De Calderón a Mireles:
La criminal "guerra contra el narco":
Edgar González Ruiz
Miles de muertos y muchos abusos perpetrados por militares, policias y narcotraficantes, fue el saldo de la criminal "guerra contra el narco" que desarrolló Felipe Calderón durantre su sexenio, con apoyo de medios de comunicación y de sectores empresariales y clericales.
Apenas salió Calderón del poder cuando, en su mismo estado natal, en Michocán, surgen grupos armados (las llamadas "autodefensas") que pretenden combatir al narco y por ende buscan perpetuar, con sus propios medios, la política autoritaria y genocida del expresidente espurio.
Suscita suspicacias el apoyo que personajes del clero y del activismo católico dispensaron desde un principio a las llamadas "autodefensas", que con sus acciones promueven el uso de armas y la organización paramilitar.
Hace unos meses, algunos curas de esa entidad, llegaron al extremo de equiparar el movimiento de las autodefensas con el de los fanáticos cristeros de los años 20.
Las armas sirven para matar, para destruir al prójimo, por lo que es paradójico que las filas clericales, que se dicen defensoras a ultranza de la vida (cuando se trata de oponerse al aborto) respalden en este caso el uso de recursos letales.
Pero, ante todo, son sus propios objetivos los que desacreditan a las autodefensas.
Crear bandas armadas, grupos paramilitares, para combatir al narco resulta a la vez criminal y ridículo, porque esa estrategia estimula la violencia y porque nunca se acabará así con el negocio del narcotráfico, que hoy en día es tan poderoso precisamente por los estímulos que le brinda el clandestinaje derivado de la prohibición.
Sólo la despenalización de las drogas puede acabar con la violencia y la corrupción asociada al narco, pero además es la única solución acorde con el respeto a la libertad personal para decidir qué sustancias se quieren o no consumir.
Es una historia que ya se vivió en Estados Unidos en la época de la prohibición del alcohol, principios del siglo XX, y que no terminó con el alcoholismo, pero sí estimuló poderosamente el gangsterismo y la corrupción policiaca.
Sólo la derogación de la llamada "ley seca" resolvió esos problemas; habría sido tan infantil como genocida que -con la deplorable lógica de las "autodefensas"- los ciudadanos se hubieran armado con pistolas y ametralladoras para combatir a los gángsters y contrabandistas de alcohol. De nada habría servido, sino solamente para estimular el crimen y la corrupción.
Es triste pensar que nuestro país, que algún día estuvo a la vanguardia en muchos cambios sociales, hoy esté tan atrasado en algunos aspectos, de tal suerte que mientras en Estados Unidos, pese a su puritanismo tan arraigado, ya se inició la despenalización de las drogas, acá vivimos todavía en la época de la prohibición rigurosa y del total clandestinaje.
Es preocupante que algunos sectores de la izquierda se hayan apresurado a defender a Mireles y sus huestes, pues me parece difícil que compartan su objetivo de proseguir la lucha armada contra el narco, que tan desastrosos resultados mostró en la época calderonista.
Probablemente, algunos idealizan a Mireles porque lo ven como un personaje que se ha enfrentado al gobierno de Peña Nieto y porque éste, alegan, no ha sido respetuoso de sus derechos.
Pero una cosa es su encarcelamiento, injusto o no, y otra la causa por la que dice luchar, totalmente reprobable en la medida en que, en realidad, plantea la continuidad de la guerra contra el narco.
Quienes apoyan a Mireles y a la vez pretenden defender causas justas y progresistas, debieran más bien apoyar la necesaria despenalización de las drogas, y no proyectos que tiene tintes fascistas, en la medida en que promueven el uso de las armas y la imposición de prohibiciones en la esfera privada.