de buena fe piensan que marchar al lado del status quo permitirá reducir la violencia.
Los abusos de autoridad como los secuestros son circunstancias lamentables en todos los casos, que ha ocurrido lo mismo hace 100 que 200 años. Las leyes se han adaptado conforme a las necesidades de cada época, los intereses de clase e incluso los caprichos de los regímenes.
De ahí que resulte preocupante, pero no sorprendente, que María Elena Morera, dirigente de México Unido, pida pena de muerte para los secuestradores –a nombre de sólo una parte de la sociedad- , pues le está dando elementos a quienes han abusado sistemáticamente del poder para utilizar ese argumento para acusar de secuestro a quien les plazca.
Una modalidad de secuestro que se ha dado en algunos municipios del Valle de México, según la versión de un diputado local panista, es que rateros de poca monta se llevan a las personas a cambio de televisores o de electrodomésticos. Al parecer la violencia es menor comparada con los “mochadedos”.
¿A quién beneficia matar civiles de los estratos bajos o medios?
Sin duda, realizar un ataque de esta naturaleza es una forma de declarar una guerra al Estado; empero, en apariencia no existe un motivo para que bandas de traficantes (de drogas, personas, armas, etc.) echen a perder un buen negocio sólo por controlar una zona.
La idea expresada en uno de los post que están más abajo por Édgar González Ruiz es pertubadora. La crisis económica y política de 1808 gestaron los gérmenes que detonaron la guerra dos años después. Las condiciones laborales en las haciendas del porfiriato estallaron en 1910.
La crisis económica por la que atraviesa México se ha visto soslayada por el discurso gubernamental y por los medios de información que se han dedicado a relatar los acontecimientos violentos de los últimos días.
Como “Terrorismo de Estado” sintetiza Édgar el ataque y recuerda los autoatentados gringos del 11 de septiembre de 2001. Lo grave es que la idea no tiene nada de descabellada, sobre todo si recordamos la historia mundial o simplemente la orden que tenían los “Halcones” en 1971 de generar terror. Entonces encajan las piezas y se vuelve asqueroso el sistema.
Habrá que esperar para que se nos vayan revelando las respuestas, que desde ahora se atojan espantosas como la imagen de los cuerpos decapitados hallados en Yucatán.
Por lo pronto, vestimos de negro –ojo no de blanco—en señal de luto por los aquéllos que han perecido en esta guerra de 2008 sin deberla ni temerla.
La violencia que se ha desatado en México durante los últimos años, vinculada principalmente a grupos de narcotraficantes que se disputan un territorio para producir y comercializar sus productos no es otra cosa que la extrapolación de los postulados de esta doctrina económica.
Es decir, al tratarse de actividades que se desarrollan de manera clandestina, aparentemente están fuera del intervencionismo estatal y es la expresión más pura del libre mercado capitalista. Los cabecillas de este buscan enriquecerse a costa de lo que sea y la organización no tiene una ideología definida, es simplemente una lucha salvaje en aras de la acumulación.
Quizá la diferencia entre los bandidos de 1808, 1908 y 2008 es el nivel de saña en que utilizan para asesinar a sus víctimas, aunque el país no tiene el mismo nivel poblacional que en esos años. Esta obviedad es fundamental para comprender las distintas realidades de cada momento. En la actualidad, hay millones de habitantes en el planeta. Nos quedó chico y los problemas son infinitamente más grandes que hace 100 o 200 años.
Los delitos son diferentes también, pues en 1808 el robo a las carretas que iban de México a Puebla en Río Frío sustentó el argumento una famosa novela. Tampoco es igual el abigeato por el que era perseguido aquél bandido, un tal Doroteo Arango, que se hizo famoso después por tomar una posición política a favor de Francisco I. Madero durante la primera década de los 1900.
En 2008, se sabe, hay diversos bandos que disputan territorios. Circunstancia que no es del todo novedosa si pensamos que en 1808 también Napoleón invadía España para ampliar su dominio. Lo cierto es que esto grupos que se observan como entes amorfos y de mil manos si bien buscan influencia en cierto territorio --un elemento fundamental en la concepción del concepto Estado-- no están interesados en las concepciones de Poder, en el sentido formal del término, imponen su poder de facto y buscan imponerlo sobre el régimen establecido.
En algunos casos el régimen se asocia con el poder informal para permitir esa lucha, libre y soterrada, por el mercado de los narcóticos. Se trata, insisto, en el libre mercado elevado a su máxima expresión.
La explosión de tres granadas en la plaza pública durante el festejo de la Independencia debe observarse con cuidado, detenidamente y teniendo en cuenta diversos factores: en el estado natal de Felipe Calderón, gobernado por el PRD, es dominado por un grupo de reciente cuño –el sexenio del panista- denominado “La familia michoacana”.
La versión más extendida sobre la existencia de este grupo sostiene que se trataría de una escisión de los “zetas”, esos personajes que según Jesús Olague son el mito preferido en nuestros días, y cuya característica principal – de la familia- es dejar mensajes en los cuerpos de sus víctimas con grecas pintadas en las cartulinas.
La versión oficial de las autoridades señala que se trataría de una venganza del Cártel de Sinaloa, de Joaquín "El Chapo" Guzmán, aliado del denominado Cártel del Milenio, por la matanza de 24 personas cuyos cadáveres aparecieron en La Marquesa, Estado de México, el pasado viernes.
Uno de los datos más inquietantes del caso de los cuerpos encontrados en el municipio mexiquense de Ocoyoacac es que la totalidad de los muertos ejercían de albañiles y fueron contratados en sus respectivas localidades para trabajar en la ciudad de México; habrían sido concentrados en una vecindad en Huixquilucan y de ahí llevados por personajes vestidos como policías al matadero. De comprobarse esa versión nos encontraríamos que en dos ocasiones se ha atacado a civiles, de estratos sociales intermedios y bajos.
Las clases altas iniciaron tanto la Guerra de Independencia como el levantamiento revolucionario de 1910. El cura de Dolores, junto con los conspiradores eran criollos y estaba en la parte alta de los estamentos coloniales. Francisco Indalecio Madero, tío abuelo del presidente actual del Senado de la República, Gustavo Madero, era hacendado.
Actualmente, con la masificación de todo, los estratos altos de la población son quizá un poco más numerosos que sus honorables ancestros. Sin embargo, como en épocas anteriores, siempre habrá quienes quieren sentirse de “la alta” o quienes de buena fe piensan que marchar al lado del status quo permitirá reducir la violencia.
Los abusos de autoridad como los secuestros son circunstancias lamentables en todos los casos, que ha ocurrido lo mismo hace 100 que 200 años. Las leyes se han adaptado conforme a las necesidades de cada época, los intereses de clase e incluso los caprichos de los regímenes.
De ahí que resulte preocupante, pero no sorprendente, que María Elena Morera, dirigente de México Unido, pida pena de muerte para los secuestradores –a nombre de sólo una parte de la sociedad- , pues le está dando elementos a quienes han abusado sistemáticamente del poder para utilizar ese argumento para acusar de secuestro a quien les plazca.
Una modalidad de secuestro que se ha dado en algunos municipios del Valle de México, según la versión de un diputado local panista, es que rateros de poca monta se llevan a las personas a cambio de televisores o de electrodomésticos. Al parecer la violencia es menor comparada con los “mochadedos”.
¿A quién beneficia matar civiles de los estratos bajos o medios?
Sin duda, realizar un ataque de esta naturaleza es una forma de declarar una guerra al Estado; empero, en apariencia no existe un motivo para que bandas de traficantes (de drogas, personas, armas, etc.) echen a perder un buen negocio sólo por controlar una zona.
La idea expresada en uno de los post que están más abajo por Édgar González Ruiz es pertubadora. La crisis económica y política de 1808 gestaron los gérmenes que detonaron la guerra dos años después. Las condiciones laborales en las haciendas del porfiriato estallaron en 1910.
La crisis económica por la que atraviesa México se ha visto soslayada por el discurso gubernamental y por los medios de información que se han dedicado a relatar los acontecimientos violentos de los últimos días.
Como “Terrorismo de Estado” sintetiza Édgar el ataque y recuerda los autoatentados gringos del 11 de septiembre de 2001. Lo grave es que la idea no tiene nada de descabellada, sobre todo si recordamos la historia mundial o simplemente la orden que tenían los “Halcones” en 1971 de generar terror. Entonces encajan las piezas y se vuelve asqueroso el sistema.
Habrá que esperar para que se nos vayan revelando las respuestas, que desde ahora se atojan espantosas como la imagen de los cuerpos decapitados hallados en Yucatán.
Por lo pronto, vestimos de negro –ojo no de blanco—en señal de luto por los aquéllos que han perecido en esta guerra de 2008 sin deberla ni temerla.
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